Capítulo 94
Me muerdo la lengua mientras
observo con los ojos desorbitados cómo la madame cae moribunda al
suelo. Quiero abrir la puerta pero sé que no es eso lo que aquella
señora adicta al tabaco rojo quiere. Ella quiere que averigüe la
verdadera naturaleza de aquel al que he llamado amigo tanto tiempo.
-¿¡Flair qué has hecho!?
¿¡Te has vuelto loco!?
-Vámonos, Rothian.
Bajo su máscara, la princesa se
traga un sollozo y arruga su deformada nariz.
-¿Quién eres? No te
reconozco. Tú no serías capaz de matar a sangre fría a la mujer
que nos ha ayudado y nos ha dado cobijo.
-He dicho que nos vamos,
princesa.- Él agarra la muñeca izquierda de la chica que forcejea
dejando escapar un pequeño grito.
-Flair, suéltame, me haces
daño.
-¿Acaso ya no me amas? Chica
desagradecida y estúpida. ¿Crees en serio que sería capaz de
querer a un monstruo descarnado como tú? Eres patética.
-Soy patética. Es cierto.
Pero jamás un ser sin corazón. Un recipiente vacío y nauseabundo
como tú.
-Oh, qué tiernas palabras de
enamorada, princesa. Haces que mi corazón se acelere. Ahora, ¿qué
tal si nos vamos de luna de miel al Castillo de Su Alteza, “mi
amor”?
Creo, o quiero creer, que no
siente lo que dice, que por algún motivo que no alcanzo a
comprender, quiere que ella lo odie.
Al oír esa expresión viciada,
Rothian intenta quitarse la máscara pero Flair araña su cuello de
cisne, pálido, con una de sus flechas, provocando que la sangre de
la joven coloree su piel.
-Ni te atrevas, bruja.
-Te odio, Flair Maldow. Nunca
te perdonaré.- las palabras de ella destilan el peor de los venenos,
el mismo que corre por mis venas, el deseo de venganza.
Él, al contrario de lo que
usualmente hace, que es responder de manera ingeniosa, sarcástica e
hiriente, asiente abatido por una oleada de dolor.
-Lo sé, Rothian. Lo sé...
Su voz va disminuyendo hasta
apenas ser audible. No sé por qué, pero tengo ganas de llorar. Es
como si acabara de presenciar una tragedia clásica. Dos amantes
predestinados, separados por una traición imperdonable. Decididos a
matarse el uno al otro y, a la vez, a amarse eternamente.
Capítulo 95
Los veo salir del salón en el
que yace la dueña del prostíbulo. Espero inmóvil unos minutos.
-Si te quedas ahí mucho más
vas a perderlos, jovencita.- La voz en mi cabeza de la araña actúa
como un resorte haciendo que abra la puerta de golpe.
Al salir, la madame gira
lentamente su cabeza y me mira inexpresiva. Me acerco rápidamente a
ella.
-No se preocupe, voy a buscar
algo... He de llamar a alguien... No se muera... Por favor, por
Neldrey...-suplico.
-Esta juventud... Nunca
sabéis cuando soltar aquello a lo que os aferráis, ¿eh?-una risita
interrumpida por una tos estertórea azota su cuerpo-. Lyx... todos
tenemos que morir, no es nada por lo que apenarse. Además, vaya a
donde vaya no será peor que esta ciudad. Lo único que lamento es no
poder despedirme de mi niña de cabellos de oro y ojos gatunos...
dile a Neldrey que siempre la he querido como a una hija y que más
le vale salir de aquí sana y salva. ¿Le prometes eso a esta pobre
anciana moribunda?
Asiento mordiéndome el labio
inferior y moqueando. No quiero que lo último que vea sea a mí
llorando. Ella acaricia mi cabello manchándolo de sangre y se va. Su
mano cae al suelo como un árbol talado. Simplemente ya no está.
Acaricio su rostro inerte, me levanto con los ojos en llamas y
lágrimas que se evaporan en mis mejillas. Una nube de cenizas baila
alrededor de mí.
“Vamos, querida. Es hora de
que demuestres lo que he hecho de ti”. Absorbo la ira y el fuego
que empezaba a fluir de mis dedos. Salgo rápida y con un sigilo
sobrehumano. Salgo a la calle. Alzo la cabeza y salto. Una vez en los
tejados, me siento la Reina. La Reina de los bajos fondos de Arala,
lista para luchar y conquistar. Lista para ganar sea cual sea el
obstáculo a eliminar. Una ráfaga de aire cálido vibra a mi
alrededor. Como si hubiera recorrido esas calles mil veces, corro por
entre azoteas en ruinas. Sé el camino. Sé dónde están Flair y
Rothian. Tras pocos minutos de carrera alocada, los encuentro. El
joven parece sentir mi presencia y alza la vista pero me escondo tras
una chimenea. Los ojos me arden. Las manos me queman. “Poco a poco,
querida”. Asiento.
