Capítulo 81
En el Palacio de Su Majestad
(Arala)
-Su Majestad, uno de sus
súbditos quiere hablar con usted.
-¿Quién?
-Se hace llamar Shadow.
La Reina, con su elegancia
natural, se levanta del trono y, con la voz un poco más aguda de lo
normal, insta a su sirviente a que haga pasar al espía.
Un pobre hombrecillo, encorvado
y patético entra en la sala. Los ojos púrpura sin brillo, pasos un
tanto torpes, sudado y los cabellos negros pegados a la frente. Una
pequeña acumulación de saliva entorpece las palabras atropelladas
de Shadow.
-Oh dios mío... Shadow...
¿Qué te ha sucedido? ¿Dónde está Rothian? ¿Está bien?
-Majestad, la ama Rothian me
ha ordenado decirle que ya no es ninguna chiquilla tonta y que usted
debe dejar de entrometerse en el camino de mi ama y señora.
-¿Pero de qué hablas
Shadow? ¿Quién te ha hecho ésto?
-La ama Rothian, Majestad.
-¿Mi hija te ha convertido
en... ésto?- dice arrugando su pálida naricilla expresando el asco
que siente por semejante cambio en el antes poderoso, confiado y
altivo espía aralio. Shadow asiente.
-¿Cómo?- al preguntar, un
temblor derriba al joven tirándolo al suelo y se araña los
párpados.
-No se lo puedo decir
Majestad. Demasiado terrible. Demasiado miedo. No volver a enfrentar
a mi ama. Shadow no volver... Máscara y... y... ella... su rostro...
¡SHADOW NO VOLVER A MIRAR NUNCA MÁS!
La voz desgarrada y ahogada en
un pánico irracional hacen a los soldados apostados a las puertas de
la sala entrar corriendo a socorrer a la Reina en caso de peligro.
-¡Retiraos guardias!- dice
firme y autoritaria- Estoy bien.
Éstos se ponen firmes y
asienten para salir de la estancia. La Reina baja los tres escalones
de mármol blanco en los que se encontraba su trono alzado. Se
aproxima al raquítico ser antes llamado Shadow y toma su babosa
barbilla. Apesta y tiembla. Siente desprecio pero lo mira
amenazadora.
-No sé qué te ha hecho mi
hija, pero lo voy a averiguar. Tú me vas a ayudar. Vamos a ir los
dos a Pryon.
El espía se sacude y sale
corriendo a cuatro patas hacia una de las esquinas del enorme salón
para agazaparse y cimbrear su cuerpo hacia delante y atrás
repitiendo la misma frase.
-Shadow bueno. Shadow ha
hecho lo que ama le dijo. Shadow bueno. Ama no castigará a Shadow.
Shadow bueno...
La Reina ordena traer una correa
de cuero negro que ata alrededor del cuello del espía.
-Si te comportas como un
vulgar perro, te trataré como tal.
Así, tras dejar al consejero
real al cargo del país durante su ausencia, Shadow y Su Majestad,
acompañados de una pequeña escolta escogida, bajan a Pryon, pero no
a las afueras del país, sino al mismo centro: bajan a La Capital.
Capítulo 82
Ya repuestos de los días
perdidos en La Montaña, continuamos nuestro camino. Ha pasado una
semana y media desde que Jake despertó y Neldrey se comporta como
una adolescente enamorada. Mi amigo es incapaz de devolverle todo ese
cariño pero al menos no la rechaza. Por otro lado, Rothian siempre
anda alrededor de Flair pero, de alguna forma, éste ha cambiado. Es
más frío con ella, como si intentara alejarla. No lo entiendo
porque fue él en primer lugar quien comenzó a acercarse a la
princesa.
Pasamos por pequeñas aldeas a
cada cual más pobre y cuyas gentes son recelosas y hostiles. Años
de hambre y miseria hacen mella hasta en el corazón más noble.
