Capítulo 52
Salgo de la cabaña de Nash
acompañada de cerca por él. Me siento reconfortada al saber que mis
amigos podrán librarse de esas ataduras que los retienen y, por muy
egoísta que suene, me siento un poco mejor tras saber que el joven
me perdona por la muerte de su hermano.
-Bueno, aralia testaruda,
vamos a sacar a tus amigos de ahí.
-Te he dicho que me llames
Lyx.
-¡EH TÚ! MÍRAME
Alarmados, Nash y yo nos
abalanzamos hacia la barandilla de la plataforma en la que está
construida su choza y lo que vemos nos deja sin respiración: Una
joven enmascarada está situada de espaldas a mis amigos, entre éstos
y el chico que los custodia. La chica se quita la máscara de manera
que solo el joven guardián pueda ver su rostro. Antes de que nadie
pueda hacer nada, el muchacho cae al suelo presa de unas terribles
convulsiones, con el iris borrado y babeando. Puedo asegurar que
incluso se está orinando en los pantalones.
-¡¿Keane qué te ocurre?!-
grita Nash mientras ambos corremos hacia la extraña chica.
Ésta, tranquila, se coloca la
máscara y se dedica a soltar a mis amigos bajo la atónita mirada de
los mismos. Al llegar a la superficie, Nash toma en brazos a su
hermano y yo, sin pensármelo, tomo del hombro a la joven para
encararla. Una máscara de oro sumamente bella y... ¿Pecas azules?
No puede ser.
-¿Rothian? ¿eres tú?
-Oh Lyx, te he echado de
menos pero ahora debemos huir antes de que reaccionen.
-¿Qué le has hecho?
-No morirá, como mucho
estará desvanecido temporalmente. Rápido, debemos huir.
Me giro hacia Nash, quien acuna
como un padre a aquel joven al que parece que le han succionado el
alma. El chico me mira con lágrimas en los ojos.
-Largo de aquí.
-Nash, lo siento, ella no
pretendía...
-¡FUERA DE AQUÍ HE DICHO!
-Nash yo...
-Tú nada, Lyx. Desde que
llegasteis han muerto o resultado heridos varios de mis hermanos.
Sigo manteniendo mi promesa de no delatarte pero te juro que si no os
vais ahora mismo no respondo de mis actos.
Apenada por la pérdida tan
rápida del que podría haber sido un gran aliado y amigo, tomo a
Rothian de la mano y corro hacia el bosque seguida por mis
compañeros. El único sonido que acompaña nuestros pasos es el
llanto de una comunidad que lamenta el dolor de uno de sus hermanos.
El llanto de una familia destrozada una vez más.
Capítulo 53
Una vez en el bosque, al abrigo
de una masa inmensa de árboles altísimos y unas flores rojizas
sumamente pequeñas, todos nos miramos en silencio. Neldrey, con su
habitual desparpajo y naturalidad ante situaciones tensas, es la
primera en romper el hielo.
-Bueno, ya que nadie habla,
empezaré yo. ¿Quién eres? ¿Cómo has dejado fuera de combate a
ese guardia con solo enseñarle la cara? Oh cielo, debes de ser un
monstruo.
Miro a Neldrey amenazadora. Sí,
Rothian está desfigurada pero yo sé el motivo y la conocí antes de
aquel trágico incidente. Aún recuerdo la belleza casi irreal que
reinaba en sus armoniosos rasgos. La elegancia y perfección de su
mirada contrastando con sus divertidas y coquetas pecas azuladas.
Quitaba el aliento.
-Ups, Lyx me ha mirado mal-
continúa la rubia-. Pero todos pensáis lo mismo, solo que no lo
decís.
-Neldrey, cállate.-ordena
Jake.
-No te preocupes, ella tiene
razón. Ahora soy un monstruo, pero he aprendido a usar mi maldición
como un escudo. Os prometo que a partir de ahora no necesitaré que
me protejáis. Me he vuelto mucho más fuerte gracias a Kitz.
-Rothian, mentiría si dijera
que no te he echado de menos y que no me alegro de verte pero... lo
que has hecho allí ha sido totalmente innecesario. Nash iba a
liberarnos y a dejarnos partir a la mañana siguiente.
-Bueno, eso no lo sabía,
pero no seas así. El chaval no va a morir, me he controlado, ya lo
dije. -Lo dice en un tono tan indiferente que me cuesta relacionar a
esa chica con la princesa amable que conocí.
-¿Qué te ha pasado?
