Capítulo 15
El aliento de aquel ser invade
mis fosas nasales causándome unas náuseas irrefrenables. Estoy
paralizada de miedo y mi garganta solo emite unos extraños gorjeos.
No puedo gritar. No puedo huir.
-¿Ahora qué pequeña Lyx?
-dice con una voz mucho más grave que en su forma de anciana-
¿Sigues pensando que eres inocente? Eres una asesina. La causa de
que tu hermano sea huérfano.
-No... No quería... A ella
no...- eran susurros lo que salían de mi boca seca.
-Oh, perdón, he cometido un
error. Eres la causa de que tu hermano fuera huérfano. Él
también ha muerto, ¿y por qué?: Por tu culpa. Por no haber sabido
detener a ese arquero. Eres tan inútil, Lyx.
Estoy dolida, asustada,
desbordada. Aquella inmensa araña aprieta mi cuello hasta que mis
ojos se enrojecen y hace unos pequeños arañazos en mi cuello y
clavícula. Me gira la cabeza y en un extremo de la telaraña veo a
Pete semi-envuelto en un capullo. Me mira con los ojos desorbitados y
me señala.
-Fue tu culpa. Morí por tu
culpa. No hiciste nada por mí. Te odio.
Sus palabras me hieren en lo más
profundo y siento como si me desplomara por un precipicio oscuro, sin
fondo.
-Por tu culpa crecí sin
padres que me quisieran. Por tu culpa no amé a nadie y nadie me
quiso. Por tu culpa morí solo.
-¡No! Pete, eso es mentira.
Yo te he querido y lo sigo haciendo. Y sí que has amado, ¿qué hay
de Luy?
-¿Quién es Luy?
Un momento, acaba de preguntar
quién es Luy. El Pete que yo conozco jamás olvidaría a esa
pequeña. Él tampoco me echaría en cara la muerte de nuestra madre
por muy responsable que fuera ni tampoco pensaría que ha muerto solo
puesto que lo sostuve entre mis brazos hasta que su cuerpo se enfrió.
-Cántame la nana de mamá
-digo temblando.
-¿Por qué? ¿para que te
sientas mejor? Oh no, hermanita. No voy a cantarte ninguna estúpida
canción de cuna.
No me hace falta hablar más. Él
jamás diría que la nana de mamá es estúpida. Aparto con esfuerzo
la mirada de mi hermano y veo al enorme arácnido moviendo unos hilos
delgadísimos que están unidos al cuello del falso Pete. Ése no es
mi hermano. Me concentro y siento la ira quemando mis venas. Ese
extraño ser no solo ha usado mi propio sentimiento de culpa contra
mí, sino que además ha deformado el precioso recuerdo que tengo de
mi hermano. Me ha hecho dudar de mí misma y, lo que es peor, de
Pete.
Alzo una mirada furibunda y
asesto una gran patada justo en el abdomen del arácnido haciéndolo
retorcerse de dolor. De mi vista desaparece el capullo en que se
hallaba preso “Pete”. Mis muñecas también se ven liberadas de
aquellos finos hilos. Caigo al suelo y frente a mí, toda la telaraña
se ha vuelto a transformar en miles de hojas unidas por puntadas. Lo
único que aún queda es la araña. Se acerca hacia mí con los ojos
completamente negros. Puedo jurar que veo mi propia muerte reflejada
en la negrura de sus pupilas.
Golpea el árbol que está
detrás de mí y, aunque me agacho, con otra de sus patas me lanza
por los aires pateándome el costado. Siento arcadas y me doblo de
dolor. Ni siquiera puedo respirar cuando veo que la alimaña vuelve a
acercarse. Me pongo en pie y corro directa hacia ella a toda prisa.
Mueve su cabeza buscándome. Ruedo bajo su impresionante y peludo
abdomen. Cojo una de las agujas que usaba cuando estaba disfrazada de
anciana. Con ella en la mano, escalo por una de sus patas traseras.
El tacto de su pelaje en mis manos es asqueroso. No obstante, debo
agarrarme fuertemente puesto que no para de revolverse para tirarme
de su espalda. A duras penas llego hasta su cabeza y clavo la aguja
en su cuello lo más hondo que puedo. Un grito atronador me revienta
los tímpanos y yo también chillo. Salgo despedida de su espalda por
los espasmos del arácnido mientras que un líquido viscoso y
grisáceo sale a borbotones de la reciente herida y tiñe mi ropa.
La araña sufre algunas
convulsiones y vuelve a ser la esperpéntica anciana de antes.
Lentamente, arranca la aguja de
su cuello y recoge la otra. Luego vuelve a sentarse inclinándose
hacia delante y hacia atrás.
-No te preocupes, mi linda
Lyx, ha sido la primera vez que me ves, pero no será la última.
