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lunes, 19 de diciembre de 2016

Dulce nostalgia

¿Para qué correr contra el viento pudiendo galopar a su ritmo?
¿Para qué cerrar los ojos ante la puesta de sol pudiendo llorar lágrimas de ardiente luz?
Para qué gritar y luchar contra el tiempo.

Para qué llorar junto al árbol asesinado por el relámpago.
Por qué nos empeñamos en guardar fotos en blanco y negro cuando la vida vibra en color...
Nostalgia. Simple y lacerante nostalgia.

Es como un bálsamo engañoso y autodestructivo.
Qué elevado, qué grácil se siente nuestro corazón melancólico, borracho, bohemio e inepto.
Qué estúpido enamorarse de la rosa cuando el invierno golpea la puerta.
Qué estúpido dejarse llevar por la poesía de papel deshecho.
Qué estúpido, pero qué estúpido, jugar con muñecas de aire y sueños de infancia.
Pero, entre nosotros, en secreto, he de confesar.
Me declaro culpable de mirar las estrellas entre ensoñaciones imposibles.
Me declaro víctima sumisa del olor a jazmín en un patio abandonado, entre luces antiguas y susurros de amor.
Me confieso adicta a las noches de verano entre libros que prometían pasión y delirio pasajero.
Así, entre nosotros.
Dulce nostalgia, tentadora melancolía, bálsamo engañoso y autodestructivo.
Me declaro locamente enamorada de tu beso envenenado.

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lunes, 21 de noviembre de 2016

Esta mañana


¿Qué tal si jugamos?
¿Qué tal si cerramos los ojos?
¿Qué tal si fingimos que nada sucedió?

Podríamos jugar a que esta mañana,
bañados en el sol y el olor a café recién hecho nos levantamos.
Luego los besos corrieron y reinaron en aquel cuarto
iluminado de café y con olor a sol.
Podríamos jugar a que no discutimos.
A que no se alzaron nuestras voces en una orquesta discordante.
A que no lloraste. A que no quise huir y dejarlo todo atrás.
Podríamos jugar a que no cerraste la puerta e hiciste temblar las paredes
y mi frágil mundo.
Desearía fingir que te seguí hasta la calle,
que te llamé por tu nombre,
que te abracé,
que te besé.
Desearía fingir que luego nos tomamos de la mano
y paseamos.
Que fuimos a emborracharnos de amor pasajero,
de días de luna llena,
de sueños reales como la vida misma.
Desearía haber hecho todo eso.
Pero no lo hice.

Esta mañana no salió el sol,
la lluvia bañó la ciudad ahogándola en amargura.
Esta mañana nos gritamos que no más,
que hoy no,
que no somos ni seremos.
Esta mañana saliste y cerraste la puerta.
Y un espejo se rompió.
Y los dados rodaron.
Y la suerte fue echada.
Esta mañana no corrí detrás de ti
ni quise hacerlo.
No te lo merecías, no me merecías, pensé.

Qué estúpida fui. Qué estúpido fuiste.

Esta mañana no volvías.
Ojalá hubieras vuelto.
Esta mañana los adoquines lloraban,
el cielo lloraba.
Esta mañana un coche resbaló en nuestras lágrimas.
No pudiste evitar el impacto.
Esta mañana la vista se te nubló,
y tus huesos fueron de cristal y porcelana,
y tus heridas fueron capullos en flor que manaban sangre.
Sangre.
Esta mañana no volviste.
No podías.
Esta mañana me arrepiento.

Qué estúpida fui. Qué estúpido fuiste.
Qué cruel el cielo que llora culpable.

Esta mañana la guadaña nos cortó la piel
y el corazón.
Esta mañana no pude decirte adiós.
Esta mañana...

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jueves, 10 de noviembre de 2016

Tiene ganas de llorar

Tengo ganas de llorar.
De romper aquel jarrón color hueso
y tirar las rosas que han olvidado su color, su aroma.
Quiero gritar que ya no más, que se acabó.
Quemar aquel poemario romántico e irreal, bohemio y estúpido.
Desearía correr bajo la lluvia de noviembre hasta que los pulmones me arañen la voz.
Luego parar y escuchar a un músico sin hogar ni nombre,
con olor a alcohol barato,
con olor a sueños caros.
Tengo ganas de cambiarme de zapatos, de casa, de vida,
y probarme otra nueva, otra distinta.
Quiero quemar mis juguetes rotos,
y arañar las cortinas de mi habitación,
que con su incesante vaivén nunca me dejan posar mis pupilas en el sol que se acuesta.
Tengo ganas de dormir junto a un precipicio
y jugar a los dados con Dios si es que éste existe o le importo.
Tengo ganas de acabar un poema;
de escribir el verso más hermoso jamás leído, jamás escrito.
Tengo ganas de morir de amor y de renacer entre sábanas desconocidas.
Tengo ganas de bailar al anochecer entre la espuma del mar.
Tengo ganas de beber champagne en copas altas, altas como la torre Eiffel.
Tengo ganas de vivir.
Pero primero, esta noche,
Yo, o mejor dicho,
este verso marchito,
tiene ganas de llorar.

