¿Qué tal si cerramos los ojos?
¿Qué tal si fingimos que nada
sucedió?
Podríamos jugar a que esta mañana,
bañados en el sol y el olor a café
recién hecho nos levantamos.
Luego los besos corrieron y reinaron en
aquel cuarto
iluminado de café y con olor a sol.
Podríamos jugar a que no discutimos.
A que no se alzaron nuestras voces en
una orquesta discordante.
A que no lloraste. A que no quise huir
y dejarlo todo atrás.
Podríamos jugar a que no cerraste la
puerta e hiciste temblar las paredes
y mi frágil mundo.
Desearía fingir que te seguí hasta la
calle,
que te llamé por tu nombre,
que te abracé,
que te besé.
Desearía fingir que luego nos tomamos
de la mano
y paseamos.
Que fuimos a emborracharnos de amor
pasajero,
de días de luna llena,
de sueños reales como la vida misma.
Desearía haber hecho todo eso.
Pero no lo hice.
Esta mañana no salió el sol,
la lluvia bañó la ciudad ahogándola
en amargura.
Esta mañana nos gritamos que no más,
que hoy no,
que no somos ni seremos.
Esta mañana saliste y cerraste la
puerta.
Y un espejo se rompió.
Y los dados rodaron.
Y la suerte fue echada.
Esta mañana no corrí detrás de ti
ni quise hacerlo.
No te lo merecías, no me merecías,
pensé.
Qué estúpida fui. Qué estúpido
fuiste.
Esta mañana no volvías.
Ojalá hubieras vuelto.
Esta mañana los adoquines lloraban,
el cielo lloraba.
Esta mañana un coche resbaló en
nuestras lágrimas.
No pudiste evitar el impacto.
Esta mañana la vista se te nubló,
y tus huesos fueron de cristal y
porcelana,
y tus heridas fueron capullos en flor
que manaban sangre.
Sangre.
Esta mañana no volviste.
No podías.
Esta mañana me arrepiento.
Qué estúpida fui. Qué estúpido
fuiste.
Qué cruel el cielo que llora culpable.
Esta mañana la guadaña nos cortó la
piel
y el corazón.
Esta mañana no pude decirte adiós.
Esta mañana...