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lunes, 25 de julio de 2016

Capítulos 52, 53, 54 y 55

Capítulo 52

Salgo de la cabaña de Nash acompañada de cerca por él. Me siento reconfortada al saber que mis amigos podrán librarse de esas ataduras que los retienen y, por muy egoísta que suene, me siento un poco mejor tras saber que el joven me perdona por la muerte de su hermano.
-Bueno, aralia testaruda, vamos a sacar a tus amigos de ahí.
-Te he dicho que me llames Lyx.
-¡EH TÚ! MÍRAME
Alarmados, Nash y yo nos abalanzamos hacia la barandilla de la plataforma en la que está construida su choza y lo que vemos nos deja sin respiración: Una joven enmascarada está situada de espaldas a mis amigos, entre éstos y el chico que los custodia. La chica se quita la máscara de manera que solo el joven guardián pueda ver su rostro. Antes de que nadie pueda hacer nada, el muchacho cae al suelo presa de unas terribles convulsiones, con el iris borrado y babeando. Puedo asegurar que incluso se está orinando en los pantalones.
-¡¿Keane qué te ocurre?!- grita Nash mientras ambos corremos hacia la extraña chica.
Ésta, tranquila, se coloca la máscara y se dedica a soltar a mis amigos bajo la atónita mirada de los mismos. Al llegar a la superficie, Nash toma en brazos a su hermano y yo, sin pensármelo, tomo del hombro a la joven para encararla. Una máscara de oro sumamente bella y... ¿Pecas azules? No puede ser.
-¿Rothian? ¿eres tú?
-Oh Lyx, te he echado de menos pero ahora debemos huir antes de que reaccionen.
-¿Qué le has hecho?
-No morirá, como mucho estará desvanecido temporalmente. Rápido, debemos huir.
Me giro hacia Nash, quien acuna como un padre a aquel joven al que parece que le han succionado el alma. El chico me mira con lágrimas en los ojos.
-Largo de aquí.
-Nash, lo siento, ella no pretendía...
-¡FUERA DE AQUÍ HE DICHO!
-Nash yo...
-Tú nada, Lyx. Desde que llegasteis han muerto o resultado heridos varios de mis hermanos. Sigo manteniendo mi promesa de no delatarte pero te juro que si no os vais ahora mismo no respondo de mis actos.
Apenada por la pérdida tan rápida del que podría haber sido un gran aliado y amigo, tomo a Rothian de la mano y corro hacia el bosque seguida por mis compañeros. El único sonido que acompaña nuestros pasos es el llanto de una comunidad que lamenta el dolor de uno de sus hermanos. El llanto de una familia destrozada una vez más.