-Que he dejado de creer en
utopías. Sin sacrificios no hay futuro. Por mi país he de llegar a
un acuerdo con el Rey de Pryon y si eso significa aplastar a todo
aquel que se interponga en mi camino, ten por seguro que lo haré.
Tú, de entre todos los que están aquí, deberías entenderme... ¿O
ya te has olvidado de Pete?
Un relámpago de furia atraviesa
mis ojos y empujo a Rothian contra un árbol, presionando mi
antebrazo contra su frágil cuello. “Qué fácil sería romperlo”
pienso consciente de que esa bestia que la araña hizo florecer en mí
cada vez se va apropiando más de mi alma. Rothian estalla en una
sonora, aunque fingida, carcajada.
-¿Ves? Somos iguales. Serías
capaz de acabar con quien fuera por vengar a tu hermano. Yo haría lo
mismo por mi país y, sinceramente, te prefiero como aliada que como
obstáculo. No me haría ilusión tener que deshacerme de ti.
-Es gracioso que pienses que
podrías vencerme, princesita.
Los demás miran la escena
incapaces de intervenir. Solo Ishtral toma mi brazo y me separa de
ella bruscamente.
-Siento ésto, Princesa, no
permitiré que ella vuelva a amenazaros.
-¿Te pones de su parte? No
sé si me decepciona o me asquea.
-Es mi trabajo, Lyx.
-Bobo Real, más te vale
soltarla ya.-añade Jake.
-¿Eso es una amenaza?
-Sí.
Los hermanos, lejos de sentirse
incómodos, empiezan a soltar sus bártulos en el suelo, dispuestos a
montar una especie de campamento para pasar la noche. Quizá esa
naturalidad e indiferencia nos ayuda a enterrar (por el momento) el
hacha de guerra y, en silencio, los ayudamos.
Flair saca de su enorme capa un
pequeño paquete hecho de hojas lleno de una especie de carne
especiada. “La guardaba para una ocasión especial, y qué mejor
que el reencuentro con una querida amiga” comenta irónico. Solo
Neldrey se ríe ante el comentario del joven. Comemos en silencio,
cabizbajos y hundidos en nuestros pensamientos.
En cuanto acabamos de comer,
Flair, como suele hacer, saca su preciado instrumento y comienza a
entonar una canción. La verdad es que lo agradezco, su voz es un
calmante ideal. Mis músculos gritan por todo lo vivido y agradecen
la caricia de la voz de mi amigo.
Noto que Rothian alza la cabeza
y, quizá solo es mi imaginación pero creo que, a través de esa
preciosa máscara de oro, sus ojos brillan mientras observan a Flair.
Capítulo 54
Cuando Flair termina de cantar,
todos estamos mucho más sosegados y dispuestos a hablar para
solucionar lo ocurrido.
-La música amansa a las
fieras.- confiesa mostrando una sonrisa sumamente atractiva. Rothian
enrolla uno de sus rizos en su dedo índice mientras lo mira
embobada.
-Bueno, creo que mi hermana y
yo nos merecemos un poquito más de información, ¿no?- centra su
atención en la princesa-. Hábleme de usted, mi querida princesa.
Rothian se queda momentáneamente
sin habla frente a la sonrisa socarrona de Flair y porque no sabe por
dónde empezar.
-Lyx... ¿Podemos confiar en
ellos?- me pregunta dócilmente. Yo asiento.
Así, Rothian relata todo lo
sucedido hasta ahora, desde el primer atentado en Arala, pasando por
la muerte de Pete y la huida nocturna de Arala, hasta que se quedó
con Kitz. Nos cuenta que ese mejunje que aquel pequeño hombrecillo
untaba en sus vendas le ha dado un extraño poder. Ha curado todo su
cuerpo de manera que no queda una sola marca del ataque de las ratas
pero su rostro sigue totalmente desfigurado. No obstante, la fealdad
de su cara no es el motivo por el que se la cubre con la máscara.
Todo aquel que la mira... Bueno, jamás debemos mirar su rostro
desnudo. Eso fue todo lo que nos dijo.
A continuación, yo le conté a
mi amiga todo lo que habíamos vivido desde que nos separamos hasta
que ella nos encontró en el campamento de Nash.
-Genial, estamos ayudando a
unos aralios, de los cuales una es la princesa de Arala, otro un
guardia real y otra busca venganza, a colarse en La Capital para
“negociar” la paz con el Rey. ¿Será ésto a lo que llaman alta
traición?- pregunta -no tan- inocentemente Neldrey.
-Pues sí, hermanita. Solo
hay un problema, princesa.
