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lunes, 13 de junio de 2016

Capítulos 18, 19 y 20

Capítulo 18

Los cuatro estamos volando juntos. Escogemos un bosque de las afueras de Pryon para aterrizar. Un espeso banco de niebla coopera haciendo invisible nuestra presencia.
El lugar en el que nos encontramos no está demasiado lejos de la capital de Pryon, del rey y del asesino de Pete. Aún así, hay un largo camino por delante. A diferencia de Arala, Pryon es un país rico, grande y de los más poderosos.
El rey lo gobierna con mano dura, sin piedad. Las gentes le temen y obedecen sin rechistar. A pesar de la riqueza, es el país donde más hambre se pasa. Siempre en penumbra, como un eterno día nublado de invierno. Así es Pryon por estar Arala encima recibiendo los besos del sol. Es ahí donde radica la enemistad entre ambos países.
Nos quitamos las mochilas. Jake e Ishtral comienzan a cavar varios agujeros donde esconderlas puesto que son demasiado voluminosas como para llevarlas con nosotros, además, nos delatarían. Si se supiera que somos aralios, nadie querría darnos alojamiento ni cualquier tipo de ayuda. Los Pryoranos son así: desconfiados, oscuros, cínicos.
Una vez ocultas nuestras mochilas, trazamos un plan: en el primer pueblo al que llegáramos, robaríamos unas capas para esconder nuestros rasgos aralios. Con ésto, me refiero a las pecas azuladas de Rothian y al pelo color sangre y los ojos dorados de Ishtral. Jake y yo podríamos pasar por Pryoranos (aunque odie admitirlo). El cabello de Jake es del color del trigo y sus ojos grises, como la plata fundida. Por mi parte, mi pelo color café no llamaría la atención, aunque debería tener cuidado con mis ojos ya que, a pesar de ser de color miel, cuando me enfado adquieren tonos anaranjados.
En Pryon son todos copias, aburridas y monótonas. Sus árboles son marrones y verdes, los edificios, de piedra y adobe. Se mueven utilizando enormes carromatos tirados por exhaustos animales. Sus ropas están desgarradas y siempre son iguales. Sus ojos apenas brillan y su pelo, sucio y grasiento, es lacio y de los mismos colores para todos. Por todo ésto, los aralios son objeto de burla; para esconder la profunda envidia que siente uno de los países más poderosos de la pequeña Arala.
Emprendemos la marcha por el denso bosque, oscuro y resbaladizo. A mi lado va Ishtral, tan serio como siempre, con los hombros tensos y la cabeza alta. Por delante de nosotros va Rothian hablando con Jake. No oigo muy bien de qué hablan pero creo que ella le está explicando costumbres Pryoranas.
El sargento Blood y yo vamos en silencio, sin mirarnos. Simplemente sintiendo la presencia del otro.
El bosque va siendo cada vez más oscuro y espeso a medida que nos acercamos a su corazón. Un extraño olor ataca mis fosas nasales, como a humedad. Puede que nos estemos acercando a un pantano. Una de las rocas que piso es muy resbaladiza y casi caigo al suelo, es la mano de Ishtral la que impide mi caída.
Jake y Rothian miran hacia atrás, alarmados al oírme gritar. Les hago un gesto con la cabeza para hacerles saber que no ocurre nada, simplemente ha sido un traspiés.
Sin embargo, al ayudarme Ishtral me ha hecho hacer algunos movimientos más bruscos con la cabeza por lo que ahora los arañazos me arden en las venas del cuello y me siento un poco mareada. Me llevo la mano a las heridas, detalle que no escapa a Ishtral.
-¿Qué te pasa en el cuello?
-No es nada, no te preocupes
-Ya, claro, y yo me lo creo. Enséñamelo.
Jake y Rothian se habían adelantado un poco, lo justo para que oiga sus voces pero no los vea en este laberinto arbóreo.
-He dicho que no es nada. Déjame, Ishtral -intento que mi voz suene firme y, aunque lo consigo, él no se rinde.
-Lyx, te lo digo por última vez, déjame ver tu cuello.
-¿Qué quieres hacerle a una joven e inofensiva huérfana? -quiero que olvide mi cuello. Está empezando a resultar muy molesto y yo odio las molestias.
-Sinceramente, creo que eres la persona menos inofensiva que existe.
Al decir ésto, aprisiona una de mis muñecas con su mano derecha y la pone en mi espalda para inmovilizarme. Con la otra mano, desata el nudo de la blusa hasta dejar a la vista la carne del cuello, clavícula y hombros. Le veo abrir mucho los ojos durante una milésima de segundo para luego recuperar su máscara de impasibilidad.
-¿Cómo te has hecho esas heridas? No son del día del desfile puesto que cuando te curamos tenías magulladuras por todo el cuerpo pero no éstas. Además, son recientes.
-Me caí del tejado cuando buscaba a Luy y me arañé con una valla metálica -mi voz suena ronca.
-Lyx, esas heridas están negras -la preocupación que intenta disimular me pone nerviosa.
-Se habrá infectado.
-Lyx, ¿quieres que crea que tú, Reina de la zona sur de Arala, te has caído de un tejado? ¿Acaso no recuerdas que te perseguí? Te he visto correr y me cuesta mucho creer que te tropezaras y te cayeras con la mala suerte de arañarte el cuello con una valla metálica.
Siento la herida latir y una voz en mi mente que dice “es muy molesto, haz que se calle de una vez”
-Bueno, pues fue así.
-Lyx...
-Sargento Blood, he dicho que ocurrió así y punto. No voy a seguir hablando de un simple arañazo.
-Te dije que me llamaras Ishtral -su voz suena más enfadada y el oro de sus ojos relampaguea.
-Y yo te dije que dejaras el tema.
-De acuerdo, te caíste y te arañaste. Supongo que les pasa incluso a las mejores.
Aunque diga eso, sé que no me cree. Es demasiado inteligente como para creerse mis mentiras. Acaba de admitir eso para zanjar la discusión.
-Exacto, gracias Ishtral -mi voz suena burlona. No me siento yo, me siento más... poderosa. Me gusta.

