¿Para
qué cerrar los ojos ante la puesta de sol pudiendo llorar lágrimas
de ardiente luz?
Para
qué gritar y luchar contra el tiempo.
Para
qué llorar junto al árbol asesinado por el relámpago.
Por
qué nos empeñamos en guardar fotos en blanco y negro cuando la vida
vibra en color...
Nostalgia. Simple
y lacerante nostalgia.
Es
como un bálsamo engañoso y autodestructivo.
Qué
elevado, qué grácil se siente nuestro corazón melancólico,
borracho, bohemio e inepto.
Qué
estúpido enamorarse de la rosa cuando el invierno golpea la
puerta.
Qué
estúpido dejarse llevar por la poesía de papel deshecho.
Qué
estúpido, pero qué estúpido, jugar con muñecas de aire y sueños
de infancia.
Pero,
entre nosotros, en secreto, he de confesar.
Me
declaro culpable de mirar las estrellas entre ensoñaciones
imposibles.
Me
declaro víctima sumisa del olor a jazmín en un patio abandonado,
entre luces antiguas y susurros de amor.
Me
confieso adicta a las noches de verano entre libros que prometían
pasión y delirio pasajero.
Así,
entre nosotros.
Dulce
nostalgia, tentadora melancolía, bálsamo engañoso y
autodestructivo.
Me
declaro locamente enamorada de tu beso envenenado.
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