He visto niños en los caminos
llorar. A mujeres agredidas en callejones y a testigos de ello
demasiado cansados de sus vidas como para actuar. He visto ladrones
convertirse en asesinos sin que ésto les importara. Al fin he
entendido por qué los pryoranos nos odian tanto: somos aquello que
desean y que se les niega. En este país roto las personas ni
siquiera se ven como tales, solo son sombras vagas resignadas a vivir
muertos. Para ellos, nosotros brillamos demasiado; les cegamos y por
ello nos aborrecen. Ojalá Rothian sea capaz de cambiar la situación
o al Rey de Pryon no le costará nada llevar a sus súbditos a la
guerra porque: ¿qué más tienen que perder?
Sumida como estoy en mis propios
pensamientos me choco contra la espalda de Ishtral que mira hacia
arriba asombrado. Sigo su mirada.
-Bienvenidos a La Capital.-
dice Flair.
-Estamos en casa, hermano.-
comenta con sarcástica amargura Neldrey.
Ante nosotros se alza una
inmensa puerta azul oscura situada en el centro de una muralla
imponente. Tiene un gran pomo de hierro que emula el escudo de Pryon.
Jamás había visto un pórtico semejante. Flair se acerca con paso
firme al llamador y lo golpea tres veces. Un eco atronador resuena.
-Las capas.- susurra su
hermana.
Nosotros, obedientes, nos
arrebujamos en nuestras ropas tapando los rasgos aralios tan bien
como podemos. En ese momento, una figura se asoma a la muralla y
grita:
-¡Que la gloria de Su
Majestad se extienda por los Imperios!
-¡Y que su sabiduría y
bondad ilumine nuestro camino!- repone Flair con su hermosa voz.
-Hipócritas...- farfulla
Neldrey para ella misma sin ser oída. Tomo su mano disimuladamente y
la aprieto. Este lugar le trae pésimos recuerdos, no debe de ser
fácil para ella volver al lugar donde vio morir a su madre.
Con un chirrido insoportable,
las pesadas puertas azules se abren dejándonos entrar, por fin, en
La Capital.
Capítulo 83
Ante mí se alza un escenario
deplorable. Las casas, casi derruidas y sucias, se esparcen como
manchas horribles en un lienzo. Hay mantas raídas en las calles con
familias enteras sobre ellas. Las ratas, grandes como gatos, corren
haciendo de ese infierno su reino. En un callejón hay una casa, un
poco más grande que las demás, de la cual se desprende un hedor
nauseabundo. Cuando Flair ve la expresión de asco que florece en mi
rostro ríe amargamente y dice: “querida Lyx, lo que estás mirando
asqueada es la enfermería... bueno, ése es el nombre oficial, la
realidad es que es el lugar donde dejamos a aquellos a los que le
quedan pocos días para pudrirse. El paraíso, ¿verdad?”
Quiero llorar pero aguanto la
tentación. Miro a Neldrey y veo que un cambio se ha efectuado en
ella. Ya no es la chica risueña y desvergonzada con la que he
viajado; se ha puesto una máscara de indiferencia que da serenidad a
sus rasgos, pero que la hace fría. El mero hecho de entrar aquí, ha
hecho a su corazón enmudecer.
Los niños no juegan, no ríen,
ni siquiera lloran; tienen demasiada hambre. Las madres están
mortalmente delgadas y los hombres caminan alcoholizados de dolor, de
impotencia.
La ciudad se divide en tres
estratos. A lo lejos se ve un muro que divide al pueblo llano de
aquellos con dinero y, por encima de este nivel, se vislumbra una
preciosa muralla con dibujos hechos de plata que brillan cegadores.
El castillo del Rey se encuentra allí, lejos de la mugre y del
dolor.
Un asomo de ira y de sed de
venganza se cuelga de mi garganta.
Caminamos por entre restos de
basura. Veo un cúmulo de ratas y, bajo esa maraña de rabos y uñas,
una manita inerte. Rothian grita recordando su propia experiencia y
Jake corre hacia la masa de roedores. Las espanta con un palo y
levanta a una niña de unos siete años. Me mira y susurra: “se
parece a Luy...”
Cubro mi boca para no gritar. La
pequeña, con el cuerpo hinchado y malherido, abre los ojos y,
deshaciéndose de los brazos de mi amigo dice:
-Dejadme morir en paz.
-¿Qué...? ¡No!-responde
Rothian temblorosa.
La niña comienza a reír
alocada y un acceso de tos sanguinolenta azota su cuerpecito.
