Capítulo 44
Llevamos unos días andando por
un bosque que no parece tener fin. Mire a donde mire solo veo hierbas
exageradamente altas, árboles inmensos de troncos anchos, insectos a
cada cual más extraño, pequeños animales y algunas flores un tanto
extravagantes. Pero ninguna salida. Es como un laberinto gigantesco
que, a cada paso, te va tragando, succionando hacia un abismo o un
pozo sin fondo. Me desespera no ver la luz del sol y estoy empezando
a hartarme de la humedad imperante que se pega a mi piel, lamiéndola
sin descanso.
Solo paramos para comer y
dormir. Después de las comidas, Ishtral nos enseña a luchar. Jake,
a pesar de ser más lento aprendiendo que yo, cuenta con una gran
fuerza de la que carezco. Por ello, he de suplir ese punto débil
siendo mucho más rápida, tanto de movimientos como a la hora de
descubrir un patrón en los golpes de mi enemigo. Todo sea dicho, el
sargento Blood es siempre mucho más paciente y amable cuando tiene
que enseñarme a mí. No obstante, la relación profesor-alumno que
han establecido Jake e Ishtral parece haber relajado la situación
entre los dos hombres. Creo que el golpearse mutuamente a diario les
ayuda a descargar la tensión existente entre ambos.
Pese a todo, puedo asegurar que
Jake y yo hemos mejorado mucho.
Por otro lado, no he vuelto a
oír la voz de la araña durante todo este tiempo. No sé si eso me
relaja o me asusta.
Esa noche, mientras nos ponemos
a entrenar, los hermanos van a buscar agua.
Tras una hora sin ellos, Jake
nos hace notar que están tardando demasiado.
Decidimos ir a buscarlos por
separado para cubrir más terreno. Ando, creo que en círculos,
durante media hora sin encontrarlos. Me estoy empezando a preocupar
de verdad cuando oigo una especie de grito ahogado de Ishtral. Mi
pulso se acelera y salgo corriendo. Encuentro a Jake sosteniendo la
cabeza del sargento.
-¿Qué le has hecho?
-Ojalá hubiera sido yo...
pero por lo visto no estamos solos en este bosque.- Mi amigo me dice
eso mostrándome un pequeño dardo que había arrancado del cuello de
Ishtral.
-¿Él está bien?
-Solo está inconsciente, no
te preoc¡Ah!- de repente Jake se lleva la mano al cuello. Tiene un
dardo clavado-. Lyx... Corre.
Esas son las últimas palabras
que dice Jake antes de desplomarse sobre Ishtral.
Me acerco corriendo a ellos.
Solo están dormidos pero lo que más me preocupa es no tener ni idea
de dónde vienen esas pequeñas armas ni quién o quiénes las están
lanzando.
-Defiéndete tonta.
La voz de la araña rebota en mi
cabeza apareciendo por primera vez en días.
-No puedo. No sé dónde está
quien nos ataca.
-Inútil.
-Cállate.
-No fuiste capaz de salvar a
Pete y ahora no puedes ayudar a tus amigos.
-¡Cállate!
Siento mi cuerpo fundirse y mi
campo de visión se enturbia.
-Tu madre estará llorando de
vergüenza en la tumba a la que la mandaste, estúpida niña.
-¡HE DICHO QUE TE CALLES!
Ya ni siquiera reconozco mi voz,
bajo mis pies la hierba comienza a arder. Me levanto sin saber bien
lo que hago y, de repente, sé donde se esconden nuestros atacantes.
Uno... dos... tres... cuento
diez personas. Se mueven con sigilo entre la maleza; una persona
normal hubiera sido incapaz de encontrarlos. Yo dejé de ser una
persona normal cuando luché con esa araña mutante. Con una
velocidad que sobrepasa incluso la de la luz, aparezco de repente
tras uno de mis enemigos. Le asesto una patada en la espalda y,
cuando cae al suelo gritando, me lanzo sobre él y le cojo el cuello.
