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viernes, 24 de julio de 2020

Nana a destiempo


Fuimos una nana a destiempo,
perdidos entre relojes de cuco a deshora.
Nunca en sincronía, siguiendo ritmo de caos.
La melodía desafinada que resuena sin final.
Las palabras no dichas y demasiado pensadas, demasiado silenciadas,
cansadas de ser contaminadas en manos de ceniza.
Fuimos fotografía en blanco y negro, malditas por la bruja melancolía,
por diablos de lodazal.
Fuimos algo mal, incorrecto, pecado reincidente.
Fuimos todo lo blanco y puro, paloma de paz y tierra fértil.
Fuimos noche cerrada, humo y anonimato.
Fuimos lucero y viento del norte, tan sereno, aliento y nieve.
Nunca debimos mirarnos, besarnos.
Nunca debí deshacer mi alma entre tus dedos.
Nunca debiste enredar tus sueños en mi cabello.
Y es que hay laberintos de los que no deseo huir, donde quisiera cortar el hilo y brindar con Lucifer por una guerra sin sentido.
Hay poemas corrompidos, que queman y cortan,  arañan y muerden, y yo me dejaría matar por cada palabra dicha por tus labios de sal.
Ven sin acercarte, ámame sin tocarme, háblame en silencio, sin enredar tus piernas en mi sábana, que aún es blanca, aún piensa que el alba borra lo sucedido a medianoche.
Nunca debí dar contigo, nunca debiste desvestirte en mi cuarto.
Ahora solo queda agua estancada y rescoldos fríos, canciones sin sentimiento, miel amarga.
Y quedamos tú y yo.
Quedamos maldiciendo la definición de cordura, a ti, a mí, esta casa, este poema, el momento en el que mordimos la manzana.
Quedamos tú y yo en esta calma tortuosa de guerrero caído.
Nunca debimos, pero fuimos,
y pese a que las alas nos pesan,
a que tenemos la piel deshilachada y la boca seca.
Pese a ello, como siempre, aquí nos quedamos.




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lunes, 13 de julio de 2020

Aunque nunca me habló dulzuras de amor

Y su voz era tabasco y almíbar.
Era la luz de los bares a medianoche, ahogados en besos de amantes y poetas perdidos.
Y su voz me llevaba lejos, lejos, tan lejos.
Me llevaba a escalar la luna y pintarle una sonrisa de payaso, 
me llevaba a reírme del lobo malo y ponerme la  caperuza roja de falda corta, corta, tan corta.
Y me volvía loca dentro de mi pulcra cordura.
Porque cuánto necesitaba el caos en esta cama de límites y ángulos rectos, 
de horarios grabados en piedra y relojes de arena.
Sus manos siempre encendidas y mi cuerpo siempre hambriento,
voraz como nunca lo creí.
Y me traiciona y te grita y se deshace como arcilla, dejándose moldear como en cierta película que todos conocen.
Su voz era todo aquello que mi madre odiaría; 
y mi padre me encerraría en una torre perdida para no oírla, pero yo me dejaría crecer la melena.
Sabéis que lo haría.
Él era mi contrapunto y la línea paralela que me mira, me mira, pero no llega a rozarme.
Y yo me vuelvo curva retando a las leyes de la geometría porque quién quiere ser el número de oro pudiendo ser una espiral a su alrededor.
Su voz era tequila con sal, con limón. 
Era sudor en una madrugada bailando sin saber los pasos, perdiendo el ritmo y encontrándolo en el fondo del vaso.
Su voz era agua.
Era aire fresco.
Y aunque nunca me dijo lo que yo deseaba, aunque nunca me habló dulzuras de amor o cuentos de hadas, yo siempre recordaré su voz de tabasco.
Su voz de almíbar.