-Qué importa. Me quedan
pocos días y no quiero ir a “la enfermería”.
-Pero... pero...
la mirada hueca de la niña hace
callar a la princesa.
-Olvidadme basura. Estoy
aburrida.
Y allí, frente a nosotros y sin
que podamos evitarlo, la pequeña se clava un trozo de cristal de una
botella en la garganta.
Rothian grita pero Flair le tapa
la boca. Ni él ni Neldrey se ven afectados.
-No chilles. Aquí ésto pasa
varias veces al día. Si gritas demostrarás que eres extranjera.
-¿Nadie de aquí se apiada
de una chiquilla que se acaba de suicidar en medio de la calle?- digo
con la voz cargada de odio.
-No. Los que están vivos son
solo aquellos demasiado cobardes para imitarla.
La voz vacía de Neldrey me
estruja tanto el corazón que me duele.
Capítulo 84
Neldrey nos guía por calles
estrechas en las que la violencia y la desesperación son los máximos
mandatarios. Al caer la noche vemos una especie de hotelucho que
podría, perfectamente, ser la escena de un crimen. En la puerta hay
tres jóvenes borrachos que agarran a la chica rubia de la cintura y
le proponen algo muy poco decente. Jake los empuja con mirada
amenazadora y los chicos, riéndose, caen al suelo.
Entramos en el establecimiento.
La sala principal es una especie de salón común en el que solo hay
hombres bebiendo hasta olvidar sus propios nombres. Camareras
desnudas de cintura para arriba y con el pelo enmarañado reparten
jarras de una bebida que no reconozco. Algunas de ellas lucen golpes
en su cara y pechos.
-Neldrey...¿dónde
estamos?-pregunto suponiendo la respuesta.
-En casa.- contesta
secamente. Lo sabía, aquí es donde Neldrey tuvo que clavarle un
abrecartas a un hombre por golpearla. Jake la toma de la mano con
firmeza y la chica se traga su debilidad para guiarnos por
habitaciones de las que salen gritos.
-En el nombre de los dioses-
dice Rothian impresionada-. Chillan como si las estuvieran matando.
-Las están matando- comenta
la joven rubia-. O al menos, lo están intentando. Esta zona está
reservada para aquellos que gozan golpeando a una mujer mientras
fornican con ella. Asqueroso.
Todos enmudecemos... ¿cuánto
ha tenido que soportar nuestra amiga?
Nos lleva a una puerta roja y la
golpea con los nudillos. Una voz cascada por la edad nos insta a
entrar.
Una espesa nube de humo dulzón
nos invade penetrando en nuestras fosas nasales. Toso y alzo los ojos
llorosos. La sala está llena de flores secas y retratos de mujeres
sonriendo tristes. Delante de Neldrey hay una mesa roja llena de
papeles. Una señora mayor, de unos setenta y pocos años está
sentada en ella. Su cuerpo enjuto es un patético resto de una mujer
de curvas pronunciadas. El pelo rojo mezclado con canas blancas cae
en una cascada por su espalda. Tiene un enorme lunar en su barbilla.
Todo en ella está desgastado salvo sus ojos, que son grandes y
marrones destilando inteligencia, fuerza y juventud.
-¿Me engañan los ojos o es
la pequeña Neldrey?
-Hola madame. He vuelto.
La mujer se levanta cojeando;
tiene una pierna de madera deforme. Sus palabras, veladas por el vaho
que impregna la habitación, se quiebran mientras abraza a la chica.
-¿Buscas trabajo? Has
crecido muy bien.
-No. Ya no voy a volver a
yacer por dinero.- dirige una mirada cargada de intenciones a Jake
que no pasa inadvertida para nadie.
-Oh, el amor... siempre te
dije que no existe. Solo es una palabra bonita en la boca de las
niñas inocentes. Nunca pensé que fueras una chiquilla ilusa
-Y no lo soy. Solo que no me
he dado por vencida y ahora estoy fuera de lugar en este agujero de
ratas.
La mujer, con una rapidez
impropia de su edad, tira a Neldrey sobre su mesa y clava una pluma
manchada de tinta junto a la sien de la joven, manchando sus cabellos
de oro. Nos tensamos pero Flair extiende la mano para detenernos. La
rubia no ha cambiado su expresión seria ni un ápice. Ni siquiera le
ha temblado el labio. Tiene un dominio total de sus emociones. Se
miran fijamente y tras unos segundos eternos, la madame libera a la
chica sonriendo.
