Capítulo 98
Antes del amanecer, en el
prostíbulo.
Ishtral despierta de golpe, ha
tenido una horrible pesadilla en la que le disparaban una flecha a
Lyx. “Solo un sueño” se tranquiliza. De repente, todo vuelve a
su cabeza. La misión. Se levanta aturdido pero enseguida se tropieza
y cae. Una vez en el suelo observa qué es lo que le ha hecho perder
el equilibrio: la pierna de Jake.
-¡Jake! ¡Despierta inútil!
Espera, ¿Y Neldrey?
-Aquí.
La joven rubia entra en la sala
con las ropas manchadas de sangre y los ojos rojos e hinchados de
llorar.
-¿Qué sucede?- El tono
solemne y autoritario del sargento es lo que la chica necesita. Debe
afrontar la realidad: la madame ha muerto asesinada por una flecha.
Le duele reconocerlo, pero sabe que ha sido su hermano. Jake
despierta mientras el sargento Blood cubre el cadáver de la señora
que los había acogido.
Una vez juntos y despiertos.
Neldrey habla la primera:
-Creo que sé qué ha pasado
y creedme que lo siento...
-Explícate.- insta Ishtral a
la joven.
-Venga, Neldrey. Di la
verdad.- el tono de Jake es más dulce pero aún así, duro y
cortante.
-Flair y yo somos bastardos
del Rey, como sabéis. El precio que pagamos para seguir vivos cuando
nuestra madre murió fue que Flair se convirtiera en espía de Su
Alteza. Poco a poco y gracias a su dominio del arco, ganó el
reconocimiento del Rey. Entonces, el día que vuestra llegada a Pryon
fue descubierta, el Rey mandó a Flair a por vosotros. Yo fui con él.
Pensé que por mi profesión podría obtener información de alguno
de vosotros.
-De mí.- dice Jake con tono
amargo sintiéndose utilizado.
-Sí... ¡Pero cuando os
conocí mejor le pedí a mi hermano que abandonara! Yo creí... creo
en vosotros. Creo que podéis cambiar Pryon. Flair me dijo que
abandonaría su misión...
-Al parecer no conoces a tu
hermano tan bien como crees.- la voz de Ishtral suena desdeñosa.
-Lo siento...
-Bobo Real. Vamos al Castillo
a por Rothian. Seguro que Lyx está cerca.
Jake está ignorando a propósito
a la chica.
-Jake... Jake por favor debes
escucharme.
-¿Para que me mientas y me
sigas usando como fuente de información? No, gracias.
-Le pedí a mi hermano que
dejara la misión por ti. Porque no quería decepcionarte. Eres la
única persona que me ha tratado con respeto desde que nací. Te
quiero...-la chica, agotada, rompe a llorar.
-Quisiera creerte, Neldrey.
No sabes cuánto quiero creer en ti pero...
-Continuad con la charla
luego, tenemos compañía.
La voz del sargento Blood alarma
a la pareja. En cuestión de segundos se ven acorralados por soldados
reales. Jake pelea como un animal salvaje. Haciendo uso de su fuerza
bruta y de lo que Ishtral le ha enseñado. Éste, por su parte, ataca
con todo lo que tiene. Lanza su pequeña daga con una maestría
excepcional y usa su revólver como si se tratase de un quinto
miembro de su cuerpo. Todo esfuerzo es inútil. A pesar de que entre
ambos han dejado fuera de combate a un buen número de oficiales,
éstos no paran de llegar.
Cuando canta el gallo, invocando
al nuevo día, la Guardia de Pryon lleva como prisioneros a dos
aralios y a una joven prostituta pryorana hacia el Castillo.
Capítulo 99
La mañana del arresto de los
aralios. La Reina de Arala.
No puede creer lo que acaba de
contarle Shadow. El Rey pryorano se ha excedido secuestrando a su
hija, ocultándole el hecho de que sabía de la presencia de Rothian
en La Capital y mostrándose tan cortés y educado, con unos modales
tan perfectos como repulsivos. Sabe que, militarmente hablando, Pryon
es una bestia irrefrenable. Toda la riqueza del país se destina al
desarrollo armamentístico. Por otro lado, el Rey no solo quiere una
guerra, sino que además está completamente seguro de su victoria.
Eso significa que sabe que puede contar con el apoyo de sus súbditos,
amasijos de carne y huesos con el cerebro contaminado por el miedo.
Muñecos fácilmente manipulables. La Reina sabe que ella podría dar
rienda suelta a su ira, estaría totalmente justificado, pero eso
significaría destruir la paz que impera en su preciado país. Arala
es una nación flotante, aislada del resto del mundo, lejos de sus
garras. Su ejército, comparado con el de Pryon, parece ser de
soldaditos de plomo. ¿Qué debe hacer? ¿Una guerra es el siguiente
paso?
Mientras piensa en eso, deambula
por la habitación con Shadow, acuclillado, mirándola fijamente.
