Capítulo 48
En algún lugar del bosque
Shadow despierta entre toses.
Cuando todos se separaron para
buscar a los dos que se fueron, él siguió al sargento Blood y vio
como un dardo salió de la penumbra para clavarse en el cuello de
éste. Se agazapó entre las altas hierbas, hundiéndose en la
tierra. Vio cómo la chica morena entraba en cólera desatando el
caos. Aquella muchacha trajo el infierno al mundo. Pronto, perdió la
conciencia debido a la inhalación de humo. No murió por el simple
hecho de estar acostado en el suelo y parcialmente cubierto por una
manta vegetal.
Ahora recuerda todo con una
claridad asombrosa. Se pregunta cómo es que esa chica, Lyx, ha sido
capaz de prender fuego al bosque. De repente, se da cuenta de que no
tiene tiempo de pararse a reflexionar. Los ha perdido y tiene el
presentimiento de que la princesa Rothian no tardará mucho en
reunirse con sus compañeros.
Capítulo 49
Despierto y un dolor punzante
atraviesa mi nuca provocando que ponga una expresión muy poco
favorecedora. Abro los ojos aún presa de una cierta sensación de
mareo y frente a mí hay un semicírculo formado por habitantes de
esa pequeña aldea, a simple vista no parecen ser más de doce de
distintas edades aunque casi todos ellos parecen ser aún
adolescentes, todos son hombres. Muevo lentamente la cabeza y soy
vagamente consciente de que estoy atada a una cama idéntica a la que
sostenía los cuerpos de mis amigos. El primero en darse cuenta de
que he despertado es Nash.
-Vaya, aralia testaruda, eres
la primera en despertar. Estaba empezando a aburrirme de esperar.
El joven hace un gesto con la
mano izquierda para que sus compañeros les echen un gran cuenco de
agua en la cara a mis amigos. En cuanto los oigo toser y despertar
soltando maldiciones, me relajo un poco: al menos no están
malheridos.
-Bueno, aralia...- comienza
Nash.
-No soy de Arala. Ya te lo he
dicho.- digo cortando a nuestro “anfitrión”. Por la seguridad y
autoridad que desprende, o mucho me equivoco o él es el líder de
esta sociedad. De hecho, al menos a simple vista, parece de los
mayores, calculo que podrá tener veinticuatro o veinticinco años.
-Bueno, si no puedo llamarte
aralia, dime tu nombre.
-Soy Lyx y, sinceramente,
estoy un poquito cansada de que nos golpeéis y de despertar presa.
-Exacto, somos señoritas,
¿acaso no tenéis modales?- añade Neldrey con tono pomposo.
-Os tratamos a ambas con
cierta caballerosidad al encerraros en las jaulas sin dañaros.
Privilegio que habéis desperdiciado al escaparos. Y eso que te lo
advertí, aralia... quiero decir, Lyx.
-¿Quiénes sois?- el tono
lastimero de Jake muestra su agotamiento físico y psíquico.
-Jake, cariño, qué te han
hecho- susurra Neldrey intentando zafarse de sus ataduras sin éxito.
-¿Quiénes somos?- Nash me
mira y sonríe. Recuerdo que me dijo que todo pryorano sabe quiénes
son y qué es este sitio. El no saberlo confirma el hecho de que
somos aralios. Ya nada se puede hacer, al menos, aunque nos hayamos
descubierto, sabremos de una vez dónde estamos.
-Son los bastardos del Rey-
la voz fría y dura de Flair hace que Neldrey baje la cabeza, ella
también lo sabía pero no dijo nada.
-Exacto. Somos todos
bastardos del Rey.
-¿Por qué solo hay
hombres?- pregunta Ishtral. Su voz suena cansada pero me reconforta
oírla de nuevo. Más de lo que jamás admitiré.