Capítulo 19

Ishtral y yo nos adelantamos hasta alcanzar a Jake y Rothian. En cuanto nos ve, mi amigo se coloca entre el sargento y yo. Ese gesto crea una media sonrisa de Ishtral que me gusta más de lo que estoy dispuesta a admitir. Jake nota que mis ojos se fijan en los de metal del sargento Blood y emite un pequeño gruñido. Agarra mi mano y me hace seguirle.
Seguimos nuestro camino, los árboles están cada vez más juntos por lo que tenemos que caminar en fila. Una espesa niebla pesa sobre nuestras cabezas haciendo imposible ver unos metros más adelante.
Siento los pies mojados y un sudor frío baña mi frente.
A medida que avanzamos, en silencio, vemos que los árboles tupidos y verdes se transforman en troncos sin ninguna hoja, retorcidos y cuyas vetas forman rostros que acechan. La escasa luz se vuelve grisácea, cargada.
Nos damos cuenta de que hemos llegado a un inmenso pantano que ocupa el centro del bosque. Lo que más me asusta es que, siendo un bosque, no se oye absolutamente nada. Ni el viento, ni un insecto, ni pájaros... ni siquiera ranas croando. Nada. Este pantano no es normal.
-Tened cuidado, puede que hayas pozos de lodo o arenas movedizas -Advierte Ishtral que cierra la comitiva.
-No hace falta que lo digas -añade Jake con acritud.
No lo veo pero sé que ante ese comentario, el sargento Blood está sonriendo. Le resultan muy divertidos los celos de mi amigo.
Podríamos llevar horas andando, puede que incluso haya pasado un día entero desde nuestra llegada. No hay forma de saberlo puesto que en Pryon nunca es visible el sol y la bruma reina en este interminable pantano.
Estamos cansados, bañados en sudor, sucios por el barro y cada vez más confiados puesto que nada ha pasado desde nuestra llegada. Puede que esta confianza sea la que nos sentencie a muerte.
-¿Qué tal si paramos un poco? No puedo más.
Rothian está pálida, es la que menos resistencia física tiene de todos nosotros. Aún así, aunque fuera la primera en decirlo, todos estamos agotados.
-De acuerdo. Mirad, justo allí hay unas rocas. Ahí podremos sentarnos.
Una vez en las rocas nos sentamos todos menos Ishtral. Está tenso.
-¿Pasa algo, sargento? -pregunta débilmente la princesa.
-No se oye nada. Eso es una anomalía. Estamos en un pantano, en un bosque, debería estar lleno de pequeños animales y de insectos. En todo el camino no he oído ni una mosca. No se me ha acercado ni una mísera libélula o un mosquito sediento. Me preocupa este silencio sepulcral.
-Te preocupas demasiado, es solo que este sitio es horrible, cuesta hasta respirar. Ningún ser vivo querría vivir aquí.
La respuesta de Jake no consigue calmar a Ishtral que sigue muy atento a los charcos de agua sucia que nos rodean.
-Rothian, ¿puedo romper tu vestido? -pregunto acercándome a ella.
-¿Para qué?
-La parte baja de tu ropa está empapada y pesa mucho más, quizá por eso estás más cansada. Es como si estuvieras cargando unas pesas atadas a los tobillos.