Sonríe y lame sus labios con
una lengua negruzca y putrefacta. Caigo al suelo, agotada, limpio el
sudor frío que ensucia mis pestañas y cuando vuelvo a alzar la
vista, ella ya no está. No hay árbol, ni hojas cosidas a otras. No
estoy manchada de sangre. Ha desaparecido la anciana con sus agujas y
ha terminado mi pesadilla.
Miro al cielo para ver la
posición de la luna. Lo que para mí ha sido eterno, apenas ha
durado unos minutos.
Capítulo 16
Tengo ganas de tumbarme en el
suelo y descansar. De cerrar los ojos y fingir que Pete sigue vivo,
que no acabo de matar a una araña enorme para que luego ésta
desaparezca. Aún así, la vida no es ningún cuento de hadas. No va
a venir un príncipe azul a salvarme. Vuelvo a acercarme al río, me
agacho para lavarme la cara y, de paso, despejarme un poco. El agua
corriendo por mi cuello es refrescante hasta que empieza a escocerme
el cuello. Los arañazos que me había hecho aquella araña me
duelen. Cuando me giro, dispuesta a seguir en busca de Luy, la veo
mirándome y con un trozo de tela envolviendo su boca y nariz.
-¡Luy! Te estaba buscando,
pequeña.
-¡Lyx!, ¡corre, vámonos!
-parece asustada y temo que aquel arácnido con apariencia humana la
hubiera atacado también a ella.
-¿Por qué? ¿Qué pasa?
-Te lo explico por el camino,
por favor, vámonos de aquí- su tono suplicante y la forma en que
tiraba de mi mano me convencen.
Las dos caminamos ya por la
ruinosa zona sur que había sido nuestro hogar hasta los últimos
meses.
-¿Estás bien, Lyx?, ¿has
visto algo raro?
-¿Qué?, ¿es que tú no has
visto a la señora mutante que se convierte en araña?
-Lo suponía.
-Explícate, Luy.
-Por esa zona hay que pasar
tapándose la nariz y la boca. Está llena de unas flores que brillan
atrayéndote hasta ellas y cuyo aroma te hace ver lo que más temes y
enfrentarte a ello. Yo ya lo sé, pero la primera vez que pasé, vi
un enjambre de mariposas hambrientas de carne humana... y sabes el
miedo que me dan esos bichos. ¿Tú dices que has visto una araña?
No me extraña, siempre les has tenido fobia, pero no te preocupes,
solo era una ilusión.
Me llevo inconscientemente las
manos al cuello. Si había sido una ilusión, ¿cómo es que las
heridas eran reales?, ¿y cómo es que me dolían tanto unos simples
arañazos? No le dije nada a Luy para no asustarla pero le advertí
que evitara pasear por allí.
Nos sentamos juntas en el tejado
del que había sido mi hogar y le cuento que me debo marchar para
vengar la muerte de mi hermano. Le cuento sobre Jake, el Sargento
Blood y la princesa Rothian. Cuando menciono a la princesa se le
abren mucho los ojos en señal de admiración. Luy siempre dice que
quiere ser tan guapa como Rothian.
Tras abrazos, besos y alguna
lágrima corro hasta el bosque de la zona norte donde me esperan mis
amigos. Los arañazos laten en mi cuello y clavícula.
Capítulo 17
Corro lo más rápido que puedo
y entre las ramas de los árboles entreveo la melena rizada de
Rothian. Cómo si hubiera percibido mi presencia, se gira justo en mi
dirección y sonríe aliviada.
-¡Lyx! Al fin llegas,
estábamos preocupados.
Ishtral y Jake se acercan a mí,
que trato de recuperar el aliento.
-¿Estás bien?, ¿por qué
has tardado tanto?- Jake estaba muy preocupado por mi tardanza.
-Lo más seguro es que se
haya perdido. Torpe -añade Ishtral secamente recibiendo una mirada
asesina por parte de Jake.
-Sargento, estás mucho más
guapo calladito -contesto.
-No te preocupes Lyx -empieza
Rothian-. Se moría por ir a buscarte. Estaba muy preocupado. Los dos
lo estaban.
Ishtral resopla y señala las
mochilas que nos llevarán a Pryon.
-Yo me voy ya, haced lo que
queráis.
No miente, se la coloca y salta.
Sube mucho, tan alto que su pelo rojo es solo un punto en el infinito
azul oscuro de la noche. De repente, veo su perfecta figura descender
en picado, más allá de la tierra que nos sostiene, más allá de
Arala.
Los demás imitamos a Ishtral.
Por un momento, cuando estoy yo
sola entre las nubes pienso que puedo seguir adelante, que no hace
falta estar entre dos países a punto de declararse la guerra. Como
he dicho, solo ha sido momentáneamente, luego he recordado a mi
pequeño y vivaz hermano. Mi Pete. Aprieto los dientes y puedo sentir
la sangre de su asesino corriendo entre mis crispados dedos. Solo sé
una cosa: voy a matar a ese arquero. Al pensar en ésto, mis arañazos
se estremecen.
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