-Porque, según la ley, solo
pueden reinar hombres. Si queríamos sobrevivir debíamos huir de La
Capital. Sus hijas podían quedarse, de todas formas, están
destinadas a prostituirse y a vivir en la miseria. La Guardia Real se
encarga de ello.
-Sois una amenaza para el
Rey, ¿no? Si os alzárais podríais optar a gobernar y eso no puede
ser, imagino- digo yo empezando a comprender la situación-. Por eso
os habéis confinado aquí, en esta aldea de bastardos, de exiliados,
de repudiados. No vais siquiera a intentar luchar por vuestro
futuro.- mis palabras destilan amargura y, por qué no, asco ante tal
pasividad y resignación.
Nash me mira fijamente, con ira
contenida. Se acerca a mí y me agarra la barbilla con sus dedos.
-¿Quién te crees que eres?
¿Acaso piensas que solo somos doce? Hace dos meses éramos treinta.
Dejamos aquí a seis, los más jóvenes, y el resto intentamos
infiltrarnos en esa ciudad maldita y podrida hasta sus cimientos. De
todos los que fuimos solo volvimos nueve gravemente heridos y por
desgracia otro ha muerto recientemente, aunque eso tú ya lo sabes.
No vuelvas a dar por supuesto algo, aralia. La próxima vez te
prometo que te arrancaré la lengua.
-No te atrevas a tocarla- la
voz de Ishtral suena amenazadora.
-Blood, ésto no es de tu
incumbencia- digo intentando que Nash no enfoque su ira hacia mi
amigo. He sido yo quien lo ha provocado y no voy a permitir que lo
pague con los demás.
Creo que el sargento capta mis
intenciones y guarda silencio. El joven aún agarra mi cara y no
aparta sus pupilas de las mías. Forjo una máscara de indiferencia,
dura como una roca, no quiero dejar que él sepa si tengo miedo o
angustia. No quiero que note que me tiembla levemente el labio
inferior. Aquel joven que parecía tan pacífico cuando habló
conmigo en mi jaula ahora daba muchísimo miedo. Su transformación
es casi tan horrible como la mía, aunque al menos no creo que él
mate a una persona...
-Desatad a ésta y llevadla a
mi cabaña.- dice mientras suelta bruscamente mi barbilla.
-¿Qué quieres de ella?-
Ishtral vuelve a agitarse en sus ataduras. El resto de mis amigos
también alzan la cabeza y miran al joven con odio.
-Si le haces algo...-añade
Jake.
Nash, por respuesta, únicamente
mira despectivamente a todos y se gira, caminando con paso seguro y
gran parsimonia hacia el nivel más alto. El lugar del líder.
Intento morder a uno de los
guardias que me sostienen. Pienso que de un momento a otro oiré la
llamada de la araña para volverme loca, como de costumbre. Sin
embargo, nada de eso sucede, creo que mi mente aún es demasiado
consciente de que soy una asesina y no está dispuesta a dejarse
vencer tan fácilmente otra vez.
Capítulo 50
A pesar de mis esfuerzos por
deshacerme de las manos que me sostienen, no consigo liberarme y me
veo arrastrada hacia la cabaña de Nash. Me empujan con fuerza
tirándome al suelo y cierran la puerta. Puedo ver a varios jóvenes
apostados frente a las ventanas e imagino que los que me han traído
aquí se han quedado junto a la puerta. No puedo escapar.
Miro la habitación. Una enorme
mesa de madera ocupa el centro de la estancia rodeada de sillas
arañadas y desgastadas. Las paredes están adornadas por unos
dibujos hechos con gran habilidad. Todos ellos muestran a muchachos
haciendo tareas como cazar, cocinar, construir chozas o puentes para
unir las plataformas. Hay también ilustraciones de festejos, se les
ve a todos muy felices a pesar de su situación. Noto una punzada de
dolor al relacionar esos jóvenes rostros con los fallecidos en
aquella misión de la que me habló Nash y, sobre todo, siento mi
corazón desgarrarse al ver el dibujo del joven al cual estrangulé
en el bosque y reduje a cenizas. En la imagen estaba devorando un
pedazo de carne como si nada en el mundo pudiera perturbar su
tranquilidad. Me propongo no llorar pero antes de poder hacer nada,
las lágrimas ya corren por mis mejillas sin posibilidad de pararlas.