-Siempre supe que eras un
rayo de luz, pequeña. La pregunta es, ¿podrás resistir en este
pozo oscuro?
-Sí.
La mujer sonríe orgullosa y
acciona una palanca. Una pared se entreabre dejando a la vista un
austero salón. La escasa decoración contrasta con el ambiente
recargado del despacho de la madame. Solo hay un par de divanes color
café junto a una mesa baja de madera. El suelo está cubierto por
alfombras de distintas tonalidades de verde y algunos cojines
marrones.
-Podéis quedaros aquí
cuanto queráis.
Entonces, ella vuelve a sus
sitio inhalando más de ese extraño humo y nosotros nos adentramos
en el habitáculo secreto.
Capítulo 85
Todos, agotados emocionalmente
por lo que hemos visto en esa ciudad corrupta, nos tumbamos sobre los
divanes o sobre las mullidas alfombras. Ni siquiera hablamos. No nos
vemos capaces de darle voz al dolor que hemos visto. Es ese tipo de
sufrimiento que se ve y se siente, pero del que no se habla porque
envenena. El tipo de agonía que hiere al que la vive y al que la
observa. El peor tipo de tortura. No sé cuánto tiempo tardamos,
pero al final, todos cerramos los ojos.
Con sigilo, una figura se
escabulle de la sala.
“Reporte número cinco. Habla
Flair Maldow, espía de Su Majestad, perteneciente al cuerpo especial
Z.
Ya nos encontramos en La
Capital. Soy consciente de que debía enviar un informe a las puertas
de la ciudad. Pido disculpas por mi desobediencia pero no pude
librarme de los aralios. Ahora mismo nos encontramos en un prostíbulo
cerca de la segunda muralla. De momento no tienen planes, están en
shock por lo que han visto aunque supongo que es norm.. lo siento,
mis opiniones son irrelevantes. En cuanto tracen un plan de acción,
se lo comunicaré.
Aquí finaliza el informe número
cinco. A la espera de nuevas órdenes.”
Flair espera la respuesta:
“hable sobre la Pincesa Rothian”.
El joven espía pryorano aprieta
el transmisor. No sabe la razón, pero no quiere revelar nada sobre
la chica. No la ama, pero tampoco quiere verla muerta. No obstante,
si traicionarla es el precio que debe pagar por su libertad y la de
su hermana, lo hará.
“La Princesa sigue pensando en
un matrimonio de conveniencia aunque no sabe cómo acercarse al
Castillo para tener una audiencia con Su Alteza.”
“Buen trabajo. Mañana a media
noche, tráigala hacia el ala oeste de la Segunda Muralla. Habrá un
cambio de guardias a los que avisaremos previamente para dejarlos
entrar. Usted le dirá que aprovecharán ese momento sin protección
para pasar al interior y una hora después seguiréis los mismos
pasos en el muro que defiende el castillo de Su Majestad. Cuando os
halléis cerca del jardín trasero, unos guardias os estarán
esperando, apresarán a la joven princesa y usted será recompensado.
Con respecto al resto de aralios, en cuanto tengamos a la chica,
serán capturados y ejecutados en público. Se convertirán en el
detonante de la guerra: los extranjeros que han intentado asesinar a
la Familia Real para imponer un régimen dictatorial. Son como
borregos, creerán cualquier cosa que les digamos y harán todo lo
que les ordenemos por una hogaza de pan.”
Flair traga saliva. No lo
entiende, ellos no significan nada para él pero, entonces por qué...
“De... de acuerdo pero, ¿cómo
hago para llevar sola a Roth... quiero decir, a la Princesa, hacia la
trampa?”
“¿Acaso no hizo que ella lo
amara? Use sus propios sentimientos en su contra.”
“Esto... bueno, podría
pero...”
“¿Está dudando, Flair
Maldow? No olvide que si tenemos éxito Su Alteza le otorgará
aquello que tanto ansía: libertad y seguridad para su hermana y para
usted.”
“Sí. Lo haré.”
“Buena elección.”
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