Capítulo 21
Despierto en una cama tan
pequeña que se me salen los pies y eso que no soy especialmente
alta. Estoy arropada por una manta verde, de lana. Una luz cálida
envuelve la sala. Las paredes son de piedra y no hay ventanas. El
suelo es de tierra y el ambiente, aunque no es frío, sí que es
húmedo. Cierro los ojos y de repente, recuerdo de golpe todo lo
vivido con las enredaderas asesinas y las ratas caníbales. Me
levanto a toda prisa y me mareo perdiendo levemente la visión
momentáneamente. No me doy en la cabeza con el techo por pocos
centímetros.
Miro a mi derecha y veo dos
camas más en las que reposan, justo a mi lado, Ishtral y pegado a la
pared, Jake. Éste último está atado a la cama.
A mi izquierda está Rothian,
toda ella envuelta en pulcras vendas que se tiñen en algunas partes
del rojo de la sangre de mi amiga.
Con ternura me levanto, agachada
por la poca altura de la casa, y beso su frente. Me da pena ver así
a la preciosa princesa, tan viva y decidida como es, postrada en la
cama y malherida.
En ese momento oigo la puerta e
instintivamente llevo la mano al cinturón donde guardo (o mejor
dicho creía que guardaba) la daga, aunque no está allí.
-Querida, tu puñal está
clavado en el estómago de una de mis preciosas ratitas.
La voz aguda que había llenado
la sala provenía de un hombre diminuto, de unos treinta o cuarenta
centímetros de alto. Traía una bandeja con cuatro vasos de agua
demasiado pequeños y algunas píldoras, imagino que son calmantes
para las mordeduras de Jake.
Tras darme un vaso a mí y dejar
el resto en una pequeña mesa que había al fondo de la estancia, se
va y lo oigo canturrear algo que reconozco a la perfección: es una
canción infantil aralia. Eso podría significar que aquel extraño
personaje era de mi país, cosa que explicaría su particular
aspecto: las piernas mucho más largas que el resto de su cuerpo, la
pequeña estatura, sus diminutos ojos rosáceos y su pelo de un azul
muy pálido. Sí, no había duda, aquel hombre era aralio, pero, ¿qué
hacía aquí?
Vuelve de nuevo con más
material para tratar a la convaleciente Rothian y una especie de
pomada que empieza a untar en las vendas limpias.
Me bebo el agua que me había
ofrecido antes aquel hombre mientras observo cómo, con gran
maestría, quita todos y cada uno de los vendajes que cubrían a mi
amiga. Queda expuesto su cuerpo desnudo marcado por trozos de piel
magullada y levantada. Él ni siquiera presta atención a la desnudez
de Rothian y empieza a poner sobre su cuerpo esas tiras de tela
empapadas en la extraña crema que traía preparada. El contacto de
esa mezcla viscosa con su piel parece calmarla. Empiezo a relajarme:
no parece que estemos en peligro. Al menos no por ahora.
Tras tratar a la princesa, el
hombrecillo la arropa y repite el proceso con Jake aunque éste
último está mucho mejor que Rothian.
Mientras cambia las vendas de
Jake y yo estoy sentada al lado de mi amiga acariciándole el pelo y
susurrándole que volverá a estar bien y tan bella como siempre oigo
un carraspeo a mi espalda:
-Ejem... Esto... Querida, le
agradecería mucho que le dijera a su compañero que en mi casa no
permito armas de ningún tipo, que por favor baje la pistola.
Me giro y veo a Ishtral erguido
y muy serio, desconcertado y dispuesto a hacer lo que sea por
salvarnos. Me acerco a él y agarro su cintura. Da un respingo al
sentir mi contacto pero no se retira. Estiro mi brazo hasta llegar a
su mano y juntos bajamos el arma.
-¿Estás bien? -pregunta muy
preocupado. Tiene un nudo en la garganta que yo quiero deshacer más
que nada en el mundo. Odio verlo así, a él que siempre tiene la
respuesta perfecta ahora ninguna palabra le parece útil.
