Capítulo 18
Los cuatro estamos volando
juntos. Escogemos un bosque de las afueras de Pryon para aterrizar.
Un espeso banco de niebla coopera haciendo invisible nuestra
presencia.
El lugar en el que nos
encontramos no está demasiado lejos de la capital de Pryon, del rey
y del asesino de Pete. Aún así, hay un largo camino por delante. A
diferencia de Arala, Pryon es un país rico, grande y de los más
poderosos.
El rey lo gobierna con mano
dura, sin piedad. Las gentes le temen y obedecen sin rechistar. A
pesar de la riqueza, es el país donde más hambre se pasa. Siempre
en penumbra, como un eterno día nublado de invierno. Así es Pryon
por estar Arala encima recibiendo los besos del sol. Es ahí donde
radica la enemistad entre ambos países.
Nos quitamos las mochilas. Jake
e Ishtral comienzan a cavar varios agujeros donde esconderlas puesto
que son demasiado voluminosas como para llevarlas con nosotros,
además, nos delatarían. Si se supiera que somos aralios, nadie
querría darnos alojamiento ni cualquier tipo de ayuda. Los Pryoranos
son así: desconfiados, oscuros, cínicos.
Una vez ocultas nuestras
mochilas, trazamos un plan: en el primer pueblo al que llegáramos,
robaríamos unas capas para esconder nuestros rasgos aralios. Con
ésto, me refiero a las pecas azuladas de Rothian y al pelo color
sangre y los ojos dorados de Ishtral. Jake y yo podríamos pasar por
Pryoranos (aunque odie admitirlo). El cabello de Jake es del color
del trigo y sus ojos grises, como la plata fundida. Por mi parte, mi
pelo color café no llamaría la atención, aunque debería tener
cuidado con mis ojos ya que, a pesar de ser de color miel, cuando me
enfado adquieren tonos anaranjados.
En Pryon son todos copias,
aburridas y monótonas. Sus árboles son marrones y verdes, los
edificios, de piedra y adobe. Se mueven utilizando enormes carromatos
tirados por exhaustos animales. Sus ropas están desgarradas y
siempre son iguales. Sus ojos apenas brillan y su pelo, sucio y
grasiento, es lacio y de los mismos colores para todos. Por todo
ésto, los aralios son objeto de burla; para esconder la profunda
envidia que siente uno de los países más poderosos de la pequeña
Arala.
Emprendemos la marcha por el
denso bosque, oscuro y resbaladizo. A mi lado va Ishtral, tan serio
como siempre, con los hombros tensos y la cabeza alta. Por delante de
nosotros va Rothian hablando con Jake. No oigo muy bien de qué
hablan pero creo que ella le está explicando costumbres Pryoranas.
El sargento Blood y yo vamos en
silencio, sin mirarnos. Simplemente sintiendo la presencia del otro.
El bosque va siendo cada vez más
oscuro y espeso a medida que nos acercamos a su corazón. Un extraño
olor ataca mis fosas nasales, como a humedad. Puede que nos estemos
acercando a un pantano. Una de las rocas que piso es muy resbaladiza
y casi caigo al suelo, es la mano de Ishtral la que impide mi caída.
Jake y Rothian miran hacia
atrás, alarmados al oírme gritar. Les hago un gesto con la cabeza
para hacerles saber que no ocurre nada, simplemente ha sido un
traspiés.
Sin embargo, al ayudarme Ishtral
me ha hecho hacer algunos movimientos más bruscos con la cabeza por
lo que ahora los arañazos me arden en las venas del cuello y me
siento un poco mareada. Me llevo la mano a las heridas, detalle que
no escapa a Ishtral.
-¿Qué te pasa en el cuello?
-No es nada, no te preocupes
-Ya, claro, y yo me lo creo.
Enséñamelo.
Jake y Rothian se habían
adelantado un poco, lo justo para que oiga sus voces pero no los vea
en este laberinto arbóreo.
-He dicho que no es nada.
Déjame, Ishtral -intento que mi voz suene firme y, aunque lo
consigo, él no se rinde.
-Lyx, te lo digo por última
vez, déjame ver tu cuello.
-¿Qué quieres hacerle a una
joven e inofensiva huérfana? -quiero que olvide mi cuello. Está
empezando a resultar muy molesto y yo odio las molestias.
-Sinceramente, creo que eres
la persona menos inofensiva que existe.
Al decir ésto, aprisiona una de
mis muñecas con su mano derecha y la pone en mi espalda para
inmovilizarme. Con la otra mano, desata el nudo de la blusa hasta
dejar a la vista la carne del cuello, clavícula y hombros. Le veo
abrir mucho los ojos durante una milésima de segundo para luego
recuperar su máscara de impasibilidad.
