¿Qué
harías si lo supieses?
¿Qué
expresión adoptarías si conocieses la verdad?
Si
supieses que me rindo al recuerdo de tu ojos,
y
las sábanas son un patético sustituto de tus brazos
los
cuales solo puedo imaginar pues no es a mí a quien sostienen.
Estúpida
y borracha de un amor que jamás debió nacer
me
deshago en manos ajenas, en manos que no me importan.
En
manos a las que no importo en absoluto.
Juego
a ser amante de papel.
A
encarcelar a mi corazón y a sonreírte como si no muriese por
dentro.
Las
historias de enamorados que superan el tiempo y las guerras,
el
odio y las tormentas,
son
utopías para ingenuos.
Yo
también las creía, confiaba ciegamente como un niño cree en la
magia.
Pero
como un niño crece y se desengaña,
yo
me dejé sorprender por unos sentimientos que ni siquiera sabía que
albergaba.
Ahora
me asfixio en un laberinto del que no sé salir,
del
que no sé si quiero salir.
Lo
que haría por que me mirases de una vez a los ojos.
Por
que me mirases cuando te observo, cuando hablamos.
Lo
que daría por que supieses que mis labios se agrietan lastimeros
ansiando tu tacto.
Ojalá
te dieses cuenta de que camino por la cuerda floja,
emparedando
mi corazón,
acallando
lamentos que me arañan la garganta hasta que no me sale la voz.
Podría
venderme al mejor postor, al mejor amor de usar y tirar,
al
mejor cigarro consumido o café trasnochado.
Al
mejor poeta cruel, al mejor artista huérfano de calor.
Me
muero de frío entre miles de brazos, arropada por la piel de otro.
Me
congelo en el aliento de alguien que no recordaré mañana.
Y
te pienso.
Y
te extraño.
Y
tú ni siquiera lo sabes.
Ni
puedes saberlo, no, no puedes.
No
puedes porque soy una cobarde que se ahoga en lágrimas y vino
blanco.
No
puedes porque me aterra perderte. Me da pánico que me des la
espalda.
No
puedes porque no puedo.
Lo
que haría por un solo baile en el que me cantes al oído como a
ella.
Lo
que daría por un beso robado bajo las estrellas, o junto al océano
en calma, o, que sé yo, en cualquier calle con nombre de poeta,
porque daría igual el lugar si estás tú.
Ofrecería
mi alma al diablo, como hizo Dorian Grey, por tener el valor de
enfrentarte y enfrentarme.
Quiero
y no quiero olvidarte.
Quiero
y no quiero quererte.
Te
detesto y te necesito.
Te
adoro y te alejo de mí para luego buscarte con mi orgullo hecho
trizas en una cama ajena.
Idiota
y desesperada, idiota y, por desgracia, enamorada.
Lo
que haría por dejarte leer este poema antes de dejarlo arder;
antes
de que las palabras se conviertan en ceniza.
Ya
sabes, antes de que todo este valor de poca monta se vuelva el
villano de mi historia y se me ancle al tórax.
Lo
que haría por dar el paso a tus labios en vez de acunarme en la
quietud de mis trincheras.
Si
supieses todo esto, todo lo que yo daría...
Tú...
¿Qué
harías?