-Muy bien. Tranquilo Ishtral,
ya pasó.
Mi voz parece tranquilizarlo
pues relaja sus hombros. Se gira repentinamente y me abraza
fuertemente con un solo brazo enterrando su cabeza en mi cuello. Alzo
los brazos y le rodeo la espalda. Cuando nos separamos, por un
momento me veo reflejada en el metal que baña sus ojos y me pierdo
en ellos. Él lo nota y acaricia mi cabello. Nos separamos al oír
los gemidos de Jake y Rothian, que empiezan a despertarse.
Nuestro anfitrión observa a
Rothian quien, a pesar de saberse desfigurada, alza el mentón
orgullosa. Jake, que solo tiene magulladuras en la espalda y los
brazos, está cabizbajo pues se siente culpable de las heridas de la
princesa. Ishtral me mira de reojo, avergonzado por el episodio de
debilidad vivido y soy yo la que comienza a hablar.
-¿Quién eres?
-Me llamo Kitz -su vocecilla
aguda invade la sala y nos muestra una sonrisa sincera- ¿Y vosotros?
-Ella es Rothian. El hombre
de pelo rojo es el sargento Blood y aquel es Jake. Yo me llamo Lyx.
-Encantado y bienvenidos a mi
hogar.
-¿Por qué nos han atacado
esas ratas?
-Oh bueno, los únicos seres
vivos aparte de mí que han visto mis pequeñas han sido los soldados
de Pryon, y cada vez que esos salvajes vienen acaban con varias de
ellas. Imagino que estaban asustadas. Si hubiera llegado a tiempo no
os habrían hecho nada...
Kitz me mira como disculpándose
en silencio y decido cambiar de tema.
-¿Puedo preguntarte una
cosa?
-Adelante, querida.
-¿Eres aralio?
Me mira fijamente y un destello
de inteligencia cruza sus pupilas.
-Cada cosa a su tiempo,
querida Lyx. Primero debéis cenar, recuperar fuerzas. Lleváis dos
días durmiendo.
Capítulo 22
Ha pasado una semana desde la
desaparición de la princesa, de la presa Lyx y del sargento Blood.
El pueblo ignora ésto, solo un pequeño grupo de huérfanos conoce
el paradero de los jóvenes y el fin de su cruzada.
Su Majestad, nerviosa y
preocupada por su hija, hace llamar al mejor espía de Arala: Shadow.
-Majestad, ¿me ha mandado
llamar?
-Sí, Shadow. Necesito de sus
servicios.
-Haría cualquier cosa por
usted, Majestad.
-Gracias por su lealtad y
devoción. Estoy segura de que mi hija, deseosa de evitar una guerra
inevitable pero demasiado inexperta e ilusa como para aceptarlo, ha
liberado con ayuda del sargento Blood a la presa llamada Lyx. Juntos
habrán bajado a Pryon, país responsable de los recientes atentados.
Os pido que vayáis tras ellos, que le sigáis la pista y que, si los
encontráis, traigáis a mi hija sana y salva.
-¿Y qué hago con los demás?
-Ojalá no se dé el caso
pero si fuera necesario, déjelos atrás, son prescindibles.
-Sí, Majestad. Haré todo
cuanto usted ha ordenado.
Así, esa misma noche, Shadow,
una amenaza sigilosa y mortífera, desciende a Pryon preparada para
buscar a la princesa Rothian. El brillo púrpura de sus ojos y una
sonrisa asesina bailan en la noche.
Capítulo 23
-¿¡Dos días!? -Preguntamos
todos prácticamente al unísono.
-En efecto. Tengo curiosidad
por saber qué hacíais ahí arriba con esas plantas carnívoras.
-¿Plantas carnívoras? -
pregunta Jake.
-Esas lianas que os
intentaron estrangular. Lyx e Ishtral tendrán el cuello, el tronco y
los brazos amoratados por la presión que ejercen. Trabajan así:
primero atan a sus víctimas a los árboles y los van estrujando.
