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miércoles, 9 de agosto de 2017

Érase una vez


A veces la noche se vuelve eterna por un instante.
A veces las páginas escritas me hablan, pero soy incapaz de oír.
A veces solo encuentro consuelo en palabras de poetas muertos, silenciados por un mundo cruel que gira sin tregua alguna.
Solo el piano al atardecer es capaz de adormecer a mis demonios, o el vino blanco bajo noches negras como el pelaje de un gato maldito.
Dicen que el pasado se fue, se perdió en la bruma de las fotografías color sepia, y si es así, ¿por qué duele?
¿Por qué me persigue por las esquinas?
¿Por los recodos de mi pecho?
¿Por los pliegues de mis párpados?
Dicen que el tiempo lo cura todo, bien, pues en mi caso, el reloj es mi némesis, mi Moriarty en esta historia de asesinato con premeditación.
Desde aquella noche de tormenta soy solo un eco de lo que fui,
un cuadro que ha perdido el brillo de sus colores,
el fantasma encadenado a la mansión derruida.
Desde aquellas palabras que no querías decir, pero que dijiste, que dijiste y clavaste en mí, el aire entra en mis pulmones por estricta obligación, no por deseo propio.
A veces, solo busco un lugar donde guarecerme cuando los truenos estallan cerca, tan cerca, que las estrellas se resquebrajan y apartan la mirada, asustadas.
Asustadas como yo.
Érase una vez un amor.
Érase una vez un beso.
Debí saberlo.
Debí suponerlo.
No todos los cuentos tienen su final feliz.

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viernes, 28 de julio de 2017

A pesar de ello y por ello

Jamás nadie entenderá la mirada que cubre el velo de mis pestañas, o las palabras que nunca digo y que me muerden la lengua.
Nadie verá una lágrima caer por mi mejilla, porque soy lo suficientemente cobarde como para tragarme la sal, junto con el dolor.
Quizá mi Ariadna perdió el hilo salvador, y vago sin rumbo en un laberinto de malas decisiones y caídas, giros, calles sin salida, mundos perdidos.
Quizá mis alas son de cera y el sol está demasiado cerca, y extiendo el brazo, y me cuesta respirar con los pulmones anegados de fuego y fango.
Quizá los sueños no sean mas que pesadillas enmascaradas, pues siempre terminan, siempre me escupen a la realidad.
Jamás nadie leerá entre mis líneas, ni pintará cuadros abstractos entre los lunares de mi piel.
Jamás nadie, jamás nada.
Y aún así, sigo aquí, peleando contra demonios y gárgolas, luchando contra gigantes y "jamases".
Y aún así sigo aquí, buscando la salida del laberinto, sin hilo ni brújula, sin suerte ni destino.
Aún así.
Pese a todo.
A pesar de los arañazos y las cicatrices.
A pesar de ello, y por ello, aún sigo aquí...
Y Seguiré aquí.

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sábado, 1 de julio de 2017

Enjambre de sombras

Somos un enjambre de sombras.
Solos en la multitud,
perdidos frente al huracán.
Somos un mar de cartas anónimas y noches de usar y tirar.
Reinas de un solo corazón que late y se rompe, que late y muere.
Somos eco de la nada,
el único copo de nieve en la ventisca.
Solos, solos, solos.
Vivimos en una sociedad de luz y apariencia.
En un mundo en el que desconocidos aparentan ser amantes.
Vivimos en un mundo de cigarros de una sola calada, café amargo y lamento de piano.

Vivimos entre flores sin olor, entre libros que arden gritando de dolor, entre besos sin nombre ni sabor.
Solos, solos, solos.
Siendo, en un mundo deslumbrante, un enjambre de sombras.


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viernes, 23 de junio de 2017

El bazar de los sueños

Vago entre nebulosas de colores, perdida y sin querer ser encontrada.
Buscando algo que nunca existió, o sí lo hizo, pero murió sin avisar.
Nado entre recuerdos tuyos, míos, de nadie y de todos.
Buceando en un bazar de sueños rotos y poemas no natos.
Necesito la lámpara mágica que desencadene a mi genio salvador.
La alfombra hechizada que me lleve a ver el mundo desde otros ojos, desde otro tiempo.
Los cuentos de hadas se me quedaron pequeños, mis propias alas se quedaron cortas.
El pasado ardió y ahora solo quedamos mi boca agrietada y yo.
Me dejé la voz suplicando y, ¿para qué?
¿Para salvarme?
¿Para salvarte a ti?
¿Para morir de tristeza entre sábanas sucias y flores secas?
Me quedé dormida, y aquí me he despertado.
En este bazar lleno de cachivaches inútiles y extraños, de esperanza embotellada, para dar un sorbo, sólo probar.
Hay luna llena y velas que no prenden, hay vino tinto y olor a salitre, a olas que vienen y van y arrastran la voz de sirenas dormidas.
En el bazar de las mil y una maravillas hay poemarios anónimos y cuadros jamás pintados, jamás imaginados.
Olvidados.
Está incluso mi corazón deshilachado en una esquina, esperando su turno para pasar a reparación.
Ahí fue donde encontré estos versos...
Pero supongo que es hora de despertar.
Buenas noches, mi bazar de sueños y encantos, hasta que nos volvamos a necesitar.