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martes, 2 de octubre de 2018

Lo que haría

¿Qué harías si lo supieses?
¿Qué expresión adoptarías si conocieses la verdad?
Si supieses que me rindo al recuerdo de tu ojos,
y las sábanas son un patético sustituto de tus brazos
los cuales solo puedo imaginar pues no es a mí a quien sostienen.
Estúpida y borracha de un amor que jamás debió nacer
me deshago en manos ajenas, en manos que no me importan.
En manos a las que no importo en absoluto.
Juego a ser amante de papel.
A encarcelar a mi corazón y a sonreírte como si no muriese por dentro.
Las historias de enamorados que superan el tiempo y las guerras,
el odio y las tormentas,
son utopías para ingenuos.
Yo también las creía, confiaba ciegamente como un niño cree en la magia.
Pero como un niño crece y se desengaña,
yo me dejé sorprender por unos sentimientos que ni siquiera sabía que albergaba.
Ahora me asfixio en un laberinto del que no sé salir,
del que no sé si quiero salir.
Lo que haría por que me mirases de una vez a los ojos.
Por que me mirases cuando te observo, cuando hablamos.
Lo que daría por que supieses que mis labios se agrietan lastimeros ansiando tu tacto.
Ojalá te dieses cuenta de que camino por la cuerda floja,
emparedando mi corazón,
acallando lamentos que me arañan la garganta hasta que no me sale la voz.
Podría venderme al mejor postor, al mejor amor de usar y tirar,
al mejor cigarro consumido o café trasnochado.
Al mejor poeta cruel, al mejor artista huérfano de calor.
Me muero de frío entre miles de brazos, arropada por la piel de otro.
Me congelo en el aliento de alguien que no recordaré mañana.
Y te pienso.
Y te extraño.
Y tú ni siquiera lo sabes.
Ni puedes saberlo, no, no puedes.
No puedes porque soy una cobarde que se ahoga en lágrimas y vino blanco.
No puedes porque me aterra perderte. Me da pánico que me des la espalda.
No puedes porque no puedo.
Lo que haría por un solo baile en el que me cantes al oído como a ella.
Lo que daría por un beso robado bajo las estrellas, o junto al océano en calma, o, que sé yo, en cualquier calle con nombre de poeta, porque daría igual el lugar si estás tú.
Ofrecería mi alma al diablo, como hizo Dorian Grey, por tener el valor de enfrentarte y enfrentarme.
Quiero y no quiero olvidarte.
Quiero y no quiero quererte.
Te detesto y te necesito.
Te adoro y te alejo de mí para luego buscarte con mi orgullo hecho trizas en una cama ajena.
Idiota y desesperada, idiota y, por desgracia, enamorada.
Lo que haría por dejarte leer este poema antes de dejarlo arder;
antes de que las palabras se conviertan en ceniza.
Ya sabes, antes de que todo este valor de poca monta se vuelva el villano de mi historia y se me ancle al tórax.
Lo que haría por dar el paso a tus labios en vez de acunarme en la quietud de mis trincheras.
Si supieses todo esto, todo lo que yo daría...
Tú...
¿Qué harías?



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lunes, 6 de agosto de 2018

El día más frío

Lo recuerdo como si estuviera pasando en este mismo instante.
Era el día más frío del año,
las rosas murieron bajo el aliento invernal.
Los pájaros enmudecieron, siendo sus gargantas hielo,
escarcha.
Una blancura deslumbrante,
pura,
reinó y el mundo se doblegó ante un rey de ojos gélidos.
Sí, lo recuerdo.
Sentí como el frío me mordía las entrañas,
como si mil grietas atravesasen mi pecho,
lacerando la carne y desgarrando mis venas.
Aquel día desaparecista con la ventisca,
dejando retazos de lo que fue y ya no volverá.
De lo que pudo ser pero el destino caprichoso,
de sonrisa afilada,
se llevó sin piedad.
Sí, recuerdo el sentimiento de asfixia,
de desdibujarme en un río helado,
de alzar la mano que ya no era piel sino un grito mudo de ayuda que nadie iba a oír.
De morir bajo una avalancha que me presionaba el pecho
hasta parar las agujas de mi corazón.
Y el miedo,
el pánico a que mi mundo se derrumbara,
a caer y caer y nunca tocar fondo.
Me aterraba perderte, perderme.
Temía que mis pupilas se tornasen agujeros negros que devorasen todo a su paso hasta desaparecer.
Implosionar en un mar de estrellas demasiado brillantes.
Hacía demasiado frío,
los huesos se me helaron,
las palabras se me congelaron en la lengua.
Hacía demasiado frío,
mis latidos se saltaron varios segundos,
el aire me arañó los pulmones.
Lo recuerdo como si estuviera pasando en este mismo instante;
recuerdo el día más frío del año,
el día más frío...