-Por favor Flair, sin
formalismos, trátame como tu igual.
-Como prefieras, Rothian-
juraría que mi amiga tembló ligeramente al oír su nombre de los
labios del joven.
-Así que... ¿cuál es el
problema?
-El Rey. No va a aceptar
ningún trato de paz. Él quiere la guerra con tu país.
-A no ser...- comenta Neldrey
-¿Qué?- pregunta Rothian
esperanzada.
-A no ser que se case con el
príncipe.- Todos abrimos mucho los ojos. No íbamos a permitir que
nuestra amiga se casara con el enemigo.
-No, Rothian no puede casarse
con ese hombre.- Jake es el primero en darle voz a la opinión
general.
-¿Por qué no? Los
matrimonios de conveniencia son algo que se estila desde hace siglos.
Además, eso no solo podría frenar las ansias de guerra del Rey
puesto que le daría la sensación de que extiende su imperio. Con
ello, los pryoranos podrían aprender de la libertad arala y quizás
así serían capaces de alzarse contra el tirano. Princesa, dijisteis
que haríais lo que fuera necesario. La violencia solo genera más
violencia y declararle la guerra a un país tan fuerte, militarmente
hablando, y con un Rey déspota que no solo desprecia a sus propios
súbditos viéndolos como herramientas, sino que busca una guerra,
sería una tontería. Además, veo difícil que obtengáis la paz de
cualquier otro modo que no sea dándole al Rey algo que le interese.
Pienso que la posibilidad de casar a su hijo con su enemigo le haría
cesar en su empeño belicoso... al menos por un tiempo, tiempo que
podréis aprovechar, sana y salva en su gran palacio, para trazar un
nuevo plan. ¿Seguís negándoos, Princesa?- Dice Neldrey para dar
fin a su razonamiento.
Todos la miramos con la boca
abierta, salvo Flair, en cuyos ojos nace un brillo de orgullo
fraternal.
-Vaya, Neldrey...-comenta
Jake asombrado por las palabras de la chica, normalmente infantil.
-No solo soy una cara bonita,
cariño. Ojalá te empieces a dar cuenta de lo que podrías tener
antes de que me pierdas por perseguir algo que jamás será tuyo.-
dice desviando su mirada de mi amigo hacia mí.
Capítulo 55
Tras una larga discusión que
comenzó con Rothian pidiendo por favor que no la llamáramos
“Princesa” ni le diéramos ningún trato especial, y siguió con
la duda sobre el posible matrimonio. Al fin, mi amiga anunció que se
ofrecería a cambio de la paz. Le pediría al Rey un matrimonio entre
dos países al borde de la guerra a través de su hijo y ella misma.
Todos, aunque no muy felices por
la decisión, decidimos apoyarla. Sabemos que es la mejor opción si
queremos evitar un conflicto.
Cuando la luna reina en lo más
alto del cielo, todos duermen. Yo incluso lo intento pero cada vez
que cierro los ojos veo en mis párpados todos los momentos más
macabros del incendio que provoqué. La mirada desesperada y rota por
el miedo del pobre joven que calciné. Un chico antes tan alegre,
como pude contemplar en uno de los dibujos de la cabaña de Nash. Me
revuelvo sin descanso en el montón de hojitas que uso a modo de
camastro. De repente, mis heridas empiezan a escocer tanto que tengo
que morderme la lengua hasta sangrar para no gritar. Sudando, me
levanto y de manera caótica me alejo de mis amigos. Empiezo a
respirar con dificultad y caigo de rodillas al suelo. Todo me da
vueltas. Cierro los ojos, no más de diez segundos, intentando
calmarme y cuando los abro, la anciana está ahí, con sus enormes
agujas tejiendo y balanceándose sobre sí misma de manera
compulsiva.
-Buenas noches, querida.
¿Problemas para conciliar el sueño? ¿quieres que te cante una
nana?
-Cierra la boca y desaparece.
-Siempre tan distante, mi
preciosa creación. Vas a hacerme daño con esa frialdad tuya.
-Te odio.
-Por supuesto que me odias.
Es lo que espero. Dentro de poco también detestarás a tus amigos y
a tu querido sargento hasta el punto de matarlos. ¿No es algo
glorioso?
-Jamás les haré daño
maldita bruja.
-¿Sabes, querida? No suenas
tan segura como quieres aparentar. Oh por cierto, tengo un regalo
para ti. Llevo tejiendo todo el día. ¿Qué te parece?