“Lo siento” pienso mientras rozo con los dedos húmedos el
inocente rostro de ese chico, “de verdad, lo siento...”
-Sabía que no eras una
asesina.- la voz de Nash me despierta, me seco las lágrimas con la
manga de la blusa y me pongo en guardia preparada para pelear si
fuera necesario.
-No estés tan seguro. Si
quisiera te calcinaría en cuestión de segundos. Déjanos libres a
mí y a mis amigos.
-No, no lo harías. ¿Te
apetece algo de beber?
-Tienes que estar bromeando.
¿He matado a uno de tus hermanos y me invitas a beber algo? Tienes
unos cambios de humor preocupantes.
-Eso lo dice una pirómana
desquiciada, ¿no?
-Oye, cuidado con lo que
dices.- alzo el dedo índice en su dirección intentando imprimir
algo de autoridad en mis palabras aunque ese chico me desconcierta,
no sé bien cómo actuar ante él. Es una persona extraña.
-¿Quieres hablar o no?
Siéntate.- su tono no deja lugar a dudas. Obedientemente, aunque
maldiciendo entre dientes, me siento y acepto un vaso de una extraña
bebida de color verdoso.
-Está hecha con extracto de
fitrúcea.-me aclara él.
-¿De qué?
-Una planta de estos bosques.
Tiene un sabor muy dulce. Tranquila, no voy a envenenarte, eres
demasiado interesante de momento.
“De momento”. ¿Eso
significa que si dejo de resultar entretenida se deshará de mí y de
los demás?
-Entonces, para que me quede
claro, sois todos hijos bastardos de Rey y no podéis salir de aquí
porque os matarían, ¿no?
-Exacto.
-Pues me parece que ese Rey
vuestro está obsesionado con cierta parte de su anatomía...
-¿”Vuestro”? ¿al fin
admites que no es tu Rey? ¿Significa eso que eres aralia?
-Como si no lo supieras.-
admito finalmente dándome cuenta de lo estúpido que es seguir con
una mentira que nunca se creyó.
-Bien, parece que poco a poco
voy consiguiendo algo de cooperación.
-¿Cooperación? ¿Qué
quieres de mí?
-Saber qué hacen unos
aralios aquí. ¿Vais acaso a atentar contra el Rey?
-No.
-Lástima, me encantaría
ayudaros si fuerais a hacerlo.
-¿Cómo sé que no mientes?
¿Que no vas a ir corriendo a tu Rey para decirle todo sobre nosotros
a cambio de asegurar el bienestar de tus hermanos y el tuyo propio?
-Porque tanto mis hermanos
como yo preferimos morir a arrastrarnos ante ese monstruo.-Su tono de
voz era arrolladoramente sincero. No iba a hablar de nosotros con el
Rey.
-De acuerdo... puede que nos
dirijamos a La Capital y que nuestros planes incluyan al Rey, pero no
pensamos en asesinarlo.
-Bueno, eso es que aún no lo
conocéis lo suficiente.
Sonrío levemente ante su
respuesta. Se nota que quiere que me sienta algo más cómoda.
-Yo... lo siento mucho Nash.
-¿Por hacerme enfadar antes?
-Por matar a tu hermano.- mi
voz se quiebra y se crispan mis manos. Él me mira fijamente y el
ambiente se tensa momentáneamente.
-Cuando mis hermanos te
trajeron inconsciente, me contaron lo que había sucedido y que te
tenían encerrada en la jaula. En ese momento quise matarte. De hecho
iba a hacerlo. Me coloqué junto a ti con un cuchillo. Ni siquiera tu
amiga, la rubia, estaba despierta todavía.