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domingo, 25 de febrero de 2018

Disfruta del carnaval

Una vez leí en un viejo libro de poemas,
bañado en el polvo del tiempo,
que la vida era una farsa, que debería ponerme la máscara y disfrutar del carnaval.
Y esa frase quedó grabada en mi pecho.
Se convirtió en una bandera que ondea en el fondo de mis párpados.
Y es que tenía razón.
Todos somos latidos a contrarreloj.
Hojas de otoño que vuelan osadas desde el árbol materno hasta el suelo.
Tenemos fecha de caducidad y un cronómetro anclado al tórax.
Somos un número finito en un universo infinito.
Motas de polvo, un diente de león a la deriva.
Vivimos en los últimos segundos de la canción, justo entre el solo de guitarra y el silencio final, o en el epílogo de un cuento sin narrador.
Somos sueños y recuerdos escritos en una página en blanco.
El último verso del poema, el pétalo de rosa más bello.
Vibramos entre los últimos rayos de sol y la luna llena;
entre burbujas de champagne trasnochado y amores de leyenda.
¡Qué hermoso carnaval!
¡Qué bella mentira!
Escoge una máscara y bailemos en Venecia,
entre el murmullo del agua que resuena con temporizador.
Somos meras historias a medio escribir y,
¿no es eso maravilloso?
¿No lo entiendes?
Somos los besos que daremos antes de que acabe la noche,
lágrimas de emoción o de felicidad.
Somos granos de café molidos y bañados en sol y tardes rodeados de amigos.
Somos lo imposible,
magia envuelta en carne y hueso.
Somos tiempo robado al tiempo 
qué bien sienta ser ladrón por un día.
Somos lo vivido y lo que está por venir.
Somos enmascarados bailando en el carnaval.
Y dime,
¿no es eso maravilloso?

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miércoles, 31 de enero de 2018

Un río fluye por mis venas

Un río fluye por mis venas
y me aterra que lleguen nuevas lluvias.
Me aterra que se desborde y me arrastre
y me ahogue
y me enrede entre algas y demonios de agua dulce.
Soy una cobarde.
Asustada y escondida entre el olor familiar de una manta infantil
y muñecas viejas, polvorientas
que ya no saben cómo consolarme,
que ya las nanas se secaron en sus labios inertes.
No sé hablar o alzar la voz.
No sé expresar mis sentimientos
si no es tras un rastro de tinta.
No sé reír a carcajadas, sólo a media voz, a medio suspiro.
A medias siempre.
¿Y ahora?
Ahora ojalá pudiera llorar y vomitar dudas y miedos que arañan mi alma
y se cuelgan de mi garganta.
Ahora ojalá poder hablar de manera clara, sin tapujos ni rodeos,
sin dobles sentidos que cortan y laceran.
Y si ésto es un grito de ayuda silenciado que así sea,
pero ¡ah! ¡qué caprichosa sonaría!
No quiero compasión ni pena.
No quiero migajas.
En realidad todo se reduce a mi falta de valentía,
a mi falta de seguridad.
A dar un paso adelante, y dos hacia atrás.
A evitar los saltos de fe porque nunca creí en milagros.
Para mí el agua nunca se tornará vino.
En realidad todo se resume en que aquí y ahora,
esta noche...
Esta noche solo quiero llorar hasta inundarme los pulmones,
hasta desnudar mi alma.
Llorar hasta borrarme la tristeza de los ojos.

