A
veces la noche se vuelve eterna por un instante.
A veces las páginas escritas me hablan, pero soy incapaz de oír.
A veces solo encuentro consuelo en palabras de poetas muertos, silenciados por un mundo cruel que gira sin tregua alguna.
Solo el piano al atardecer es capaz de adormecer a mis demonios, o el vino blanco bajo noches negras como el pelaje de un gato maldito.
Dicen que el pasado se fue, se perdió en la bruma de las fotografías color sepia, y si es así, ¿por qué duele?
A veces las páginas escritas me hablan, pero soy incapaz de oír.
A veces solo encuentro consuelo en palabras de poetas muertos, silenciados por un mundo cruel que gira sin tregua alguna.
Solo el piano al atardecer es capaz de adormecer a mis demonios, o el vino blanco bajo noches negras como el pelaje de un gato maldito.
Dicen que el pasado se fue, se perdió en la bruma de las fotografías color sepia, y si es así, ¿por qué duele?
¿Por
qué me persigue por las esquinas?
¿Por
los recodos de mi pecho?
¿Por
los pliegues de mis párpados?
Dicen que el tiempo lo cura todo, bien, pues en mi caso, el reloj es mi némesis, mi Moriarty en esta historia de asesinato con premeditación.
Desde aquella noche de tormenta soy solo un eco de lo que fui,
Dicen que el tiempo lo cura todo, bien, pues en mi caso, el reloj es mi némesis, mi Moriarty en esta historia de asesinato con premeditación.
Desde aquella noche de tormenta soy solo un eco de lo que fui,
un
cuadro que ha perdido el brillo de sus colores,
el
fantasma encadenado a la mansión derruida.
Desde aquellas palabras que no querías decir, pero que dijiste, que dijiste y clavaste en mí, el aire entra en mis pulmones por estricta obligación, no por deseo propio.
A veces, solo busco un lugar donde guarecerme cuando los truenos estallan cerca, tan cerca, que las estrellas se resquebrajan y apartan la mirada, asustadas.
Desde aquellas palabras que no querías decir, pero que dijiste, que dijiste y clavaste en mí, el aire entra en mis pulmones por estricta obligación, no por deseo propio.
A veces, solo busco un lugar donde guarecerme cuando los truenos estallan cerca, tan cerca, que las estrellas se resquebrajan y apartan la mirada, asustadas.
Asustadas
como yo.
Érase
una vez un amor.
Érase una vez un beso.
Debí saberlo.
Debí suponerlo.
No todos los cuentos tienen su final feliz.
Érase una vez un beso.
Debí saberlo.
Debí suponerlo.
No todos los cuentos tienen su final feliz.
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