Capítulo 53

Una vez en el bosque, al abrigo de una masa inmensa de árboles altísimos y unas flores rojizas sumamente pequeñas, todos nos miramos en silencio. Neldrey, con su habitual desparpajo y naturalidad ante situaciones tensas, es la primera en romper el hielo.
-Bueno, ya que nadie habla, empezaré yo. ¿Quién eres? ¿Cómo has dejado fuera de combate a ese guardia con solo enseñarle la cara? Oh cielo, debes de ser un monstruo.
Miro a Neldrey amenazadora. Sí, Rothian está desfigurada pero yo sé el motivo y la conocí antes de aquel trágico incidente. Aún recuerdo la belleza casi irreal que reinaba en sus armoniosos rasgos. La elegancia y perfección de su mirada contrastando con sus divertidas y coquetas pecas azuladas. Quitaba el aliento.
-Ups, Lyx me ha mirado mal- continúa la rubia-. Pero todos pensáis lo mismo, solo que no lo decís.
-Neldrey, cállate.-ordena Jake.
-No te preocupes, ella tiene razón. Ahora soy un monstruo, pero he aprendido a usar mi maldición como un escudo. Os prometo que a partir de ahora no necesitaré que me protejáis. Me he vuelto mucho más fuerte gracias a Kitz.
-Rothian, mentiría si dijera que no te he echado de menos y que no me alegro de verte pero... lo que has hecho allí ha sido totalmente innecesario. Nash iba a liberarnos y a dejarnos partir a la mañana siguiente.
-Bueno, eso no lo sabía, pero no seas así. El chaval no va a morir, me he controlado, ya lo dije. -Lo dice en un tono tan indiferente que me cuesta relacionar a esa chica con la princesa amable que conocí.
-¿Qué te ha pasado?
-Que he dejado de creer en utopías. Sin sacrificios no hay futuro. Por mi país he de llegar a un acuerdo con el Rey de Pryon y si eso significa aplastar a todo aquel que se interponga en mi camino, ten por seguro que lo haré. Tú, de entre todos los que están aquí, deberías entenderme... ¿O ya te has olvidado de Pete?
Un relámpago de furia atraviesa mis ojos y empujo a Rothian contra un árbol, presionando mi antebrazo contra su frágil cuello. “Qué fácil sería romperlo” pienso consciente de que esa bestia que la araña hizo florecer en mí cada vez se va apropiando más de mi alma. Rothian estalla en una sonora, aunque fingida, carcajada.
-¿Ves? Somos iguales. Serías capaz de acabar con quien fuera por vengar a tu hermano. Yo haría lo mismo por mi país y, sinceramente, te prefiero como aliada que como obstáculo. No me haría ilusión tener que deshacerme de ti.
-Es gracioso que pienses que podrías vencerme, princesita.
Los demás miran la escena incapaces de intervenir. Solo Ishtral toma mi brazo y me separa de ella bruscamente.
-Siento ésto, Princesa, no permitiré que ella vuelva a amenazaros.
-¿Te pones de su parte? No sé si me decepciona o me asquea.
-Es mi trabajo, Lyx.
-Bobo Real, más te vale soltarla ya.-añade Jake.
-¿Eso es una amenaza?
-Sí.
Los hermanos, lejos de sentirse incómodos, empiezan a soltar sus bártulos en el suelo, dispuestos a montar una especie de campamento para pasar la noche. Quizá esa naturalidad e indiferencia nos ayuda a enterrar (por el momento) el hacha de guerra y, en silencio, los ayudamos.
Flair saca de su enorme capa un pequeño paquete hecho de hojas lleno de una especie de carne especiada. “La guardaba para una ocasión especial, y qué mejor que el reencuentro con una querida amiga” comenta irónico. Solo Neldrey se ríe ante el comentario del joven. Comemos en silencio, cabizbajos y hundidos en nuestros pensamientos.
En cuanto acabamos de comer, Flair, como suele hacer, saca su preciado instrumento y comienza a entonar una canción. La verdad es que lo agradezco, su voz es un calmante ideal. Mis músculos gritan por todo lo vivido y agradecen la caricia de la voz de mi amigo.
Noto que Rothian alza la cabeza y, quizá solo es mi imaginación pero creo que, a través de esa preciosa máscara de oro, sus ojos brillan mientras observan a Flair.