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sábado, 23 de septiembre de 2017

Como cada mañana

Sale el sol, pálido, con ojeras;
como cada mañana.
El olor amargo del café
inunda mi cocina fría y gris.
El fuego arde por inercia
y ni las cenizas lloran al morir.
Como cada mañana.
La música suena lejana
en alguna ventana a color,
asustada de aventurarse en mi hogar
insípido,
desalmado,
lleno de rutinas pasadas de moda, posos de café, jazz a destiempo y libros usados.
Como cada mañana.
Un mechón de pelo se desmadeja,
la boca sabe a arena y cristal,
los ojos opacos, hastiados.
¿Y qué?
¿Algo que añadir?
El mundo gira mientras mi corazón se vuelve granito.
¿y qué?
El aire huele a sal,
el agua se seca en mi garganta.
¿Y qué?
Sale el sol, pálido, con ojeras;
como cada mañana.

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sábado, 2 de septiembre de 2017

Escribo a medias


Soy mitad esperanza, mitad agonía.
Medio perdida, más bien a medio encontrar.
Respiro entre el exceso de oxígeno y la ausencia de inspiración.
A medias entre el insomnio y los susurros de Morfeo.
Esposada de pies y manos a un barco que se hunde intentando salir a flote,                                            intentando no llenarse los pulmones de sal.
Vivo a medias, sin acabar nunca la sonata de Piano, sin llegar nunca al final de la novela.
Angustiada por no saber el desenlace, perdida entre mosaicos de palabras que encajan demasiado bien como para ser reales.
Beso a medias, porque nunca encuentro el punto justo entre enamorarme o fingir que juego al amor.
Bebo en una copa medio llena de vino blanco, medio llena de lágrimas.
Lloro a medias, en un camino olvidado entre la sangre derramada y las mentiras que astillan el corazón, y una cama grande como el universo,
y vacía y fría y solitaria.
Como un iceberg surcando las aguas,
como un barco perdido que choca,
como un océano cruel que devora los despojos.
Y ahora, escribo a medias, indecisa entre acabar el poema, o arder entre sus versos.

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miércoles, 9 de agosto de 2017

Érase una vez


A veces la noche se vuelve eterna por un instante.
A veces las páginas escritas me hablan, pero soy incapaz de oír.
A veces solo encuentro consuelo en palabras de poetas muertos, silenciados por un mundo cruel que gira sin tregua alguna.
Solo el piano al atardecer es capaz de adormecer a mis demonios, o el vino blanco bajo noches negras como el pelaje de un gato maldito.
Dicen que el pasado se fue, se perdió en la bruma de las fotografías color sepia, y si es así, ¿por qué duele?
¿Por qué me persigue por las esquinas?
¿Por los recodos de mi pecho?
¿Por los pliegues de mis párpados?
Dicen que el tiempo lo cura todo, bien, pues en mi caso, el reloj es mi némesis, mi Moriarty en esta historia de asesinato con premeditación.
Desde aquella noche de tormenta soy solo un eco de lo que fui,
un cuadro que ha perdido el brillo de sus colores,
el fantasma encadenado a la mansión derruida.
Desde aquellas palabras que no querías decir, pero que dijiste, que dijiste y clavaste en mí, el aire entra en mis pulmones por estricta obligación, no por deseo propio.
A veces, solo busco un lugar donde guarecerme cuando los truenos estallan cerca, tan cerca, que las estrellas se resquebrajan y apartan la mirada, asustadas.
Asustadas como yo.
Érase una vez un amor.
Érase una vez un beso.
Debí saberlo.
Debí suponerlo.
No todos los cuentos tienen su final feliz.