-Oh Shadow, ojalá fueras el
de antes. Podrías darme consejo. Nunca sabré qué te hizo mi hija
para dejarte así y ni siquiera quiero saberlo... pero es mi niña...
¿Debo empezar una guerra que causará muchas muertes en ambos bandos
solo por una chiquilla, por mucho que ésto me esté matando?
-Majestad, mi ama Rothian
bajó al infierno para llevar la paz a ambos países. Puede que la
guerra ya haya empezado hace tiempo, solo que nadie lo ha dicho aún
en voz alta. Si usted no va a salvar a mi ama, yo iré. Shadow bueno,
Shadow bueno. Así mi dueña me premiará y nunca nunca más me hará
ver su... Oh, no puedo decirlo. Shadow bueno, Shadow fiel.
Mientras el esclavo de la
princesa se arrastra hasta la puerta, la Reina alza la vista. Ha
tomado una decisión.
-Espera Shadow, vamos a
hablar con el Rey. Volvemos a casa.
-¡NO, SHADOW BUENO, SHADOW
FIEL! ¡Shadow salvará a mi ama y señora y ella me dirá que he
sido obediente y no me pegará y no me hará daño nunca más!
-No grites estúpido.- dice
mientras golpea sin mucha fuerza la espalda encorvada del joven.
-Pero... Majestad, usted no
me ordena. Mi única señora es la ama Rothian, yo debo...
-Voy a declararle la guerra a
Pryon. Para ello, para salvar a mi hija, debemos estar dirigiendo al
ejército. ¿Si es para salvar a tu ama me ayudarás?
-Shadow bueno, Shadow fiel.
Ambos, seguidos por la escolta
real, salen dispuestos a despedirse cortésmente, sin causar
problemas ni levantar sospechas. En cuanto lleguen a Arala se
desatará el caos.
Tras la marcha de la Reina y
de Shadow. El Rey de Pryon.
-Drake.
-¿Qué desea, padre?-
pregunta su hijo, solícito.
-Prepara al ejército. No sé
cuando sucederá, pero presiento que muy pronto se desatará la
guerra que tanto buscábamos. Estoy seguro de que la Reina se ha
marchado para organizar un ataque.
-Padre... ¿Por qué no ha
acabado con la Reina mientras estaba aquí? Así podríamos haber
conseguido Arala más rápido.
-¿Y qué tendría eso de
divertido Drake?
-Con todos mis respetos, no
me parece que ese sea un buen argumento.
-Drake, existe una especie de
ley tácita; un acuerdo no escrito: los reyes son intocables siempre
y cuando la guerra no esté declarada. Haberla asesinado aquí
hubiera sido un acto cobarde hasta para mí, además, estaba
escoltada por sus soldados. Lo mejor es conseguir que estalle el
conflicto bélico, en ese momento tendré vía libre para acabar con
la vida de esa mujer.
-Por supuesto.
-Ve Drake, haz lo que te he
dicho.
-Pero, padre, ¿qué hago con
la Princesa? Pensábamos torturarla y enviarla malherida a su hogar
para que se convirtiera en el detonante de la batalla. Si ya no hace
falta...
-Mátala. A ella y a sus
amigos.
-Como ordene, padre...
Pero...
-Sí, hijo mío, puedes
divertirte con ellos antes de eliminarlos, en especial con ese iluso
de Flair Maldow.
El Príncipe Drake se aleja con
una sonrisa diabólica, una mueca que habría enorgullecido al propio
Satanás.
Capítulo 100
Me despierto tiritando y con un
dolor de cabeza infernal. Intento moverme, pero estoy encadenada a un
enorme poste de hierro. Todo es oscuro, gélido y tenebroso. “¿Dónde
estoy?, ¿por qué hace tanto frío?” pienso. Me recuesto con
cuidado y siento un hormigueo hiriente en el costado y en la
clavícula. Las heridas que me hizo el arquero se están curando poco
a poco gracias al poder del arácnido que, ya no solo me persigue,
sino que me posee. Ni siquiera tengo fuerzas para estar furiosa. “Me
han atrapado, lo mejor será no malgastar energía en una rabieta
inútil” me digo a mí misma tratando de controlar los temblores
que azotan todo mi organismo.
El crujido de la pesada puerta
de metal al abrirse permite entrar algo de luz. Ahora entiendo el por
qué de ese frío atroz. Las paredes de mi cárcel son de hielo. Todo
a mi alrededor es nieve y escarcha. Supongo que los que me han
encerrado aquí lo han hecho con la intención de bajar mi
temperatura corporal y que me resulte mucho más difícil usar el
fuego. Odio admitirlo pero puede que incluso hayan acertado. Con todo
mi ser entumecido y mi mente tartamudeando, poco puedo hacer.