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domingo, 6 de noviembre de 2016

Por favor

Por favor, no cantes.
No enredes mi corazón entre tus labios.
Por favor, no me mires.
No juegues a bailar entre mis pestañas,
que son demasiado cortas para sostenernos,
que son demasiado débiles para recogerme cuando te vayas.
Por favor, no susurres mi nombre.
No me hagas querer más y más,
no me hagas ser egoísta,
no me hagas ser ciega.
Por favor, no compongas canciones con mi nombre.
No escondas versos secretos, estrellas perdidas, perlas muertas entre las notas.
No quiero cantarlas si no es a tu lado.
No me hagas ver luz donde no la hay,
o querer ser sueño de verano en noche de invierno.
No me hagas desearlo todo, no me hagas ser temeraria, loca.
No me hagas volar.
Por favor, no hables.
No hables si luego callarás.
Por favor, no me ames.
No me ames si luego te irás.


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jueves, 3 de noviembre de 2016

Soñaré

Y voy a soñar, sí.
Soñaré que mi voz burbujea en el océano y nada con sirenas vestidas de conchas y peinadas con algas.
Soñaré que vuelo como un halcón ciego que sólo siente la brisa en el plumaje pardo.
Soñaré que bailo con zapatos de cristal, con traje de tul rosa y azul y dorado, al ritmo de un vals clásico tan, pero tan hermoso.
Soñaré que las campanas enmudecen y que el sol se descuelga para acariciarme los párpados al despertar.
Soñaré que la música cobra forma;
se hace carne, se hace sangre, se hace beso.
Soñaré que Nunca Jamás existe, que para llegar solo debo desearlo.
También creeré que el País de las Maravillas espera mi llegada organizando una fiesta del té que nadie sabe cuándo empezó.
Soñaré que los cuentos son sueños.
Soñaré que los dragones surcan los cielos y que con su aliento de llama y ceniza traen el verano.
Soñaré que la escala musical empieza en la, en re o, en mis más alocados sueños, en sol.
Soñaré que vuelvo a ser niña, a comer chocolate bajo las sábanas, a fingir que no sé qué ha pasado con aquella tarta mientras las comisuras de mis labios destilan mermelada.
Soñaré que este dulce, dulce sueño nunca terminará.
Soñaré que esta dulce, dulce noche siempre me recordará.
Soñaré...

Safe Creative #1611019730711

lunes, 24 de octubre de 2016

Y el lobo aulló


Y el lobo aulló.
Aulló cuando la luna se cayó del cielo,
como una marioneta de cuencas vacías e hilos de papel.
Aulló cuando el viento cortaba la garganta y la sangre quemaba, ardía;
roja como el vino, espesa como la miel.
Aulló cuando el bosque calló,
cuando los grillos dejaron la melodía triste a medio hacer,
a medio empezar y a medio acabar.
El lobo aulló.
Aulló como un ánima desterrada de la vida y de la muerte,
perdida en un horizonte frío que no palpita.
Aulló como un cristal roto que llora y llora, y recuerda lo que fue.
Aulló como el invierno a punto de perder la nieve y el hielo,
a punto de morir de sueño en el sopor primaveral.
El lobo aulló,
se desgarró los pulmones y el alma misma
y clavó la noche que le pendía de los ojos en el abismo.
El lobo aulló solo y muerto de miedo.
"Corred, que viene el día".
El lobo aulló al sol que, egoísta, empezaba a alargar sus dedos de oro sobre las cumbres.
"Corred, que viene la luz".
El lobo echó a correr entre los pinos
quebrando ramas y huesos de madera y savia.
"Corred, que viene el cazador"
Y el plomo le aulló al lobo al amanecer.

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miércoles, 19 de octubre de 2016

Es la hora


Es hora de destensar la cuerda, ¿verdad?
Hora de dejar que las heridas se cierren, cicatricen, se esfumen.
Hora de decir adiós, de cerrar los ojos, de liberar la última lágrima.
Me tiemblan las manos.
Mi pecho se desgarra y late desacompasado.
Los párpados amarran un sollozo que desea huir.
Es hora de cerrar el libro.
Pero lo atesoraré.
Lo haré porque fue esa canción la que me dio fuerzas,
fue ese sueño el que me mantuvo al pie del cañón.
Fue ese ángel el que cantó canciones de cuna cada maldita noche de insomnio.
Fueron esas palabras las que me besaron los labios cada amanecer.
Es hora de acabar el poema.
Pero también de comenzar un nuevo capítulo.
A veces los caminos se cruzan y te sientes perdido, observado, criticado y apaleado hasta morir.
A veces parece que nada mereció la pena.
Todo el esfuerzo, el dolor, las lágrimas derramadas y el café de madrugada.
Pero sí que lo hizo.
Sí que valió la pena.
Gracias a cada caída soy quien soy.
Soy lo suficientemente fuerte como para dejar marchar mi infancia,
para derrumbar mi precioso castillo de fantasía y construir una nueva fortaleza de ladrillo y oro.
Es la hora, ¿verdad?
Se acabó, ¿verdad?
Sí. Es el final.
Pero lo que pocos saben, lo que pocos aprecian de los finales, es que gracias a ellos tenemos un nuevo principio.
Y, ¿quién sabe?
Quizás éste sea mi principio.

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