La anciana tira de una liana y,
ante mí, se extiende un enorme mural hecho de hojas. La imagen
impresa en él me hace sentir náuseas. Veo a todos mis amigos, los
huérfanos, Arala entero e incluso Pryon, consumidos por unas llamas
inmensas. Todos muertos, pero con los ojos abiertos y llenos de
rencor hacia una figura femenina, mitad humana mitad araña, que se
alza sobre las llamas. Yo. Empiezo a clavar las uñas en la tierra y,
sin siquiera darme cuenta, unas leves llamas empiezan a manar de mis
ojos a modo de lágrimas. Pero no me queman, al contrario, me
producen cierto bienestar. Las heridas laten, gritan, aúllan a la
luna, testigo mudo del nacimiento de un demonio. La vegetación a mi
alrededor empieza a morir y los pequeños animales huyen
despavoridos.
La risa descontrolada de ese
arácnido contamina mis oídos hasta el punto de que creo que se ha
colado en mi cerebro y está clavando sus agujas en mi cabeza. Me
llevo las manos, que se asemejan levemente a las patas de una araña,
a las sienes. Iba a lanzar un grito a modo de despedida de mi
humanidad cuando una mano me tapa los ojos y me atrae hacia sí.
-Lyx. Ahí no hay nada.
Reacciona por favor. Vuelve conmigo.
La súplica de Ishtral es un
ancla que vuelve a enterrar en lo más profundo de mi ser ese fuego
infernal que me consume día a día.
“Parece que ese hombre va a
ser una molestia. Acaba con él, Lyx” oigo en mi mente.
-¡No!
-Lyx. No hay nadie aquí,
¿con quién hablas? ¿es la araña de tus pesadillas?
“Mi preciosa niña, ¿crees
que puedes desobedecerme? Mátalo”.
-No, por favor, no. No me
hagas hacerlo.
-Lyx, sea lo que sea que te
esté diciendo resiste. Tú eres más fuerte, yo lo sé. No voy a
dejarte sola. Lucha contra ella.
“Mátalo. Es una molestia. Ni
siquiera te dejará acabar con el arquero que mató a tu hermano.
Estorba en nuestros planes. Mátalo. ¡Mátalo ya!”
Empiezo a sentir mi sangre
arder, como un torrente de lava. Una bomba de relojería. Lo peor es
que ni soy capaz de controlarme... ni quiero hacerlo.
Mi último rastro de conciencia
se evapora con un:
-Ishtral... por favor...
¡huye!
-¿Qué? ¡Lyx!
Ya no lo oigo. De mis costillas,
con un dolor impresionante, salen cuatro extremidades más, cuatro
patas de araña. Mis ojos, totalmente anaranjados y bañados por una
ira inhumana observan a Ishtral mientras intenta alejarse
arrastrándose por el suelo. Todo mi cuerpo comienza a generar un
calor que rebosa por mis poros. Cada paso que doy queda marcado a
fuego en el terreno.
Veo que ese hombre (ya no
recuerdo su nombre) grita: “¡Lyx, soy yo!”. Ni siquiera sé
quién es esa Lyx a la que tanto llama. Me da asco su debilidad.
Golpeo un árbol con el puño y una llamarada lo consume hasta que
una preciosa lluvia de cenizas baña el bosque. Lanzo una risotada
tan estridente que ese humano que me observa con la mandíbula
desencajada tiene que taparse los oídos. Qué despreciable. Le
asesto una patada en el estómago y lo lanzo contra unos árboles.
Apenas puede respirar. Tan frágil. De repente, ese ser inferior me
lanza una daga dorada, clavando una de mis patas a un árbol que
comienza a quemarse poco a poco solo por estar en contacto con mi
cuerpo. Ni siquiera me duele pero... ese puñal... me siento mareada.
Una especie de neblina llena de recuerdos me inunda la cabeza. Grito
y me revuelvo pero, por extraño que parezca, no soy capaz de
arrancar de mi pata esa hoja afilada. Un recuerdo en especial se abre
paso en mi cerebro como una avalancha:
“Voy a darle el primer
bocado cuando veo algo por el rabillo del ojo. Lanzo la manzana a
unos centímetros de mi mano y echo la cabeza hacia atrás. Un golpe.
Dirijo mi mirada a la pared y ahí está, mi preciosa manzana
atravesada por una daga de oro y clavada a una puerta. Miro hacia el
callejón, con la barbilla alta dispuesta a darle una buena patada a
quien me ha estropeado la cena. Entonces es cuando le veo. Sangre y
oro. El Sargento Blood.”
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