Como una serpiente. Una vez inconscientes o incluso muertos por
asfixia, se comen a su presa. Ésa es la razón de que no haya ningún
ser vivo ahí fuera. Han muerto y los pocos que quedaron, huyeron.
Por eso yo me escondo aquí con mis preciosas ratitas.
-¿Y dónde es aquí? -quiero
saber.
-Pues aquí es aquí ergo no
es allí. Yo estoy aquí, en esta silla, y tú allí, en esa cama, y
aún así, ambos estamos aquí.
Ante la expresión de confusión
de nuestras caras, Kitz suelta una risotada y deja los juegos de
palabras.
-Estáis en mi casa, a varias
decenas de metros bajo tierra. La superficie no es segura.
-De acuerdo, pero, ¿por qué
quedarse aquí?, ¿por qué no irse a otro lugar más seguro?
-Rothian habla lentamente, castigada por el dolor punzante.
-Porque este pantano, perdido
en el corazón de un enorme bosque, es el único lugar seguro.
Sus ojos se tornaron más
oscuros y tristes y se adueñó de la sala el silencio. Fue Ishtral
quien decidió hablar.
-¿A qué te refieres con que
éste es el único lugar seguro?
-Me refiero a que, por estas
plantas carnívoras, éste es el único lugar de Pryon que el Rey no
ha destrozado. Ese hombre es sanguinario, malvado. No le importa
nadie en absoluto excepto él mismo. Ni siquiera su hijo, que es
igual que su padre. Ha implantado un régimen de terror. La basura
inunda las calles, los impuestos aumentan cada día, las gentes no
tienen qué comer y muchos mueren de hambre. Nadie puede alzar la voz
para decir algo que vaya en contra de la familia real o es apresado,
torturado y ejecutado en público. Además, gracias a él se ha
implantado en todos un profundo sentimiento de odio hacia el país
vecino, Arala. Ha hecho creer a todos que la escasez de dinero, el
hambre, las muertes... todo se debe a los aralios. No tiene sentido
pero la gente desesperada cree cualquier cosa. Él lo sabe y se
aprovecha.
-Y ese odio generalizado a
los aralios también te obliga a esconderte aquí, ¿verdad Kitz? Tú
también eres aralio. Tu pelo y ojos... No has nacido aquí en Pryon
-añado.
Él me mira con su
característica mirada sagaz y asiente.
-En efecto. Nací en Arala
hace tantos años que ya he perdido la cuenta. Llevo vivo más de
cien años, demasiados a pesar de lo que pueda aparentar.
-¿Y qué haces en Pryon? -es
Jake quien formula la pregunta.
-Vaya, sois unos chicos muy
curiosos -sonríe-. Me gusta. Voy a contaros algo que os va a costar
creer pero que yo viví.
“Hace mucho, mucho tiempo, las
relaciones entre Pryon y Arala eran excelentes. Había muchos Aralios
aquí en Pryon y viceversa. Mi familia emigró a este país y desde
entonces, sigo aquí. No obstante, cuando la Reina aralia de entonces
murió, le sucedió su hijo en el trono. Era un hombre hipócrita y
repugnante que no soportaba la idea de que su país estuviera
contaminado por “sucios pryoranos”. Cada noche mandaba a sus
secuaces a asesinar pequeños grupos de habitantes de Pryon que
vivían en Arala. A la mañana siguiente, organizaba bellos funerales
para todos y lloraba como si de verdad lo sintiera. La tragedia se
sucedía cada noche y las ceremonias por los muertos presididas por
el Rey, continuaban. Era un baile de máscaras continuo. Fue entonces
cuando ya no se pudo aguantar más esa situación y un grupo de
pryoranos, aún no se sabe cómo lo hicieron, se colaron en palacio y
mataron al rey mientras dormía. Sinceramente, no sentí su muerte.
Fue a partir de ese momento cuando las relaciones entre Arala y Pryon
murieron. Cada uno volvió a su respectivo país y, a pesar de que se
evitó la guerra, se estableció una paz armada y un profundo odio el
uno hacia el otro.”