Capítulo 54

Cuando Flair termina de cantar, todos estamos mucho más sosegados y dispuestos a hablar para solucionar lo ocurrido.
-La música amansa a las fieras.- confiesa mostrando una sonrisa sumamente atractiva. Rothian enrolla uno de sus rizos en su dedo índice mientras lo mira embobada.
-Bueno, creo que mi hermana y yo nos merecemos un poquito más de información, ¿no?- centra su atención en la princesa-. Hábleme de usted, mi querida princesa.
Rothian se queda momentáneamente sin habla frente a la sonrisa socarrona de Flair y porque no sabe por dónde empezar.
-Lyx... ¿Podemos confiar en ellos?- me pregunta dócilmente. Yo asiento.
Así, Rothian relata todo lo sucedido hasta ahora, desde el primer atentado en Arala, pasando por la muerte de Pete y la huida nocturna de Arala, hasta que se quedó con Kitz. Nos cuenta que ese mejunje que aquel pequeño hombrecillo untaba en sus vendas le ha dado un extraño poder. Ha curado todo su cuerpo de manera que no queda una sola marca del ataque de las ratas pero su rostro sigue totalmente desfigurado. No obstante, la fealdad de su cara no es el motivo por el que se la cubre con la máscara. Todo aquel que la mira... Bueno, jamás debemos mirar su rostro desnudo. Eso fue todo lo que nos dijo.
A continuación, yo le conté a mi amiga todo lo que habíamos vivido desde que nos separamos hasta que ella nos encontró en el campamento de Nash.
-Genial, estamos ayudando a unos aralios, de los cuales una es la princesa de Arala, otro un guardia real y otra busca venganza, a colarse en La Capital para “negociar” la paz con el Rey. ¿Será ésto a lo que llaman alta traición?- pregunta -no tan- inocentemente Neldrey.
-Pues sí, hermanita. Solo hay un problema, princesa.
-Por favor Flair, sin formalismos, trátame como tu igual.
-Como prefieras, Rothian- juraría que mi amiga tembló ligeramente al oír su nombre de los labios del joven.
-Así que... ¿cuál es el problema?
-El Rey. No va a aceptar ningún trato de paz. Él quiere la guerra con tu país.
-A no ser...- comenta Neldrey
-¿Qué?- pregunta Rothian esperanzada.
-A no ser que se case con el príncipe.- Todos abrimos mucho los ojos. No íbamos a permitir que nuestra amiga se casara con el enemigo.
-No, Rothian no puede casarse con ese hombre.- Jake es el primero en darle voz a la opinión general.
-¿Por qué no? Los matrimonios de conveniencia son algo que se estila desde hace siglos. Además, eso no solo podría frenar las ansias de guerra del Rey puesto que le daría la sensación de que extiende su imperio. Con ello, los pryoranos podrían aprender de la libertad arala y quizás así serían capaces de alzarse contra el tirano. Princesa, dijisteis que haríais lo que fuera necesario. La violencia solo genera más violencia y declararle la guerra a un país tan fuerte, militarmente hablando, y con un Rey déspota que no solo desprecia a sus propios súbditos viéndolos como herramientas, sino que busca una guerra, sería una tontería. Además, veo difícil que obtengáis la paz de cualquier otro modo que no sea dándole al Rey algo que le interese. Pienso que la posibilidad de casar a su hijo con su enemigo le haría cesar en su empeño belicoso... al menos por un tiempo, tiempo que podréis aprovechar, sana y salva en su gran palacio, para trazar un nuevo plan. ¿Seguís negándoos, Princesa?- Dice Neldrey para dar fin a su razonamiento.
Todos la miramos con la boca abierta, salvo Flair, en cuyos ojos nace un brillo de orgullo fraternal.
-Vaya, Neldrey...-comenta Jake asombrado por las palabras de la chica, normalmente infantil.
-No solo soy una cara bonita, cariño. Ojalá te empieces a dar cuenta de lo que podrías tener antes de que me pierdas por perseguir algo que jamás será tuyo.- dice desviando su mirada de mi amigo hacia mí.

Capítulo 55

Tras una larga discusión que comenzó con Rothian pidiendo por favor que no la llamáramos “Princesa” ni le diéramos ningún trato especial, y siguió con la duda sobre el posible matrimonio. Al fin, mi amiga anunció que se ofrecería a cambio de la paz. Le pediría al Rey un matrimonio entre dos países al borde de la guerra a través de su hijo y ella misma.
Todos, aunque no muy felices por la decisión, decidimos apoyarla. Sabemos que es la mejor opción si queremos evitar un conflicto.