-¿Cómo te has hecho esas
heridas? No son del día del desfile puesto que cuando te curamos
tenías magulladuras por todo el cuerpo pero no éstas. Además, son
recientes.
-Me caí del tejado cuando
buscaba a Luy y me arañé con una valla metálica -mi voz suena
ronca.
-Lyx, esas heridas están
negras -la preocupación que intenta disimular me pone nerviosa.
-Se habrá infectado.
-Lyx, ¿quieres que crea que
tú, Reina de la zona sur de Arala, te has caído de un tejado?
¿Acaso no recuerdas que te perseguí? Te he visto correr y me cuesta
mucho creer que te tropezaras y te cayeras con la mala suerte de
arañarte el cuello con una valla metálica.
Siento la herida latir y una voz
en mi mente que dice “es muy molesto, haz que se calle de una vez”
-Bueno, pues fue así.
-Lyx...
-Sargento Blood, he dicho que
ocurrió así y punto. No voy a seguir hablando de un simple arañazo.
-Te dije que me llamaras
Ishtral -su voz suena más enfadada y el oro de sus ojos relampaguea.
-Y yo te dije que dejaras el
tema.
-De acuerdo, te caíste y te
arañaste. Supongo que les pasa incluso a las mejores.
Aunque diga eso, sé que no me
cree. Es demasiado inteligente como para creerse mis mentiras. Acaba
de admitir eso para zanjar la discusión.
-Exacto, gracias Ishtral -mi
voz suena burlona. No me siento yo, me siento más... poderosa. Me
gusta.
Capítulo 19
Ishtral y yo nos adelantamos
hasta alcanzar a Jake y Rothian. En cuanto nos ve, mi amigo se coloca
entre el sargento y yo. Ese gesto crea una media sonrisa de Ishtral
que me gusta más de lo que estoy dispuesta a admitir. Jake nota que
mis ojos se fijan en los de metal del sargento Blood y emite un
pequeño gruñido. Agarra mi mano y me hace seguirle.
Seguimos nuestro camino, los
árboles están cada vez más juntos por lo que tenemos que caminar
en fila. Una espesa niebla pesa sobre nuestras cabezas haciendo
imposible ver unos metros más adelante.
Siento los pies mojados y un
sudor frío baña mi frente.
A medida que avanzamos, en
silencio, vemos que los árboles tupidos y verdes se transforman en
troncos sin ninguna hoja, retorcidos y cuyas vetas forman rostros que
acechan. La escasa luz se vuelve grisácea, cargada.
Nos damos cuenta de que hemos
llegado a un inmenso pantano que ocupa el centro del bosque. Lo que
más me asusta es que, siendo un bosque, no se oye absolutamente
nada. Ni el viento, ni un insecto, ni pájaros... ni siquiera ranas
croando. Nada. Este pantano no es normal.
-Tened cuidado, puede que
hayas pozos de lodo o arenas movedizas -Advierte Ishtral que cierra
la comitiva.
-No hace falta que lo digas
-añade Jake con acritud.
No lo veo pero sé que ante ese
comentario, el sargento Blood está sonriendo. Le resultan muy
divertidos los celos de mi amigo.
Podríamos llevar horas andando,
puede que incluso haya pasado un día entero desde nuestra llegada.
No hay forma de saberlo puesto que en Pryon nunca es visible el sol y
la bruma reina en este interminable pantano.
Estamos cansados, bañados en
sudor, sucios por el barro y cada vez más confiados puesto que nada
ha pasado desde nuestra llegada. Puede que esta confianza sea la que
nos sentencie a muerte.
-¿Qué tal si paramos un
poco? No puedo más.
Rothian está pálida, es la que
menos resistencia física tiene de todos nosotros. Aún así, aunque
fuera la primera en decirlo, todos estamos agotados.
-De acuerdo. Mirad, justo
allí hay unas rocas. Ahí podremos sentarnos.
Una vez en las rocas nos
sentamos todos menos Ishtral. Está tenso.
-¿Pasa algo, sargento?
-pregunta débilmente la princesa.
-No se oye nada. Eso es una
anomalía. Estamos en un pantano, en un bosque, debería estar lleno
de pequeños animales y de insectos. En todo el camino no he oído ni
una mosca. No se me ha acercado ni una mísera libélula o un
mosquito sediento. Me preocupa este silencio sepulcral.
-Te preocupas demasiado, es
solo que este sitio es horrible, cuesta hasta respirar. Ningún ser
vivo querría vivir aquí.