De mis manos se escapa una pequeña columna de humo. Le estoy
quemando la piel y ni siquiera me importa. Oigo los pasos rápidos
pero sigilosos de los compañeros del que yo he atrapado. Giro mi
cabeza y fijo la vista en una rama en la que a simple vista no hay
nadie. Me concentro y un fuego espontáneo nace en ese árbol. De él
cae un hombre chillando. Repito la jugada. Las lenguas de fuego
bailan al son de mi propia música. Sigo agarrando al primer joven
que encontré por el cuello calcinado, murió hace unos minutos pero
no me importa. Calculo que de esos diez atacantes, solo cinco no
están heridos. Suelto por fin al pobre joven que sujetaba y me
encaro al bosque.
-Tenéis tres segundos para
salir u os juro que quemaré todo el bosque.- mi voz suena grave y
ronca. Suena como la voz de una muerta, de una muerta en vida.
De repente noto una leve presión
en el tobillo y me giro bruscamente con los ojos anegados en brasas.
-Lyx... para...-Ishtral se
había acercado arrastrándose hacia mí. Aún estaban presentes en
él los efectos de aquel veneno.
Al verlo, levanto la vista: un
cadáver calcinado, cuatro chicos escondidos tras los árboles con
quemaduras graves, una buena zona de bosque gritando por el dolor que
el fuego le causa y, entre todo el caos que yo había provocado, una
telaraña enorme y, sobre ella, la causante de mi locura.
-Muy bien querida, haces que
me sienta orgullosa de ti, mi preciosa creación.
-¿Qué... qué he... hecho?-
las lágrimas caen a borbotones por mis mejillas manchadas de humo y
cenizas. Miro a Ishtral que había vuelto a quedarse inconsciente.
Seguramente a mis amigos les cueste respirar por el humo. Me
arrodillo y levanto la vista, cansada, hastiada, agotada de mí
misma. El fuego, junto con mi humanidad, se esfuman dejando un rastro
de destrucción absoluta. Siento una decena de dardos penetrando la
piel de mi cuello. “Ojalá me maten” pienso antes de perder la
conciencia.
Capítulo 45
Despierto dolorida en una jaula
de madera colgada de una altísima rama. La cabeza me va a estallar,
es como si una corriente eléctrica de alto voltaje fuera a reventar
mi médula espinal, llevándose consigo el resto de mi sistema
nervioso. Cada músculo, nervio, hueso de mi cuerpo está temblando.
Una pátina de sudor y lágrimas rancias me empaña la vista.
Entonces, como una bomba con temporizador, todo lo ocurrido vuelve a
mi mente. Los recuerdos se agolpan castigándome, torturándome. “Soy
un monstruo” eso es lo único que mi cabeza embotada puede afirmar.
-¡Lyx! ¡Te has despertado!
Gracias a los dioses. Has tardado muchísimo en recuperar la
conciencia, ¿qué te han hecho esos salvajes?-La voz de Neldrey
penetra en la densa neblina que reinaba en mi cabeza.
Su jaula está en un árbol
cercano al mío. Me giro pero solo veo nuestras cárceles de madera y
lianas.
-Jake, Blood y mi hermano no
están aquí. No sé dónde los han metido. Cuándo me desperté solo
estábamos nosotras. Por cierto, roncas un poquito, ¿lo sabías?
-¿En serio crees que es
momento para decirme que ronco?
-Es que me aburro. Le he
dicho a ése que nos baje pero nada. Finge ser sordo o tonto, una de
dos. ¡Sí tú! ¡Sé que me estás oyendo! ¡Feo!
-Prueba a enseñarle una de
tus largas y preciosas piernas.- digo irónica. Parece que, a su
extraña manera, la actitud infantil de Neldrey sirve de medicina
contra mi jaqueca causada por remordimientos.
-¡Anda pues claro!- comienza
a levantarse la blusa- ¡Eh guapo! ¡Mira hacia arriba verás qué
sorpresa!
-¡He dicho la pierna!
-Calla que ésto es más
efectivo.