-Tienes razón, ayúdame.
Le cojo sin preguntar la daga de mango dorado a Ishtral (la daga con la que atravesó mi manzana el día que nos conocimos) y le rasgo las ropas a Rothian dejando el largo de su vestido a la altura de las rodillas. Veo que Jake, disimuladamente, fija su vista en las largas y finas piernas de la princesa.
-Listo, verás como ahora te cuesta menos caminar.
-Gracias, Lyx. No os preocupéis por mí, ya podemos seguir.
Dicho y hecho, nos ponemos otra vez en fila, esta vez, es Ishtral quien la encabeza seguido por mí. Tras nosotros van Rothian y Jake. Creo que Jake ve a la princesa como una muñeca de cristal que podría romperse en cualquier momento por lo que tiene miedo de que le pase algo, claro, que también piensa que es una muñeca preciosa. Debería entender que es más dura de lo que aparenta.
Tan absorto va Jake en sus propios pensamientos que pisa un montón de ramas secas cubiertas por musgo. De repente, el terreno cede. Mi amigo grita, sorprendido por la debilidad del suelo y Rothian agarra firmemente su mano.
Ishtral y yo intentamos correr en su ayuda pero unas lianas se enrollan en nuestras extremidades.
Las plantas tiran de nosotros atándonos al sargento y a mí en los troncos negruzcos de dos árboles.
Del agujero del que cuelga Jake comienzan a salir hordas de ratas, grandes, peludas y con los dientes afilados y amarillentos. Invaden a mi amigo y escalan por las piernas de Rothian, mordiéndola, arañándola. Ella no suelta su mano. De su garganta se escapan gritos de dolor, siente a los roedores agarrar su busto y subir hincando sus uñas en el cuello. Una sensación de asfixia y náuseas la ataca y agobia. Jake, sintiendo lo mismo que ella, levanta una mano llena de marcas sangrientas de dientes y se libera del agarre de Rothian. Si ella lo suelta podría defenderse de los animales.
-¡JAKE! ¡NO!
Cuando él se suelta, Rothian cae al suelo, pataleando y luchando. Siente los colmillos hediondos clavarse en sus mejillas y frente y las patitas enredarse en sus bucles. No puede gritar, las colas de las ratas la ahogan.
Jake se precipita por un estrecho agujero hasta que ya no podemos oír sus gritos.
Ishtral intenta vencer la presión de las lianas, que comienzan a enredarse en su cuello, pero empieza a faltarle el aire.
La ramas escalan por mi cintura buscando mi cuello. Cuando llegan a él y rozan mis heridas negras como el carbón. Mis ojos se vuelven de un color ámbar oscuro. Siento la ira reventar mi cabeza y una voz que me susurra “acaba con todos, Lyx”. Levanto los ojos y veo en las ramas de un árbol una enorme telaraña que sostiene ocho patas peludas y un cuerpo de anciana. Sonríe mostrando su lengua larga y oscura.
Mis arañazos comienzan a sangrar derramando un líquido viscoso y grisáceo sobre las ramas, que comienzan a arder y reducir su tamaño al rozarlas mi sangre.