Cuando la luna reina en lo más alto del cielo, todos duermen. Yo incluso lo intento pero cada vez que cierro los ojos veo en mis párpados todos los momentos más macabros del incendio que provoqué. La mirada desesperada y rota por el miedo del pobre joven que calciné. Un chico antes tan alegre, como pude contemplar en uno de los dibujos de la cabaña de Nash. Me revuelvo sin descanso en el montón de hojitas que uso a modo de camastro. De repente, mis heridas empiezan a escocer tanto que tengo que morderme la lengua hasta sangrar para no gritar. Sudando, me levanto y de manera caótica me alejo de mis amigos. Empiezo a respirar con dificultad y caigo de rodillas al suelo. Todo me da vueltas. Cierro los ojos, no más de diez segundos, intentando calmarme y cuando los abro, la anciana está ahí, con sus enormes agujas tejiendo y balanceándose sobre sí misma de manera compulsiva.
-Buenas noches, querida. ¿Problemas para conciliar el sueño? ¿quieres que te cante una nana?
-Cierra la boca y desaparece.
-Siempre tan distante, mi preciosa creación. Vas a hacerme daño con esa frialdad tuya.
-Te odio.
-Por supuesto que me odias. Es lo que espero. Dentro de poco también detestarás a tus amigos y a tu querido sargento hasta el punto de matarlos. ¿No es algo glorioso?
-Jamás les haré daño maldita bruja.
-¿Sabes, querida? No suenas tan segura como quieres aparentar. Oh por cierto, tengo un regalo para ti. Llevo tejiendo todo el día. ¿Qué te parece?
La anciana tira de una liana y, ante mí, se extiende un enorme mural hecho de hojas. La imagen impresa en él me hace sentir náuseas. Veo a todos mis amigos, los huérfanos, Arala entero e incluso Pryon, consumidos por unas llamas inmensas. Todos muertos, pero con los ojos abiertos y llenos de rencor hacia una figura femenina, mitad humana mitad araña, que se alza sobre las llamas. Yo. Empiezo a clavar las uñas en la tierra y, sin siquiera darme cuenta, unas leves llamas empiezan a manar de mis ojos a modo de lágrimas. Pero no me queman, al contrario, me producen cierto bienestar. Las heridas laten, gritan, aúllan a la luna, testigo mudo del nacimiento de un demonio. La vegetación a mi alrededor empieza a morir y los pequeños animales huyen despavoridos.
La risa descontrolada de ese arácnido contamina mis oídos hasta el punto de que creo que se ha colado en mi cerebro y está clavando sus agujas en mi cabeza. Me llevo las manos, que se asemejan levemente a las patas de una araña, a las sienes. Iba a lanzar un grito a modo de despedida de mi humanidad cuando una mano me tapa los ojos y me atrae hacia sí.
-Lyx. Ahí no hay nada. Reacciona por favor. Vuelve conmigo.
La súplica de Ishtral es un ancla que vuelve a enterrar en lo más profundo de mi ser ese fuego infernal que me consume día a día.
Parece que ese hombre va a ser una molestia. Acaba con él, Lyx” oigo en mi mente.
-¡No!
-Lyx. No hay nadie aquí, ¿con quién hablas? ¿es la araña de tus pesadillas?
Mi preciosa niña, ¿crees que puedes desobedecerme? Mátalo”.
-No, por favor, no. No me hagas hacerlo.
-Lyx, sea lo que sea que te esté diciendo resiste. Tú eres más fuerte, yo lo sé. No voy a dejarte sola. Lucha contra ella.
Mátalo. Es una molestia. Ni siquiera te dejará acabar con el arquero que mató a tu hermano. Estorba en nuestros planes. Mátalo. ¡Mátalo ya!”
Empiezo a sentir mi sangre arder, como un torrente de lava. Una bomba de relojería. Lo peor es que ni soy capaz de controlarme... ni quiero hacerlo.
Mi último rastro de conciencia se evapora con un:
-Ishtral... por favor... ¡huye!
-¿Qué? ¡Lyx!
Ya no lo oigo. De mis costillas, con un dolor impresionante, salen cuatro extremidades más, cuatro patas de araña. Mis ojos, totalmente anaranjados y bañados por una ira inhumana observan a Ishtral mientras intenta alejarse arrastrándose por el suelo. Todo mi cuerpo comienza a generar un calor que rebosa por mis poros. Cada paso que doy queda marcado a fuego en el terreno.
Veo que ese hombre (ya no recuerdo su nombre) grita: “¡Lyx, soy yo!”. Ni siquiera sé quién es esa Lyx a la que tanto llama. Me da asco su debilidad. Golpeo un árbol con el puño y una llamarada lo consume hasta que una preciosa lluvia de cenizas baña el bosque. Lanzo una risotada tan estridente que ese humano que me observa con la mandíbula desencajada tiene que taparse los oídos. Qué despreciable. Le asesto una patada en el estómago y lo lanzo contra unos árboles. Apenas puede respirar. Tan frágil. De repente, ese ser inferior me lanza una daga dorada, clavando una de mis patas a un árbol que comienza a quemarse poco a poco solo por estar en contacto con mi cuerpo. Ni siquiera me duele pero... ese puñal... me siento mareada. Una especie de neblina llena de recuerdos me inunda la cabeza. Grito y me revuelvo pero, por extraño que parezca, no soy capaz de arrancar de mi pata esa hoja afilada. Un recuerdo en especial se abre paso en mi cerebro como una avalancha:

Voy a darle el primer bocado cuando veo algo por el rabillo del ojo. Lanzo la manzana a unos centímetros de mi mano y echo la cabeza hacia atrás. Un golpe. Dirijo mi mirada a la pared y ahí está, mi preciosa manzana atravesada por una daga de oro y clavada a una puerta. Miro hacia el callejón, con la barbilla alta dispuesta a darle una buena patada a quien me ha estropeado la cena. Entonces es cuando le veo. Sangre y oro. El Sargento Blood.”

Una lágrima furtiva huye de mis ojos. Las patas arácnidas desaparecen en una nube de humo negro. Caigo al suelo, rendida. Lyx soy yo y él es el sargento Blood. Ishtral, al que he estado a punto de matar. 

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