Parece que nuestro guardián,
cansado del griterío de Neldrey, al fin accede y alza la cabeza. No
puedo evitar reírme al ver la cara del joven, completamente rojo,
con los ojos increíblemente abiertos.
-Anda guapo, ¿nos bajas de
aquí?- Neldrey usa un tono meloso y seductor.
-Esto... yo... no puedo
señorita.
Neldrey mueve de un lado hacia
otro su torso haciendo que el chaval se ponga aún más colorado si
cabe. El chico huye, literalmente, sale corriendo para no ceder ante
los encantos femeninos de Neldrey.
-Casi cae- dice la chica
rubia bajándose la camisa y tapando de una vez su pecho.
-Le has asustado.
Neldrey me mira y me sonríe.
-Bueno, parece que vamos a
estar aquí un rato así que... ¿Qué te han hecho para que tardaras
tanto en despertar?
-Creo que me lanzaron unos
diez u once dardos.
Neldrey se queda muy seria
mirándome en silencio. Tras unos segundos eternos, sigue hablando.
-Te pusiste en plan diosa
guerrera y te tuvieron que drogar bastante, ¿no?
-Maté a uno...- fue un
susurro y sentí mi corazón resquebrajarse aún más en el pecho.
-Cuando tenía trece años
empecé a prostituirme. El primer hombre que quiso yacer conmigo
disfrutaba golpeándome. Odiaba que me tirase del pelo y me besase el
cuello. Antes de... ya sabes. Salí corriendo. A ese cerdo le pareció
divertido. Dejó de reírse cuando le clave un abrecartas en la
espalda. Gritó y me dio un golpe brutal. Incluso se me hacía
difícil respirar. Al oír los gritos, la dueña del prostíbulo vino
con un revólver en las manos. Le disparó entre las cejas. “Por
pegar son veinte piezas de oro más” dijo cuando aquel hombre se
desangraba en el suelo. Luego ella vino, me miró y me abofeteó.
“Asegúrate de que la próxima vez que quieras matar a alguien, lo
hagas bien. Porque si sigue vivo te matará él a ti”. A su modo me
salvó de aquella bestia disfrazada de hombre.
-Vaya Neldrey... yo... lo
siento. No sabía que hubieras vivido algo así.
-Con ésto quiero decirte que
se supera. Que puede que ahora hayas hecho algo por lo que quisieras
morir incluso, pero no te rindas. Si no lo haces por ti al menos
hazlo por quienes sí que quieren volver a verte. Hazlo por Jake, por
ejemplo.- al decir eso su voz se quiebra ligeramente. Jamás había
usado un tono tan serio conmigo. Puede que en el fondo no fuera tan
mala.
-Neldrey...
-Aunque te advierto que somos
amigas si no intentas nada con mi Jake. Ahora es mío.- recupera su
tono jovial y me saca la lengua.- ¡Ah! ¡mira Lyx! ¡Otro carcelero!
¡Eh guapo mira hacia arriba que no te vas a arrepentir!
Vuelve a subirse la camisa,
intentando tener éxito.
-Anda, bájate eso que tengo
una idea mejor. Descansa. Yo te aviso.
Ella me mira y me dedica una
sonrisa sincera. Quizás, y solo quizás, esa rubia acabe por caerme
bien.
Capítulo 46
Cae la noche. Al estar en esa
jaula tan alta casi puedo ver la luna. Casi. Miro hacia abajo y veo
al guardia medio dormido, sentado y apoyado en el árbol en el que
está mi celda. Me pongo en pie y, aunque me da pánico repetir el
numerito de las chispas y los fuegos artificiales que hice en el
bosque, he de hacerlo. Me acerco a un nudo hecho de lianas, me
aseguro de que si rompo ese entramado de ramitas, podré escapar y
liberar a Neldrey sin que la jaula se precipite al suelo. La chica
rubia se ha quedado dormida, supongo que para ella también ha sido
un día intenso.
Inspiro. Espiro. Inspiro.