Capítulo 20

Con una fuerza que no sabía que tenía libero mis manos de aquella planta que me aprisiona y cojo el puñal de Ishtral, que aún tenía en mi poder desde que corté el vestido de Rothian. Corto todas las lianas y caigo varios metros en picado desde la copa del árbol al que estaba aprisionada por las ramas.
Me levanto y miro a mi alrededor: a Jake se lo ha tragado ese pozo sin fondo, Rothian lucha por sobrevivir contra decenas de ratas demasiado grandes y demasiado hambrientas, Ishtral empieza a perder la consciencia por la presión que ejercen las lianas en su caja torácica y su cuello y yo no puedo dividirme para ayudarlos a todos.
Decido socorrer primero al sargento pues pienso que la princesa puede aguantar un poco más.
Déjalos morir, Lyx. Son una carga. Tu único objetivo es matar al arquero, ¿recuerdas?” la voz de la anciana, que desde su red en el árbol observa cada uno de mis movimientos resuena en mi mente. Tiemblo al pensar en ello. No voy a abandonar a todos. Muevo mi cabeza rápidamente para eliminar esa siniestra tentación.
-¡Aguanta Rothian!, ¡enseguida te ayudo!
Lo que consigo a modo de respuesta son palabras ahogadas en una marabunta de ratas enloquecidas.
Me engancho la daga en el cinturón y comienzo a trepar. Gracias a haber vivido tantos años entre casas derruidas, escapando de la Guardia Real, no tardo mucho en llegar hasta el sargento. Me mira con las pupilas nubladas por la falta de oxígeno. Mis ojos arden en tonos naranja, muestra de que estoy furiosa y preocupada por la vida de mis amigos. Comienzo a cortar las lianas que abrazan mortalmente a Ishtral y éstas se abalanzan contra mí. Basta una mirada a esa planta para que mis heridas latan y todas las ramas que iban a atacar retrocedan. El sargento lo presencia todo casi inconsciente. Al cortar la que oprimía su pecho, una bocanada de aire rancio entra en sus pulmones devolviéndole parte de su energía. Cae sobre mí, como un peso muerto. Estoy a punto de caer pero consigo agarrarme a una rama. Con él en mi hombro, y a duras penas, alcanzo el suelo. Mientras dejo que Ishtral recupere un poco el aliento, miro asustada a Rothian, que ya no pelea. Corro hacia ella, gritando y con el puñal en la mano.
Mientras, el sargento, aún mareado, saca su revólver y dispara hacia la marabunta de roedores que ahogan a la joven hasta que se le agotan las balas.
No sé que voy a hacer, supongo que, como siempre, improvisar.
Las ratas, saciadas de la carne de la princesa, observan mi piel con hambre. Corren hacia mí. En ese instante recuerdo que, de alguna forma, las marcas que dejó en mí aquella araña asustaron a las lianas, quizá funcione también con estos roedores. Paro en seco viendo cada vez más cerca a las ratas. Alzo la daga y hundo la punta del arma en la herida de la clavícula. Un dolor punzante recorre todos mis nervios y escupo un grito desgarrador.
Saco el arma de mi carne. Caigo de rodillas y muevo el puñal empapado de la sangre grisácea que mana de esos arañazos hacia las ratas. Todas paran. El tiempo se detiene y veo a más cien ratas atentas a los movimientos de mi mano. Me levanto y los animales dan pasos hacia atrás. Yo avanzo y ellas retroceden.
Lanzo la daga hacia el centro de aquella masa amorfa de patas y colmillos ensartando a una que se retuerce con espasmos de dolor. Todas las demás se van alejando y huyen despavoridas en todas direcciones. En los segundos que dura la huida de las ratas, la marca del puñal en mi clavícula ya ha desaparecido.
Ishtral corre, ya casi recuperado, a mi lado.
-¿Cómo has...?
-No hay tiempo, Rothian nos necesita.
Mi tono de voz es firme y el sargento me obedece. Corremos hacia ella.
Aún respira, se ha desmayado por el dolor intenso de las mordeduras por todo su cuerpo. No hay pedazo de piel de la princesa que no tenga la marca de los dientes de las ratas. Su preciosa cara parece ahora un mosaico que hay que recomponer, sus manos, antes finas y delgadas, ahora están hinchadas y sanguinolentas. Su ropa, hecha jirones y todo ella, deshecha.
Ishtral se quita la chaqueta y se la pone bajo la cabeza a modo de almohada. Yo trato de tocarla pero con cada roce se estremece de dolor al acariciar sus heridas. La princesa Rothian está irreconocible y desfigurada.
Lloro de impotencia y el sargento me abraza para reconfortarme.
Entonces, oímos un silbido. Un sonido claro y muy largo. Todas las ratas que antes había espantado vuelven y ahora hay muchas más. Me echo a temblar, no puedo más. Miro hacia arriba y la araña ha desaparecido. Cientos o incluso miles de ratas nos atacan como una ola irrefrenable. Nos separan a los tres y veo cómo introducen el cuerpo desprotegido de Rothian en el pozo por el que había caído Jake. Intento moverme pero la avalancha de roedores me lo impide.
Oigo a Ishtral llamarme mientras que lo arrastran a él también a aquel agujero. La siguiente soy yo. Intento luchar pero me es imposible, la cantidad de animales me ahoga y simplemente me desmayo.

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