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viernes, 28 de julio de 2017

A pesar de ello y por ello

Jamás nadie entenderá la mirada que cubre el velo de mis pestañas, o las palabras que nunca digo y que me muerden la lengua.
Nadie verá una lágrima caer por mi mejilla, porque soy lo suficientemente cobarde como para tragarme la sal, junto con el dolor.
Quizá mi Ariadna perdió el hilo salvador, y vago sin rumbo en un laberinto de malas decisiones y caídas, giros, calles sin salida, mundos perdidos.
Quizá mis alas son de cera y el sol está demasiado cerca, y extiendo el brazo, y me cuesta respirar con los pulmones anegados de fuego y fango.
Quizá los sueños no sean mas que pesadillas enmascaradas, pues siempre terminan, siempre me escupen a la realidad.
Jamás nadie leerá entre mis líneas, ni pintará cuadros abstractos entre los lunares de mi piel.
Jamás nadie, jamás nada.
Y aún así, sigo aquí, peleando contra demonios y gárgolas, luchando contra gigantes y "jamases".
Y aún así sigo aquí, buscando la salida del laberinto, sin hilo ni brújula, sin suerte ni destino.
Aún así.
Pese a todo.
A pesar de los arañazos y las cicatrices.
A pesar de ello, y por ello, aún sigo aquí...
Y Seguiré aquí.

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sábado, 1 de julio de 2017

Enjambre de sombras

Somos un enjambre de sombras.
Solos en la multitud,
perdidos frente al huracán.
Somos un mar de cartas anónimas y noches de usar y tirar.
Reinas de un solo corazón que late y se rompe, que late y muere.
Somos eco de la nada,
el único copo de nieve en la ventisca.
Solos, solos, solos.
Vivimos en una sociedad de luz y apariencia.
En un mundo en el que desconocidos aparentan ser amantes.
Vivimos en un mundo de cigarros de una sola calada, café amargo y lamento de piano.

Vivimos entre flores sin olor, entre libros que arden gritando de dolor, entre besos sin nombre ni sabor.
Solos, solos, solos.
Siendo, en un mundo deslumbrante, un enjambre de sombras.


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viernes, 23 de junio de 2017

El bazar de los sueños

Vago entre nebulosas de colores, perdida y sin querer ser encontrada.
Buscando algo que nunca existió, o sí lo hizo, pero murió sin avisar.
Nado entre recuerdos tuyos, míos, de nadie y de todos.
Buceando en un bazar de sueños rotos y poemas no natos.
Necesito la lámpara mágica que desencadene a mi genio salvador.
La alfombra hechizada que me lleve a ver el mundo desde otros ojos, desde otro tiempo.
Los cuentos de hadas se me quedaron pequeños, mis propias alas se quedaron cortas.
El pasado ardió y ahora solo quedamos mi boca agrietada y yo.
Me dejé la voz suplicando y, ¿para qué?
¿Para salvarme?
¿Para salvarte a ti?
¿Para morir de tristeza entre sábanas sucias y flores secas?
Me quedé dormida, y aquí me he despertado.
En este bazar lleno de cachivaches inútiles y extraños, de esperanza embotellada, para dar un sorbo, sólo probar.
Hay luna llena y velas que no prenden, hay vino tinto y olor a salitre, a olas que vienen y van y arrastran la voz de sirenas dormidas.
En el bazar de las mil y una maravillas hay poemarios anónimos y cuadros jamás pintados, jamás imaginados.
Olvidados.
Está incluso mi corazón deshilachado en una esquina, esperando su turno para pasar a reparación.
Ahí fue donde encontré estos versos...
Pero supongo que es hora de despertar.
Buenas noches, mi bazar de sueños y encantos, hasta que nos volvamos a necesitar.

