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jueves, 9 de junio de 2016

Capítulos 15, 16 y 17

Capítulo 15

El aliento de aquel ser invade mis fosas nasales causándome unas náuseas irrefrenables. Estoy paralizada de miedo y mi garganta solo emite unos extraños gorjeos. No puedo gritar. No puedo huir.
-¿Ahora qué pequeña Lyx? -dice con una voz mucho más grave que en su forma de anciana- ¿Sigues pensando que eres inocente? Eres una asesina. La causa de que tu hermano sea huérfano.
-No... No quería... A ella no...- eran susurros lo que salían de mi boca seca.
-Oh, perdón, he cometido un error. Eres la causa de que tu hermano fuera huérfano. Él también ha muerto, ¿y por qué?: Por tu culpa. Por no haber sabido detener a ese arquero. Eres tan inútil, Lyx.
Estoy dolida, asustada, desbordada. Aquella inmensa araña aprieta mi cuello hasta que mis ojos se enrojecen y hace unos pequeños arañazos en mi cuello y clavícula. Me gira la cabeza y en un extremo de la telaraña veo a Pete semi-envuelto en un capullo. Me mira con los ojos desorbitados y me señala.
-Fue tu culpa. Morí por tu culpa. No hiciste nada por mí. Te odio.
Sus palabras me hieren en lo más profundo y siento como si me desplomara por un precipicio oscuro, sin fondo.
-Por tu culpa crecí sin padres que me quisieran. Por tu culpa no amé a nadie y nadie me quiso. Por tu culpa morí solo.
-¡No! Pete, eso es mentira. Yo te he querido y lo sigo haciendo. Y sí que has amado, ¿qué hay de Luy?
-¿Quién es Luy?
Un momento, acaba de preguntar quién es Luy. El Pete que yo conozco jamás olvidaría a esa pequeña. Él tampoco me echaría en cara la muerte de nuestra madre por muy responsable que fuera ni tampoco pensaría que ha muerto solo puesto que lo sostuve entre mis brazos hasta que su cuerpo se enfrió.
-Cántame la nana de mamá -digo temblando.
-¿Por qué? ¿para que te sientas mejor? Oh no, hermanita. No voy a cantarte ninguna estúpida canción de cuna.
No me hace falta hablar más. Él jamás diría que la nana de mamá es estúpida. Aparto con esfuerzo la mirada de mi hermano y veo al enorme arácnido moviendo unos hilos delgadísimos que están unidos al cuello del falso Pete. Ése no es mi hermano. Me concentro y siento la ira quemando mis venas. Ese extraño ser no solo ha usado mi propio sentimiento de culpa contra mí, sino que además ha deformado el precioso recuerdo que tengo de mi hermano. Me ha hecho dudar de mí misma y, lo que es peor, de Pete.
Alzo una mirada furibunda y asesto una gran patada justo en el abdomen del arácnido haciéndolo retorcerse de dolor. De mi vista desaparece el capullo en que se hallaba preso “Pete”. Mis muñecas también se ven liberadas de aquellos finos hilos. Caigo al suelo y frente a mí, toda la telaraña se ha vuelto a transformar en miles de hojas unidas por puntadas. Lo único que aún queda es la araña. Se acerca hacia mí con los ojos completamente negros. Puedo jurar que veo mi propia muerte reflejada en la negrura de sus pupilas.
Golpea el árbol que está detrás de mí y, aunque me agacho, con otra de sus patas me lanza por los aires pateándome el costado. Siento arcadas y me doblo de dolor. Ni siquiera puedo respirar cuando veo que la alimaña vuelve a acercarse. Me pongo en pie y corro directa hacia ella a toda prisa. Mueve su cabeza buscándome. Ruedo bajo su impresionante y peludo abdomen. Cojo una de las agujas que usaba cuando estaba disfrazada de anciana. Con ella en la mano, escalo por una de sus patas traseras. El tacto de su pelaje en mis manos es asqueroso. No obstante, debo agarrarme fuertemente puesto que no para de revolverse para tirarme de su espalda. A duras penas llego hasta su cabeza y clavo la aguja en su cuello lo más hondo que puedo. Un grito atronador me revienta los tímpanos y yo también chillo. Salgo despedida de su espalda por los espasmos del arácnido mientras que un líquido viscoso y grisáceo sale a borbotones de la reciente herida y tiñe mi ropa.
La araña sufre algunas convulsiones y vuelve a ser la esperpéntica anciana de antes.
Lentamente, arranca la aguja de su cuello y recoge la otra. Luego vuelve a sentarse inclinándose hacia delante y hacia atrás.
-No te preocupes, mi linda Lyx, ha sido la primera vez que me ves, pero no será la última.
Sonríe y lame sus labios con una lengua negruzca y putrefacta. Caigo al suelo, agotada, limpio el sudor frío que ensucia mis pestañas y cuando vuelvo a alzar la vista, ella ya no está. No hay árbol, ni hojas cosidas a otras. No estoy manchada de sangre. Ha desaparecido la anciana con sus agujas y ha terminado mi pesadilla.
Miro al cielo para ver la posición de la luna. Lo que para mí ha sido eterno, apenas ha durado unos minutos.