Espiro. Poso la mano sobre el nudo que había escogido y me
concentro. Intento visualizar el fuego, las llamas. Pero de repente
aparece el desolador recuerdo de los cuerpos hechos cenizas y el
bosque carbonizado.
Me recorre un escalofrío.
Vuelvo a serenarme y lo intento otra vez.
-Yo que tú no lo intentaría.
Pronto se darían cuenta de vuestra huida y será peor.
Me giro sobresaltada pero no veo
de dónde sale esa voz.
-Vaya, mis hermanos me habían
dicho que eras capaz de descubrir dónde nos escondíamos. O se
equivocaban o estás medio dormida.
-¿Quién eres?¡Sal de donde
estés cobarde!
-No grites tanto, no querrás
despertar a tu amiga, la rubia exhibicionista, ni al carcelero, ¿no?
-Vale, no gritaré pero al
menos sal. No tengo ganas de hablarle al aire.
Siento una leve brisa a mi
espalda. Me giro y me encuentro con un hombre que me sonríe
cómodamente sentado en la rama de la que cuelga mi jaula. ¿Por qué
sonríe? ¿Acaso no sabe lo que le hice al bosque y a sus amigos?
-Sí, sé que has matado a mi
hermano.
¿Cómo sabía lo que estaba
pensando?, ¿acaso puede leer mi mente?
-No puedo leer tu mente pero
eres tan expresiva que hasta un niño pequeño sabría lo que
piensas.
Siento los músculos de mi
mandíbula tensarse pero me tranquilizo acuciada por el fugaz
recuerdo de las llamas.
-¿Quién eres?
-Nash
-Bien, Nash, ¿qué quieres?
-Hablar contigo. Hola.- dice
totalmente serio y en tono neutro. Hablar con él me exaspera.
-¿De qué quieres hablar,
Nash?
-¿Cómo provocaste el fuego?
En este bosque tan húmedo es prácticamente imposible. Mis hermanos
dicen que las llamas se te escapaban de los dedos y de los ojos. ¿Es
eso cierto?
-No lo sé.
-¿Qué no sabes?
-Nada. No sé nada. No sé
dónde estoy ni quiénes sois. No sé dónde están mis amigos. No sé
cómo fui capaz de encender ese fuego y...
-¿Y?
-Y, por no saber, ya ni
siquiera sé quién soy yo.
En su mirada, que trataba de
ser dura como una piedra, puede vislumbrar una débil sombra de
empatía.
-¿Tus amigos y tú sois de
Arala?
-¿Qué? Por supuesto que no.
-Ya... pues tu amigo, el del
pelo rojo, tiene los ojos como monedas de oro y los del otro, los del
rubio, parecen plata fundida. Eso no es muy común aquí, ¿sabes?
-Me da igual lo que tú
creas. No somos de allí.
-Lástima. Siempre quise
conocer a algún aralio. Me caen bien. Ojalá yo hubiera nacido allá
arriba.
-¿Por qué lo dices?
-Si eres pryorana de verdad,
ni siquiera preguntarías eso.
-Sí lo sé. Es por el
régimen de terror que impone el Rey.
-No sabes nada, aralia.
-No soy aralia. Esos
estúpidos tienen la cabeza en las nubes, les afecta la falta de
oxígeno. Me repugnan así que, por favor, no me compares con esos
seres.
-Entonces mis disculpas, pero
sigo sin creerte. Todo habitante de Pryon sabe qué es este sitio y
quiénes somos. Lo que pasa es que nadie quiere reconocer nuestra
existencia.
Quiero preguntar por qué pero
este hombre ya está convencido de nuestro origen; si pregunto solo
serviría para confirmar aún más sus sospechas. Me quedo mirándolo
fijamente.
-¿No vas a preguntarme por
qué? Te mueres de ganas.
-No.
-Muy bien, hasta mañana,
aralia testaruda.
-¿Qué? ¡No! ¿Vuelve aquí!
Es en vano. Ya ha desaparecido
tan rápido como había aparecido. Menudo personaje. ¿Quién será?