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lunes, 19 de diciembre de 2016

Dulce nostalgia

¿Para qué correr contra el viento pudiendo galopar a su ritmo?
¿Para qué cerrar los ojos ante la puesta de sol pudiendo llorar lágrimas de ardiente luz?
Para qué gritar y luchar contra el tiempo.

Para qué llorar junto al árbol asesinado por el relámpago.
Por qué nos empeñamos en guardar fotos en blanco y negro cuando la vida vibra en color...
Nostalgia. Simple y lacerante nostalgia.

Es como un bálsamo engañoso y autodestructivo.
Qué elevado, qué grácil se siente nuestro corazón melancólico, borracho, bohemio e inepto.
Qué estúpido enamorarse de la rosa cuando el invierno golpea la puerta.
Qué estúpido dejarse llevar por la poesía de papel deshecho.
Qué estúpido, pero qué estúpido, jugar con muñecas de aire y sueños de infancia.
Pero, entre nosotros, en secreto, he de confesar.
Me declaro culpable de mirar las estrellas entre ensoñaciones imposibles.
Me declaro víctima sumisa del olor a jazmín en un patio abandonado, entre luces antiguas y susurros de amor.
Me confieso adicta a las noches de verano entre libros que prometían pasión y delirio pasajero.
Así, entre nosotros.
Dulce nostalgia, tentadora melancolía, bálsamo engañoso y autodestructivo.
Me declaro locamente enamorada de tu beso envenenado.

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lunes, 21 de noviembre de 2016

Esta mañana


¿Qué tal si jugamos?
¿Qué tal si cerramos los ojos?
¿Qué tal si fingimos que nada sucedió?

Podríamos jugar a que esta mañana,
bañados en el sol y el olor a café recién hecho nos levantamos.
Luego los besos corrieron y reinaron en aquel cuarto
iluminado de café y con olor a sol.
Podríamos jugar a que no discutimos.
A que no se alzaron nuestras voces en una orquesta discordante.
A que no lloraste. A que no quise huir y dejarlo todo atrás.
Podríamos jugar a que no cerraste la puerta e hiciste temblar las paredes
y mi frágil mundo.
Desearía fingir que te seguí hasta la calle,
que te llamé por tu nombre,
que te abracé,
que te besé.
Desearía fingir que luego nos tomamos de la mano
y paseamos.
Que fuimos a emborracharnos de amor pasajero,
de días de luna llena,
de sueños reales como la vida misma.
Desearía haber hecho todo eso.
Pero no lo hice.

Esta mañana no salió el sol,
la lluvia bañó la ciudad ahogándola en amargura.
Esta mañana nos gritamos que no más,
que hoy no,
que no somos ni seremos.
Esta mañana saliste y cerraste la puerta.
Y un espejo se rompió.
Y los dados rodaron.
Y la suerte fue echada.
Esta mañana no corrí detrás de ti
ni quise hacerlo.
No te lo merecías, no me merecías, pensé.

Qué estúpida fui. Qué estúpido fuiste.

Esta mañana no volvías.
Ojalá hubieras vuelto.
Esta mañana los adoquines lloraban,
el cielo lloraba.
Esta mañana un coche resbaló en nuestras lágrimas.
No pudiste evitar el impacto.
Esta mañana la vista se te nubló,
y tus huesos fueron de cristal y porcelana,
y tus heridas fueron capullos en flor que manaban sangre.
Sangre.
Esta mañana no volviste.
No podías.
Esta mañana me arrepiento.

Qué estúpida fui. Qué estúpido fuiste.
Qué cruel el cielo que llora culpable.

Esta mañana la guadaña nos cortó la piel
y el corazón.
Esta mañana no pude decirte adiós.
Esta mañana...