Capítulo 16

Tengo ganas de tumbarme en el suelo y descansar. De cerrar los ojos y fingir que Pete sigue vivo, que no acabo de matar a una araña enorme para que luego ésta desaparezca. Aún así, la vida no es ningún cuento de hadas. No va a venir un príncipe azul a salvarme. Vuelvo a acercarme al río, me agacho para lavarme la cara y, de paso, despejarme un poco. El agua corriendo por mi cuello es refrescante hasta que empieza a escocerme el cuello. Los arañazos que me había hecho aquella araña me duelen. Cuando me giro, dispuesta a seguir en busca de Luy, la veo mirándome y con un trozo de tela envolviendo su boca y nariz.
-¡Luy! Te estaba buscando, pequeña.
-¡Lyx!, ¡corre, vámonos! -parece asustada y temo que aquel arácnido con apariencia humana la hubiera atacado también a ella.
-¿Por qué? ¿Qué pasa?
-Te lo explico por el camino, por favor, vámonos de aquí- su tono suplicante y la forma en que tiraba de mi mano me convencen.
Las dos caminamos ya por la ruinosa zona sur que había sido nuestro hogar hasta los últimos meses.
-¿Estás bien, Lyx?, ¿has visto algo raro?
-¿Qué?, ¿es que tú no has visto a la señora mutante que se convierte en araña?
-Lo suponía.
-Explícate, Luy.
-Por esa zona hay que pasar tapándose la nariz y la boca. Está llena de unas flores que brillan atrayéndote hasta ellas y cuyo aroma te hace ver lo que más temes y enfrentarte a ello. Yo ya lo sé, pero la primera vez que pasé, vi un enjambre de mariposas hambrientas de carne humana... y sabes el miedo que me dan esos bichos. ¿Tú dices que has visto una araña? No me extraña, siempre les has tenido fobia, pero no te preocupes, solo era una ilusión.
Me llevo inconscientemente las manos al cuello. Si había sido una ilusión, ¿cómo es que las heridas eran reales?, ¿y cómo es que me dolían tanto unos simples arañazos? No le dije nada a Luy para no asustarla pero le advertí que evitara pasear por allí.
Nos sentamos juntas en el tejado del que había sido mi hogar y le cuento que me debo marchar para vengar la muerte de mi hermano. Le cuento sobre Jake, el Sargento Blood y la princesa Rothian. Cuando menciono a la princesa se le abren mucho los ojos en señal de admiración. Luy siempre dice que quiere ser tan guapa como Rothian.
Tras abrazos, besos y alguna lágrima corro hasta el bosque de la zona norte donde me esperan mis amigos. Los arañazos laten en mi cuello y clavícula.

Capítulo 17

Corro lo más rápido que puedo y entre las ramas de los árboles entreveo la melena rizada de Rothian. Cómo si hubiera percibido mi presencia, se gira justo en mi dirección y sonríe aliviada.
-¡Lyx! Al fin llegas, estábamos preocupados.
Ishtral y Jake se acercan a mí, que trato de recuperar el aliento.
-¿Estás bien?, ¿por qué has tardado tanto?- Jake estaba muy preocupado por mi tardanza.
-Lo más seguro es que se haya perdido. Torpe -añade Ishtral secamente recibiendo una mirada asesina por parte de Jake.
-Sargento, estás mucho más guapo calladito -contesto.
-No te preocupes Lyx -empieza Rothian-. Se moría por ir a buscarte. Estaba muy preocupado. Los dos lo estaban.
Ishtral resopla y señala las mochilas que nos llevarán a Pryon.
-Yo me voy ya, haced lo que queráis.
No miente, se la coloca y salta. Sube mucho, tan alto que su pelo rojo es solo un punto en el infinito azul oscuro de la noche. De repente, veo su perfecta figura descender en picado, más allá de la tierra que nos sostiene, más allá de Arala.
Los demás imitamos a Ishtral.

Por un momento, cuando estoy yo sola entre las nubes pienso que puedo seguir adelante, que no hace falta estar entre dos países a punto de declararse la guerra. Como he dicho, solo ha sido momentáneamente, luego he recordado a mi pequeño y vivaz hermano. Mi Pete. Aprieto los dientes y puedo sentir la sangre de su asesino corriendo entre mis crispados dedos. Solo sé una cosa: voy a matar a ese arquero. Al pensar en ésto, mis arañazos se estremecen.

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