Capítulo 47
-¿Eh?, ¿qué pasa, Lyx?- me
pregunta Neldrey medio dormida.
-Acabo de recibir la visita
de uno de los que nos tienen prisioneras.
-¿En serio? ¿Le has
zurrado?
-No, quizá la próxima vez
que lo vea. Ha sido una conversación totalmente inútil.
-¿Era guapo?
-¿Ya te has olvidado de tu
querido Jake?
-Claro que no, pero estoy
enamorada, que no ciega- dice sonriéndome con cierta picaresca-. Y
hablando de él. Quiero verlo. Vamos a fugarnos, odio estas jaulas.
-Vale genio, ¿y cómo?
-Siempre guardo una cuchilla
muy delgada cosida a mi ropa interior.
Mi mirada debe de decirlo toda
porque Neldrey me responde:
-Atendiendo a mi profesión,
he de ser precavida.
-¿Y por qué no la habías
sacado hasta ahora?- sigo preguntando.
-Lo olvidé.
-Voy a matarte.
La chica comienza a rasgar
lentamente un nudo de su celda ignorándome por completo. El problema
es que no tiene en cuenta qué liana está cortando. Antes de que
pueda advertirla lanza un grito y se queda colgando de una rama medio
rota. El guardia, que ya estaba muy despierto gracias al alarido de
mi amiga, está mirando hacia ella. Tiene los brazos alzados para
intentar cogerla cuando, irremediablemente, caiga puesto que la liana
se está rompiendo. Al cabo de unos segundos interminables, la
gravedad gana la partida y Neldrey cae justo encima de nuestro
carcelero, dejándolo tirado, un poco malherido e inconsciente.
-Grosero. No peso tanto como
para que te desmayes. Eres un debilucho- le dice ella un poco
enfadada.
-Neldrey. Dejar de armar
escándalo y sácame de aquí.
-¿Cómo se piden las cosas?
-Sácame o te destrozo tu
preciosa cara.
-No, así no es.
-Neldrey...- digo con voz
grave y amenazadora.
-Vale, sigues sin acertar
pero el tono da miedo. Voy a sacarte de ahí.
En un minuto y con una agilidad
gatuna, Neldrey alcanza mi jaula y comienza a cortar las lianas.
“Entre los ojos, la voz suave y la agilidad parece un gato de
verdad” pienso mientras espero a que mi amiga acabe su tarea.
A diferencia de Neldrey, yo no
caigo de bruces al suelo. Doy un pequeño giro en el aire y caigo de
pie. Años corriendo por los tejados de Arala dan sus frutos.
Despacio y con sigilo, nos
acercamos hacia donde se oyen voces.
Camufladas entre la alta maleza,
podemos ver una especie de campamento formado por casas situadas a
distintos niveles, en una suerte de equilibrio, entre las ramas de
los árboles. Parece haber una especie de jerarquía. Las casas más
“lujosas” (si puedo aplicar este adjetivo a esas casuchas) se
encuentran cerca de las copas de los árboles y son muy pocas. En un
nivel inferior hay más chozas pero, la inmensa mayoría, están en
la superficie, a ras del suelo. Solo hay una sola casa, prácticamente
en la copa de un enorme árbol, que imagino debe de ser el hogar del
jefe de esta gente.
Hay delgados puentes colgantes
que unen los cuatro niveles en los que se divide esa pequeña
civilización. También hay plataformas en las que se encuentran,
haciendo guardia, varios jóvenes, ¿Acaso solo hay hombres en este
lugar? De repente siento el roce de Neldrey que, con un movimiento de
su mentón me indica que mire hacia la derecha. Allí están nuestros
amigos, en una especie de camas verticales de madera, atados de pies
y manos. Los tres tienen la piel marcada por diversos golpes y
hematomas. Parece que los habitantes de este lugar han sido mucho más
considerados con nosotras que con nuestros amigos.
-Te advertí que no te
escaparas, aralia testaruda.
Un golpe secó en mi nuca apaga
la luz al mundo.
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