Los persigo y veo cómo, justo a
medianoche, Flair pasa empujando a la princesa a través de la
muralla que separa el pueblo llano de la nobleza. Observo desde un
tejado cómo pasan sin ningún esfuerzo. Seguro que el Rey ha
ordenado a los guardias dejarlos pasar. Bien, mi turno.
“Esta vez no te contengas,
Lyx. Son ellos o tú. Mátalos.”
Me sitúo ante dos guardias que
acaban de ponerse junto a la muralla.
-¿Quién eres tú?
No contesto. Solo alzo las manos
hacia ellos y visualizo su sangre hirviendo. Cada vez a más
temperatura, como un río de lava irrefrenable. Más calor. Más.
Más. Más. Con un ruido sordo y sin emitir un solo quejido, los dos
guardias caen deshechos ante mí y ni siquiera bajo la vista al pasar
por encima de ellos.
Capítulo 96
Paso una hora siguiéndolos.
Observo con asco la diferencia entre ambos estratos. Aquí no hay una
sola casa en ruinas. Las calles, impolutas y las gentes, durmiendo en
mullidas camas tapados con terciopelos. Música trasnochada se escapa
de bares acompañada de risas de gente alegre. Veo a varios cocineros
lanzar restos de comida a perros más limpios que los ciudadanos del
nivel anterior. No hay una sola rata o cucaracha. Todo brilla y
reluce bajo las luces de neón que alumbran las calles. La opulencia
que este lugar rebosa abruma tanto o más que la pobreza y miseria
del pueblo llano. Les odio a todos. Odio este país corrupto, al
tirano que lo gobierna y a los nobles hipócritas que fingen ser de
una especie superior ajena, mejor dicho, inmune al sufrimiento.
Detesto a estas gentes sumisas que simplemente agachan sus cabezas
mientras les pisotean el cuello, al arquero que asesinó a mi hermano
y a Flair, el traidor que va a vendernos llevándose como rehén el
último rastro de bondad que había en el corazón de la princesa.
“Ese odio te consumirá y te
entregará por completo a mí, querida. Lo sabes, ¿no?”
-Sí, pero antes conseguiré
mi venganza.
De nuevo les toca pasar la
Muralla y, al igual que antes, misteriosamente los guardias que la
custodian se desvanecen como por arte de magia dejando entrar a Flair
y a Rothian, que forcejea a pesar de que el joven le tapa la boca y
la empuja.
Ya han atravesado el muro
plateado en el que duerme pacíficamente el diablo que rige este país
de esclavos.
Observo agazapada a los soldados
reales que se apostan junto al enorme portón de la Muralla. Cuento
diez.
-Buenas noches, oficiales.
-Tú no perteneces a este
estrato mujerzuela- dice mirando mis ropas-. Vuelve a la cloaca de la
que has salido o...
-¿O qué...? ¿Vas a
atacarme? No me hagas reír.
Aprieto los puños y una espesa
nube de cenizas empieza a arremolinarse a mi alrededor. Los dedos
chisporrotean y un reconfortante calor se asienta en mi pecho. Los
soldados asen con fuerza sus armas pero quedan cegados y tosen.
Oculta por la niebla gris que he creado me arrastro y poso mi mano
ardiendo sobre la espalda de uno de los soldados, dejando marcada su
carne. Cae inconsciente de dolor. Comienzo a reír. Mis carcajadas
suenan crueles y frías. Salto y, en el aire, envuelvo mi pierna
derecha en lenguas de fuego. Propino una fortísima patada en el
estómago de otro guardia haciendo que vomite sus propias entrañas.
“Asqueroso” pienso sin sentir el más leve remordimiento. Vuelvo
a batir mis manos para aunar más humo a mi alrededor cuando siento
el metal atravesar mi costado arrancándome un alarido. La humareda
se disipa tan rápido como se había formado. Estoy sangrando y cada
respiración es el mayor de los suplicios. Caigo de rodillas y me
arranco la flecha del cuerpo.
“Flair...” pienso. No
obstante, cuando alzo la cabeza no es la figura del joven la que veo.
Es él. El arquero que asesinó a Pete. Me levanto hecha un basilisco
y un torbellino de llamas me rodea. Salto hacia el tejado dispuesta a
acabar con él. Saboreando con antelación cómo será sentir su
sangre entre mis dedos y ver el terror dibujado en sus ojos. Soy como
un sol en medio de la noche. Poderosa y salvaje. Sin embargo él ni
se inmuta. Eleva una especie de ballesta ante mí, apunta y dispara
rozándome justo en las heridas que me hizo la araña en el cuello y
la clavícula. Un dolor indescriptible devora mi ser y elimina el
fuego. Oigo la voz del arácnido aullar y uno mi voz a su lamento.