La respuesta de Jake no consigue
calmar a Ishtral que sigue muy atento a los charcos de agua sucia que
nos rodean.
-Rothian, ¿puedo romper tu
vestido? -pregunto acercándome a ella.
-¿Para qué?
-La parte baja de tu ropa
está empapada y pesa mucho más, quizá por eso estás más cansada.
Es como si estuvieras cargando unas pesas atadas a los tobillos.
-Tienes razón, ayúdame.
Le cojo sin preguntar la daga de
mango dorado a Ishtral (la daga con la que atravesó mi manzana el
día que nos conocimos) y le rasgo las ropas a Rothian dejando el
largo de su vestido a la altura de las rodillas. Veo que Jake,
disimuladamente, fija su vista en las largas y finas piernas de la
princesa.
-Listo, verás como ahora te
cuesta menos caminar.
-Gracias, Lyx. No os
preocupéis por mí, ya podemos seguir.
Dicho y hecho, nos ponemos otra
vez en fila, esta vez, es Ishtral quien la encabeza seguido por mí.
Tras nosotros van Rothian y Jake. Creo que Jake ve a la princesa como
una muñeca de cristal que podría romperse en cualquier momento por
lo que tiene miedo de que le pase algo, claro, que también piensa
que es una muñeca preciosa. Debería entender que es más dura de lo
que aparenta.
Tan absorto va Jake en sus
propios pensamientos que pisa un montón de ramas secas cubiertas por
musgo. De repente, el terreno cede. Mi amigo grita, sorprendido por
la debilidad del suelo y Rothian agarra firmemente su mano.
Ishtral y yo intentamos correr
en su ayuda pero unas lianas se enrollan en nuestras extremidades.
Las plantas tiran de nosotros
atándonos al sargento y a mí en los troncos negruzcos de dos
árboles.
Del agujero del que cuelga Jake
comienzan a salir hordas de ratas, grandes, peludas y con los dientes
afilados y amarillentos. Invaden a mi amigo y escalan por las piernas
de Rothian, mordiéndola, arañándola. Ella no suelta su mano. De su
garganta se escapan gritos de dolor, siente a los roedores agarrar su
busto y subir hincando sus uñas en el cuello. Una sensación de
asfixia y náuseas la ataca y agobia. Jake, sintiendo lo mismo que
ella, levanta una mano llena de marcas sangrientas de dientes y se
libera del agarre de Rothian. Si ella lo suelta podría defenderse de
los animales.
-¡JAKE! ¡NO!
Cuando él se suelta, Rothian
cae al suelo, pataleando y luchando. Siente los colmillos hediondos
clavarse en sus mejillas y frente y las patitas enredarse en sus
bucles. No puede gritar, las colas de las ratas la ahogan.
Jake se precipita por un
estrecho agujero hasta que ya no podemos oír sus gritos.
Ishtral intenta vencer la
presión de las lianas, que comienzan a enredarse en su cuello, pero
empieza a faltarle el aire.
La ramas escalan por mi cintura
buscando mi cuello. Cuando llegan a él y rozan mis heridas negras
como el carbón. Mis ojos se vuelven de un color ámbar oscuro.
Siento la ira reventar mi cabeza y una voz que me susurra “acaba
con todos, Lyx”. Levanto los ojos y veo en las ramas de un árbol
una enorme telaraña que sostiene ocho patas peludas y un cuerpo de
anciana. Sonríe mostrando su lengua larga y oscura.
Mis arañazos comienzan a
sangrar derramando un líquido viscoso y grisáceo sobre las ramas,
que comienzan a arder y reducir su tamaño al rozarlas mi sangre.
Capítulo 20
Con una fuerza que no sabía que
tenía libero mis manos de aquella planta que me aprisiona y cojo el
puñal de Ishtral, que aún tenía en mi poder desde que corté el
vestido de Rothian. Corto todas las lianas y caigo varios metros en
picado desde la copa del árbol al que estaba aprisionada por las
ramas.
Me levanto y miro a mi
alrededor: a Jake se lo ha tragado ese pozo sin fondo, Rothian lucha
por sobrevivir contra decenas de ratas demasiado grandes y demasiado
hambrientas, Ishtral empieza a perder la consciencia por la presión
que ejercen las lianas en su caja torácica y su cuello y yo no puedo
dividirme para ayudarlos a todos.
Decido socorrer primero al
sargento pues pienso que la princesa puede aguantar un poco más.