-¿Y qué te lo impidió?-
digo casi deseando que me hubiera matado de verdad.
-Que llorabas. Te abrazabas a
ti misma, temblando y llorando. No parabas de repetir que lo sentías,
que no querías hacerlo, que no querías matarlo. Por eso sé que no
eres una asesina y fui incapaz de hacerte daño.
Hundo mi cara entre las manos
deseando desaparecer. Nadie jamás me odiaría tanto como yo me odio
ahora. Nash, que no me conocía de nada, había tenido compasión de
mí sabiendo que había acabado con la vida de su hermano. No merezco
nada de eso.
“No, no lo mereces querida”
la voz cascada de la anciana rebota en mi mente y ni siquiera tengo
fuerzas para enfurecerme.
-Lo siento, Nash- digo de
todo corazón mirándolo con los ojos empañados.
-Bueno, volviendo a vuestros
planes en Pryon- dice obviando mis disculpas-. No sé qué os
proponéis y no voy a ayudaros puesto que ya hemos perdido demasiadas
vidas. No obstante, tampoco voy a delataros. Sois libres. Quedaos a
pasar la noche aquí y partid mañana.
-Gracias Nash.
-Eso sí, Lyx. No sé quién
o qué eres pero intenta controlar tus poderes y no dejes que te
maten. Ese honor solo podría ser mío, niña deslenguada.
El joven me dedica una sonrisa
cansina aunque no forzada. Al menos ya no somos prisioneros.
Capítulo 51
Mientras Lyx y Nash hablan
Una figura femenina sale de
entre la maleza sigilosamente. Se acomoda entre las sombras y
observa. Solo hay un chico, de unos diecisiete años, custodiando a
los prisioneros. Hay cinco camas de madera, más bien unas tablas
verticales, de las cuales una está libre.
Reconoce al momento al sargento
Blood y a Jake. Se preocupa un poco puesto que no ve por ningún lado
a Lyx, ¿le habrá pasado algo? Espera que no. De momento tiene que
centrarse en salvar a sus amigos.
-Si ese tipo le hace algo a
Lyx está muerto- dice Jake.
-Cariño, deja de
preocuparte, Lyx es fuerte. Además, deberías preocuparte más por
mí y menos por ella. Yo te quiero más.
-Neldrey... creo que no es
momento para ésto-contesta Jake.
-Nunca es el momento.
¿Quién es esa chica rubia? No
sabe qué ha pasado en su ausencia pero cuando se separó de ellos,
Jake estaba enamorado de Lyx. Mira al sargento; está muy serio, con
los puños apretados y la mirada fija en la cabaña más alta. “Lyx
debe de estar allí” piensa.
-Dejadlo. No es momento de
discutir esas trivialidades.
-Cállate, Flair. Todo ésto
es tu culpa.- Jake adopta un tono acusador bastante hiriente al decir
eso.
-¿Perdón?
-Sabías que esta gente vivía
en este bosque y no dijiste nada.
-Porque nunca atacan a nadie.
Esta vez se habrán comportado así por lo que nos ha contado su
líder, que hace dos meses fueron a La Capital y solo volvieron unos
pocos. Estarán en guardia, como es normal, y al vernos se
asustarían. Solo quieren sobrevivir.
-¿Por qué los defiendes?
-Porque yo también sé lo
que se siente al ser un hijo rechazado, perseguido y odiado por su
propio padre. Ahora, Jake, haz el favor de cerrar la boca de una
maldita vez.
Tampoco sabe quién es ese chico
de cabellos rizados y ojos oscuros pero, sin saber muy bien por qué
puesto que ni lo conoce, siente una especie de conexión con él.
“Déjate de tonterías,
Rothian. En cuanto vea a Lyx salir de esa cabaña, ataco al chico que
custodia a mis amigos y seguimos nuestro camino hacia La Capital”
piensa la chica enmascarada.
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