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jueves, 10 de noviembre de 2016

Tiene ganas de llorar

Tengo ganas de llorar.
De romper aquel jarrón color hueso
y tirar las rosas que han olvidado su color, su aroma.
Quiero gritar que ya no más, que se acabó.
Quemar aquel poemario romántico e irreal, bohemio y estúpido.
Desearía correr bajo la lluvia de noviembre hasta que los pulmones me arañen la voz.
Luego parar y escuchar a un músico sin hogar ni nombre,
con olor a alcohol barato,
con olor a sueños caros.
Tengo ganas de cambiarme de zapatos, de casa, de vida,
y probarme otra nueva, otra distinta.
Quiero quemar mis juguetes rotos,
y arañar las cortinas de mi habitación,
que con su incesante vaivén nunca me dejan posar mis pupilas en el sol que se acuesta.
Tengo ganas de dormir junto a un precipicio
y jugar a los dados con Dios si es que éste existe o le importo.
Tengo ganas de acabar un poema;
de escribir el verso más hermoso jamás leído, jamás escrito.
Tengo ganas de morir de amor y de renacer entre sábanas desconocidas.
Tengo ganas de bailar al anochecer entre la espuma del mar.
Tengo ganas de beber champagne en copas altas, altas como la torre Eiffel.
Tengo ganas de vivir.
Pero primero, esta noche,
Yo, o mejor dicho,
este verso marchito,
tiene ganas de llorar.

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domingo, 6 de noviembre de 2016

Por favor

Por favor, no cantes.
No enredes mi corazón entre tus labios.
Por favor, no me mires.
No juegues a bailar entre mis pestañas,
que son demasiado cortas para sostenernos,
que son demasiado débiles para recogerme cuando te vayas.
Por favor, no susurres mi nombre.
No me hagas querer más y más,
no me hagas ser egoísta,
no me hagas ser ciega.
Por favor, no compongas canciones con mi nombre.
No escondas versos secretos, estrellas perdidas, perlas muertas entre las notas.
No quiero cantarlas si no es a tu lado.
No me hagas ver luz donde no la hay,
o querer ser sueño de verano en noche de invierno.
No me hagas desearlo todo, no me hagas ser temeraria, loca.
No me hagas volar.
Por favor, no hables.
No hables si luego callarás.
Por favor, no me ames.
No me ames si luego te irás.


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jueves, 3 de noviembre de 2016

Soñaré

Y voy a soñar, sí.
Soñaré que mi voz burbujea en el océano y nada con sirenas vestidas de conchas y peinadas con algas.
Soñaré que vuelo como un halcón ciego que sólo siente la brisa en el plumaje pardo.
Soñaré que bailo con zapatos de cristal, con traje de tul rosa y azul y dorado, al ritmo de un vals clásico tan, pero tan hermoso.
Soñaré que las campanas enmudecen y que el sol se descuelga para acariciarme los párpados al despertar.
Soñaré que la música cobra forma;
se hace carne, se hace sangre, se hace beso.
Soñaré que Nunca Jamás existe, que para llegar solo debo desearlo.
También creeré que el País de las Maravillas espera mi llegada organizando una fiesta del té que nadie sabe cuándo empezó.
Soñaré que los cuentos son sueños.
Soñaré que los dragones surcan los cielos y que con su aliento de llama y ceniza traen el verano.
Soñaré que la escala musical empieza en la, en re o, en mis más alocados sueños, en sol.
Soñaré que vuelvo a ser niña, a comer chocolate bajo las sábanas, a fingir que no sé qué ha pasado con aquella tarta mientras las comisuras de mis labios destilan mermelada.
Soñaré que este dulce, dulce sueño nunca terminará.
Soñaré que esta dulce, dulce noche siempre me recordará.
Soñaré...