Todos callamos, nadie quiere
creer lo que acabamos de oír. Rothian se abraza y tiembla. Las
lágrimas bañan las vendas que cubren su nariz.
-Fuimos nosotros -dice en un
susurro-. Nosotros provocamos esta situación... fue mi familia.
-Exacto, tu familia Rothian,
no tú. Precisamente tú has viajado hasta aquí para entablar algún
tipo de relación pacífica- le digo intentando consolarla.
-Estaba en lo cierto, eres la
princesa Rothian. Esas pecas azules te delatan.
-Dirás lo que queda de ellas
-dice ella amargamente.
Kitz la mira fijamente y se
levanta dando un salto.
-Hora de cambiar las vendas.
Los que no tengan cicatrices, que salgan- ordena nuestro pequeño
hospedador.
Ishtral y yo salimos agachados
de la habitación. Caminamos en silencio hasta la puerta de salida de
la casa y la abro. Fuera hay una explanada subterránea alumbrada por
decenas de pequeños faroles. Al fondo se ve una chimenea, una
especie de conducto que lleva a la superficie custodiado por unas
cien ratas. No sé donde estarán el resto de aquella marabunta de
ratas y, si soy sincera, no me importa.
Estoy absorta en mis
pensamientos hasta que Ishtral habla.
-Gracias.
-¿Por?
-Por salvarme de esas lianas.
Aún así, la próxima vez, déjame. Fui una carga y si un soldado no
sirve, se deja atrás.
Le miro muy seria y añado con
acritud que ésto no es el ejército. Que no voy a abandonarlo nunca.
Él sonríe con esa media
sonrisa que me encanta.
-¿Nunca? Eso es mucho
tiempo. Te cansarás de mí antes.
-No me pongas a prueba, Bobo
Real -él ríe cuando digo eso.
Comienzo a andar para ver cuán
grande es aquel espacio excavado en la roca cuando Ishtral toma mi
mano y me gira hacia él. Un leve rubor marca sus facciones
perfectas.
-También siento...
-¿El qué?
-El abrazo -retira la mirada
y sonrío. Alzo los brazos y le agarro las mejillas girando su cara
hacia mí.
-Bueno, no pasa nada, un
momento de debilidad lo tiene cualquiera. Además, te he salvado la
vida, entiendo que no pudieras resistirte a mis encantos femeninos –
me acerco y le planto un beso en la mejilla al frío y estoico
sargento Blood.
-Ya, las palabras “Lyx” y
“femenina” no encajan demasiado bien en la misma frase -dice,
divertido por la situación, solo se relaja y deja ver su verdadero
yo cuando estamos los dos solos. No sé por qué pero eso me gusta.
-¿Ah si? ¿a que llamo a una
de esas plantitas para que te den un masaje?
Empiezo a correr y él viene
tras de mí. Al final, cuando me atrapa, tropieza y me caigo sobre
él.
-¿Qué intentas, Lyx?,
pensaba que eras más tímida.
Al decir eso pone una expresión
provocativa y me guiña el ojo. Yo, avergonzada, saco la lengua a
modo de burla pero no me quito de encima. Nos reímos sinceramente
por primera vez en meses. En ese momento sale Jake.
-¿Qué pasa aquí? -dice en
un tono grave, amenazador.
Ishtral sonríe. Intento
levantarme pero éste me atrae hacia sí y me abraza. La imagen ahora
es de los dos en el suelo y yo, atrapada entre los brazos del
sargento, que cubren mi boca para que no hable.
-Nada Jake, estamos
perfectamente bien -lo mira con una expresión angelical.
Mi amigo aprieta los puños, se
acerca a nosotros, coge mi brazo y me levanta de un tirón haciéndome
daño. Suelto un pequeño grito. Ishtral se endereza rápidamente.
-Ten cuidado imbécil -dice
el sargento muy serio
-No la toques- Jake está en
tensión, preparado para atacar. Sé lo que va a pasar.
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