“Déjalos morir, Lyx. Son una
carga. Tu único objetivo es matar al arquero, ¿recuerdas?” la voz
de la anciana, que desde su red en el árbol observa cada uno de mis
movimientos resuena en mi mente. Tiemblo al pensar en ello. No voy a
abandonar a todos. Muevo mi cabeza rápidamente para eliminar esa
siniestra tentación.
-¡Aguanta Rothian!,
¡enseguida te ayudo!
Lo que consigo a modo de
respuesta son palabras ahogadas en una marabunta de ratas
enloquecidas.
Me engancho la daga en el
cinturón y comienzo a trepar. Gracias a haber vivido tantos años
entre casas derruidas, escapando de la Guardia Real, no tardo mucho
en llegar hasta el sargento. Me mira con las pupilas nubladas por la
falta de oxígeno. Mis ojos arden en tonos naranja, muestra de que
estoy furiosa y preocupada por la vida de mis amigos. Comienzo a
cortar las lianas que abrazan mortalmente a Ishtral y éstas se
abalanzan contra mí. Basta una mirada a esa planta para que mis
heridas latan y todas las ramas que iban a atacar retrocedan. El
sargento lo presencia todo casi inconsciente. Al cortar la que
oprimía su pecho, una bocanada de aire rancio entra en sus pulmones
devolviéndole parte de su energía. Cae sobre mí, como un peso
muerto. Estoy a punto de caer pero consigo agarrarme a una rama. Con
él en mi hombro, y a duras penas, alcanzo el suelo. Mientras dejo
que Ishtral recupere un poco el aliento, miro asustada a Rothian, que
ya no pelea. Corro hacia ella, gritando y con el puñal en la mano.
Mientras, el sargento, aún
mareado, saca su revólver y dispara hacia la marabunta de roedores
que ahogan a la joven hasta que se le agotan las balas.
No sé que voy a hacer, supongo
que, como siempre, improvisar.
Las ratas, saciadas de la carne
de la princesa, observan mi piel con hambre. Corren hacia mí. En ese
instante recuerdo que, de alguna forma, las marcas que dejó en mí
aquella araña asustaron a las lianas, quizá funcione también con
estos roedores. Paro en seco viendo cada vez más cerca a las ratas.
Alzo la daga y hundo la punta del arma en la herida de la clavícula.
Un dolor punzante recorre todos mis nervios y escupo un grito
desgarrador.
Saco el arma de mi carne. Caigo
de rodillas y muevo el puñal empapado de la sangre grisácea que
mana de esos arañazos hacia las ratas. Todas paran. El tiempo se
detiene y veo a más cien ratas atentas a los movimientos de mi mano.
Me levanto y los animales dan pasos hacia atrás. Yo avanzo y ellas
retroceden.
Lanzo la daga hacia el centro de
aquella masa amorfa de patas y colmillos ensartando a una que se
retuerce con espasmos de dolor. Todas las demás se van alejando y
huyen despavoridas en todas direcciones. En los segundos que dura la
huida de las ratas, la marca del puñal en mi clavícula ya ha
desaparecido.
Ishtral corre, ya casi
recuperado, a mi lado.
-¿Cómo has...?
-No hay tiempo, Rothian nos
necesita.
Mi tono de voz es firme y el
sargento me obedece. Corremos hacia ella.
Aún respira, se ha desmayado
por el dolor intenso de las mordeduras por todo su cuerpo. No hay
pedazo de piel de la princesa que no tenga la marca de los dientes de
las ratas. Su preciosa cara parece ahora un mosaico que hay que
recomponer, sus manos, antes finas y delgadas, ahora están hinchadas
y sanguinolentas. Su ropa, hecha jirones y todo ella, deshecha.
Ishtral se quita la chaqueta y
se la pone bajo la cabeza a modo de almohada. Yo trato de tocarla
pero con cada roce se estremece de dolor al acariciar sus heridas. La
princesa Rothian está irreconocible y desfigurada.
Lloro de impotencia y el
sargento me abraza para reconfortarme.
Entonces, oímos un silbido. Un
sonido claro y muy largo. Todas las ratas que antes había espantado
vuelven y ahora hay muchas más. Me echo a temblar, no puedo más.
Miro hacia arriba y la araña ha desaparecido. Cientos o incluso
miles de ratas nos atacan como una ola irrefrenable. Nos separan a
los tres y veo cómo introducen el cuerpo desprotegido de Rothian en
el pozo por el que había caído Jake. Intento moverme pero la
avalancha de roedores me lo impide.
Oigo a Ishtral llamarme mientras
que lo arrastran a él también a aquel agujero. La siguiente soy yo.
Intento luchar pero me es imposible, la cantidad de animales me ahoga
y simplemente me desmayo.
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