Soy patética, como un pájaro que se acerca demasiado al sol y se
quema. Caigo al suelo con la misma fuerza con la que salté. El
arquero baja de su atalaya y se arrodilla a mi lado. Los nervios de
mis brazos me gritan que reaccione. Que ataque al objeto de mi
venganza. Ojalá pudiera, mi cerebro se está apagando y cada célula
de mi cuerpo está exhausta por el modo en el que he usado mis
poderes. Justo antes de rendirme a la oscuridad que se cierne sobre
mí, veo como el arquero me coge del pelo y me levanta tirando de él
para mirar mi rostro sucio.
-Tú...
Capítulo 97
Mientras Lyx pelea con los
soldados. Shadow.
-Sí, siento su presencia.
Rothian, mi ama y señora, se acerca. Oh ama Rothian. ¿Viene usted a
llevarme? No me pegue, ni me muestre su rostro. Shadow bueno, Shadow
bueno. Hice lo que usted me ordenó. No me haga daño. Shadow bueno.
Sí, ama Rothian, la siento por allí. Si los soldados me descubren
me ejecutarán pero preferiría mil ejecuciones a que usted me enseñe
su... Shadow bueno, Shadow bueno. Voy con usted, mi ama y señora.
Solo no me torture. Shadow bueno, Shadow fiel.
El aralio sale andando a cuatro
patas, babeando como un perro pero con resolución en su mirada. En
sus movimientos se puede recordar al que un día fue el mejor espía
de Arala: una sombra más en la noche. Ahora va a buscar a la
princesa, como un animal sumiso, corriendo por los largos pasillos
del palacio.
Mientras Lyx pelea con los
soldados. Flair y Rothian.
-¡Deja de revolverte,
Princesa! Solo harás las cosas más difíciles.
-Jamás dejaré de pelear.
Ojalá mueras Flair y ojalá sea yo quien acabe con tu miserable
existencia.
El joven aprieta la mandíbula y
guarda silencio. Están penetrando por las defensas de la Muralla de
Su Alteza. Su misión era llevar a Rothian al jardín trasero del
Castillo. Pronto estarán allí y él y su hermana serán libres. Aún
así le duele tanto el corazón... Lo siente deshecho, pisoteado,
triturado. Tiene ganas de abrazar a la joven y decirle que lo siente
y que todo ha sido una pesadilla. Que no va a entregarla a una muerte
segura. Se aborrece pero... pero...
-Cómo pude enamorarme de ti.
Fui tan estúpida y tan ingenua. No volveré a abrirle mi corazón a
nadie.
-Por favor Rothian...
-Ah sí, olvidé que van a
asesinarme. Literalmente no voy a volver a enamorarme porque estaré
muerta. Ojalá alguien te traicione como tú a mí y sufras lo que
estoy sufriendo yo.
-¿¡Crees que yo no estoy
sufriendo estúpida princesa!?-Flair, harto de escuchar las
maldiciones de la chica, la coge por los hombros y, tras gritar esa
frase le arranca la máscara y la besa a pesar de sentir como si
cientos de agujas se le clavaran en los labios. Se separan y la mira
a los ojos. Las pupilas de ella muestran tanto; hay amor y una leve
esperanza, pero sobre todo una decepción abrumadora. Le vuelve a
poner la máscara.
-Lo siento...- susurra con
voz ronca.
-¿Qué sientes? ¿besarme o
haberte enamorado de la persona que debes vender?
No contesta. No le da tiempo. Se
ven rodeados de docenas de soldados que esposan las manos de la
Princesa. Abriéndose paso entre todos ellos, el Príncipe Drake
aparece.
-Buenas noches Flair, ¿qué
tal el paseo nocturno?, ¿romántico?
-Príncipe Drake.- dice el
joven entre dientes y arrodillándose. Se nota la hostilidad entre
ambos hombres a pesar de la cortesía.
-¿Así que ésta es la
Princesa Rothian? He oído hablar de su belleza sin igual. Lástima
que ahora sea un puñado de carne podrida.
-¿Quiere ver a este puñado
de carne? Quíteme la máscara y riámonos juntos, Príncipe.
-Oh, cuánto lamento rechazar
su oferta, pero Flair ya me ha avisado de sus extraños poderes.
¡Guardias! ¡lleváoslos!
Otros soldados toman preso a
Flair.
-¡¿Qué significa ésto!?
¡Tu padre me prometió que si entregaba a la Princesa me ofrecería
mi libertad y la de mi hermana! ¡Soltadme!
-¿Promesa? Lo siento, Flair,
amigo mío, yo no recuerdo ninguna promesa.
-¡Maldita sea Drake!
-Duele que te apuñalen por
la espalda, ¿verdad?- el tono sarcástico de Rothian le duele mucho
más a Flair que cualquier traición.
Mientras el Príncipe sonríe
triunfante, los soldados se los llevan a los calabozos. Lo que
ninguno sabe es que desde una de las ventanas, una sombra observa.
-No se preocupe, ama Rothian.
Shadow la salvará. Shadow bueno, Shadow fiel.- susurra mientras se
encamina hacia el cuarto de la Reina de Arala.
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