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miércoles, 19 de octubre de 2016

Es la hora


Es hora de destensar la cuerda, ¿verdad?
Hora de dejar que las heridas se cierren, cicatricen, se esfumen.
Hora de decir adiós, de cerrar los ojos, de liberar la última lágrima.
Me tiemblan las manos.
Mi pecho se desgarra y late desacompasado.
Los párpados amarran un sollozo que desea huir.
Es hora de cerrar el libro.
Pero lo atesoraré.
Lo haré porque fue esa canción la que me dio fuerzas,
fue ese sueño el que me mantuvo al pie del cañón.
Fue ese ángel el que cantó canciones de cuna cada maldita noche de insomnio.
Fueron esas palabras las que me besaron los labios cada amanecer.
Es hora de acabar el poema.
Pero también de comenzar un nuevo capítulo.
A veces los caminos se cruzan y te sientes perdido, observado, criticado y apaleado hasta morir.
A veces parece que nada mereció la pena.
Todo el esfuerzo, el dolor, las lágrimas derramadas y el café de madrugada.
Pero sí que lo hizo.
Sí que valió la pena.
Gracias a cada caída soy quien soy.
Soy lo suficientemente fuerte como para dejar marchar mi infancia,
para derrumbar mi precioso castillo de fantasía y construir una nueva fortaleza de ladrillo y oro.
Es la hora, ¿verdad?
Se acabó, ¿verdad?
Sí. Es el final.
Pero lo que pocos saben, lo que pocos aprecian de los finales, es que gracias a ellos tenemos un nuevo principio.
Y, ¿quién sabe?
Quizás éste sea mi principio.

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