La entrada en mi celda de
alguien me hace alzar la vista. Aunque no puedo mover mi cuerpo por
las cadenas, mis ojos lo dicen todo. El arquero que mató a Pete está
frente a mí.
-Te mataré...- digo
lentamente con la lengua congelada.
No me contesta. Me observa sin
hablar.
-¡Di algo! ¡Sé que sabes
quién soy!
Al cabo de varios minutos, con
voz profunda, por fin se dirige a mí.
-Sí. Tu eres la aralia que
me impidió llevar a cabo mi misión con éxito.
-¿Con éxito? ¿tu misión?-
una risa amarga revienta en mi boca- Mataste a mi hermano. Asesinaste
a un joven inocente, a un niño y tienes tan pocos escrúpulos como
para decir que tu misión fracasó. Me das asco.
Enfatizo mi opinión sobre él
escupiendo a sus pies aunque gotas de saliva salen disparadas y me
mancho a mí misma.
-Lo que le sucedió a ese
niño no fue mi culpa, él se interpuso entre la flecha y la Reina.
Habla con una indiferencia ante
el sufrimiento ajeno que hace que mi congelada sangre empiece a
hervir, como un fuego extinguido que se resiste a morir del todo.
-Eres el motivo de mi
presencia aquí. He venido a matarte. Ahora, ¿qué vas a hacer
conmigo?
Su expresión neutra no ha
variado ni un ápice desde que entró.
-Eso es decisión de mi Rey.
Suena como una máquina cuyas
palabras han sido programadas. No imprime emoción alguna en su voz.
Un hombre vacío; el arma perfecta.
-Largo de aquí...- no
reconozco mi propia voz.
Él, con un leve movimiento de
cabeza, se gira pero, justo antes de dejarme sola, me vuelve a
hablar:
-Por cierto, no sé si me
está permitido decírtelo, pero puesto que lo más seguro es que Su
Alteza me ordene matarte, puedes saberlo: ahora mismo, tus amigos
están en este castillo. Están siendo torturados.
Una serie de gritos que no
intentaban significar nada salen de mi boca. Solo quiero dejar salir
todo el odio, tristeza, frustración y miedo por mis compañeros.
Todas sus caras aparecen en mi mente. La última en la que pienso y
la que se queda aferrada a mis párpados es la de Ishtral.
Vuelve a cerrar la puerta y me
quedo sola. Ardiendo por dentro y congelada por fuera.
Capítulo 101
Intento mantenerme despierta
pero el frío cada vez es más intenso. Los párpados me pesan más
que cualquier puerta de metal. Sin poder evitarlo, el sueño me
vence.
Todo está oscuro. Un silencio
sepulcral impera a mi alrededor. Sé que no estoy en la cárcel de
hielo pero tampoco sé dónde me encuentro.
-Hola, querida.- la araña, a
mi imagen y semejanza, aparece ante mí.
-¿He muerto por congelación?
-No, solo estás inconsciente
aunque si no haces algo pronto sí que vas a morir.
-¿Qué quieres que haga? No
puedo moverme y tampoco utilizar el fuego.
-Tú no. Yo sí. Entrégate a
mí y te prometo que te sacaré de aquí.
-Prefiero morir a verte
ganar.
-Querida, eres una niña muy
testaruda. Además, tus decisiones son pésimas. Si no escapas,
¿quién salvará a tus amigos? ¿No quieres ayudar a tu amado
sargento?
-No hables de él.
-¿Por qué? No seas
infantil. ¿Acaso ya no quieres vengarte? Pobre, pobre Pete. Su
hermanita ya se ha cansado de pelear.
-Cierra la boca. Aún quiero
vengarme de ese arquero.
-¡Genial! Déjame
controlarte y te prometo que, antes de eliminar por completo tu
conciencia y quedarme con tu cuerpo, mataré al asesino de tu hermano
y salvaré a tus amigos. ¿Trato?
-¿Por qué no me posees
directamente como cuando evitaste que bebiera el somnífero?
-Bueno, si tengo que luchar
contra ti, me resta fuerzas. Solo quiero aunar nuestros poderes.
-Y de paso, devorarme. Si
acepto no podré volver.
-No, no podrás. Serás mía,
mi dulce niña. La pregunta es: ¿Valoras más tu propia vida o la de
tus amigos? Piénsalo, aunque no por mucho tiempo o morirás de
verdad sentenciando a muerte a tus seres queridos.
Su imagen va desapareciendo poco
a poco. Sé lo que debo hacer, por mucho que me duela.
-¡Espera!
-¿Si, querida?
-¿Cómo sé que cuando
acepte, no vas a huir y a dejar a mis amigos atrás? ¿cómo sé que
vas a acabar con el arquero?
-Bueno, lo he prometido. No
tienes ninguna otra seguridad aparte de ésa.
Suspiro. Supongo que sabía lo
que iba a decir antes de preguntárselo.
-Tic, tac querida. Tic, tac.
-Acepto.
-Buena elección.
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