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lunes, 24 de octubre de 2016

Y el lobo aulló


Y el lobo aulló.
Aulló cuando la luna se cayó del cielo,
como una marioneta de cuencas vacías e hilos de papel.
Aulló cuando el viento cortaba la garganta y la sangre quemaba, ardía;
roja como el vino, espesa como la miel.
Aulló cuando el bosque calló,
cuando los grillos dejaron la melodía triste a medio hacer,
a medio empezar y a medio acabar.
El lobo aulló.
Aulló como un ánima desterrada de la vida y de la muerte,
perdida en un horizonte frío que no palpita.
Aulló como un cristal roto que llora y llora, y recuerda lo que fue.
Aulló como el invierno a punto de perder la nieve y el hielo,
a punto de morir de sueño en el sopor primaveral.
El lobo aulló,
se desgarró los pulmones y el alma misma
y clavó la noche que le pendía de los ojos en el abismo.
El lobo aulló solo y muerto de miedo.
"Corred, que viene el día".
El lobo aulló al sol que, egoísta, empezaba a alargar sus dedos de oro sobre las cumbres.
"Corred, que viene la luz".
El lobo echó a correr entre los pinos
quebrando ramas y huesos de madera y savia.
"Corred, que viene el cazador"
Y el plomo le aulló al lobo al amanecer.

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miércoles, 19 de octubre de 2016

Es la hora


Es hora de destensar la cuerda, ¿verdad?
Hora de dejar que las heridas se cierren, cicatricen, se esfumen.
Hora de decir adiós, de cerrar los ojos, de liberar la última lágrima.
Me tiemblan las manos.
Mi pecho se desgarra y late desacompasado.
Los párpados amarran un sollozo que desea huir.
Es hora de cerrar el libro.
Pero lo atesoraré.
Lo haré porque fue esa canción la que me dio fuerzas,
fue ese sueño el que me mantuvo al pie del cañón.
Fue ese ángel el que cantó canciones de cuna cada maldita noche de insomnio.
Fueron esas palabras las que me besaron los labios cada amanecer.
Es hora de acabar el poema.
Pero también de comenzar un nuevo capítulo.
A veces los caminos se cruzan y te sientes perdido, observado, criticado y apaleado hasta morir.
A veces parece que nada mereció la pena.
Todo el esfuerzo, el dolor, las lágrimas derramadas y el café de madrugada.
Pero sí que lo hizo.
Sí que valió la pena.
Gracias a cada caída soy quien soy.
Soy lo suficientemente fuerte como para dejar marchar mi infancia,
para derrumbar mi precioso castillo de fantasía y construir una nueva fortaleza de ladrillo y oro.
Es la hora, ¿verdad?
Se acabó, ¿verdad?
Sí. Es el final.
Pero lo que pocos saben, lo que pocos aprecian de los finales, es que gracias a ellos tenemos un nuevo principio.
Y, ¿quién sabe?
Quizás éste sea mi principio.

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jueves, 13 de octubre de 2016

Vamos. Apostemos.


¿Qué pasaría si grito a la tormenta?
¿Si mi voz restalla y el cielo se rompe en mil pedazos inconexos?
¿Qué sucedería si mis ojos se alzan a las estrellas y no paran hasta observar lo que de finito tiene el infinito?
Y qué si digo no.
Si me armo de valor, como un soldado de plomo frente a la hoguera o un pájaro de papel afilando el cuchillo.
Y qué si aprendo a cantar en silencio, porque sólo en silencio expreso lo que siento.
Y qué si pongo punto y final para después escribir una nueva página en un pueril acto de rebeldía.
¿Me vais a decir que no puedo?
¿Vais a frenar lo que nunca debió empezar a moverse?
¿Vais a ser capaces de controlar un fuego que arde, y arde, y arde hasta quemar al ave fénix?
Acaso vosotros, orgullosos y ciegos peones, ¿vais a jugar al ajedrez contra la reina fría, reina sanguinaria?
Vamos. Venid a por mí.
Vamos. Sabéis dónde encontrar mi corazón agrietado y mil veces remendado.
Vamos. Con todo lo que tengáis.
Os reto a romper mi armadura.
Apostemos.
La pregunta es: ¿cuánto estáis dispuestos a perder?

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