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lunes, 19 de diciembre de 2016

Dulce nostalgia

¿Para qué correr contra el viento pudiendo galopar a su ritmo?
¿Para qué cerrar los ojos ante la puesta de sol pudiendo llorar lágrimas de ardiente luz?
Para qué gritar y luchar contra el tiempo.

Para qué llorar junto al árbol asesinado por el relámpago.
Por qué nos empeñamos en guardar fotos en blanco y negro cuando la vida vibra en color...
Nostalgia. Simple y lacerante nostalgia.

Es como un bálsamo engañoso y autodestructivo.
Qué elevado, qué grácil se siente nuestro corazón melancólico, borracho, bohemio e inepto.
Qué estúpido enamorarse de la rosa cuando el invierno golpea la puerta.
Qué estúpido dejarse llevar por la poesía de papel deshecho.
Qué estúpido, pero qué estúpido, jugar con muñecas de aire y sueños de infancia.
Pero, entre nosotros, en secreto, he de confesar.
Me declaro culpable de mirar las estrellas entre ensoñaciones imposibles.
Me declaro víctima sumisa del olor a jazmín en un patio abandonado, entre luces antiguas y susurros de amor.
Me confieso adicta a las noches de verano entre libros que prometían pasión y delirio pasajero.
Así, entre nosotros.
Dulce nostalgia, tentadora melancolía, bálsamo engañoso y autodestructivo.
Me declaro locamente enamorada de tu beso envenenado.

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lunes, 21 de noviembre de 2016

Esta mañana


¿Qué tal si jugamos?
¿Qué tal si cerramos los ojos?
¿Qué tal si fingimos que nada sucedió?

Podríamos jugar a que esta mañana,
bañados en el sol y el olor a café recién hecho nos levantamos.
Luego los besos corrieron y reinaron en aquel cuarto
iluminado de café y con olor a sol.
Podríamos jugar a que no discutimos.
A que no se alzaron nuestras voces en una orquesta discordante.
A que no lloraste. A que no quise huir y dejarlo todo atrás.
Podríamos jugar a que no cerraste la puerta e hiciste temblar las paredes
y mi frágil mundo.
Desearía fingir que te seguí hasta la calle,
que te llamé por tu nombre,
que te abracé,
que te besé.
Desearía fingir que luego nos tomamos de la mano
y paseamos.
Que fuimos a emborracharnos de amor pasajero,
de días de luna llena,
de sueños reales como la vida misma.
Desearía haber hecho todo eso.
Pero no lo hice.

Esta mañana no salió el sol,
la lluvia bañó la ciudad ahogándola en amargura.
Esta mañana nos gritamos que no más,
que hoy no,
que no somos ni seremos.
Esta mañana saliste y cerraste la puerta.
Y un espejo se rompió.
Y los dados rodaron.
Y la suerte fue echada.
Esta mañana no corrí detrás de ti
ni quise hacerlo.
No te lo merecías, no me merecías, pensé.

Qué estúpida fui. Qué estúpido fuiste.

Esta mañana no volvías.
Ojalá hubieras vuelto.
Esta mañana los adoquines lloraban,
el cielo lloraba.
Esta mañana un coche resbaló en nuestras lágrimas.
No pudiste evitar el impacto.
Esta mañana la vista se te nubló,
y tus huesos fueron de cristal y porcelana,
y tus heridas fueron capullos en flor que manaban sangre.
Sangre.
Esta mañana no volviste.
No podías.
Esta mañana me arrepiento.

Qué estúpida fui. Qué estúpido fuiste.
Qué cruel el cielo que llora culpable.

Esta mañana la guadaña nos cortó la piel
y el corazón.
Esta mañana no pude decirte adiós.
Esta mañana...

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jueves, 10 de noviembre de 2016

Tiene ganas de llorar

Tengo ganas de llorar.
De romper aquel jarrón color hueso
y tirar las rosas que han olvidado su color, su aroma.
Quiero gritar que ya no más, que se acabó.
Quemar aquel poemario romántico e irreal, bohemio y estúpido.
Desearía correr bajo la lluvia de noviembre hasta que los pulmones me arañen la voz.
Luego parar y escuchar a un músico sin hogar ni nombre,
con olor a alcohol barato,
con olor a sueños caros.
Tengo ganas de cambiarme de zapatos, de casa, de vida,
y probarme otra nueva, otra distinta.
Quiero quemar mis juguetes rotos,
y arañar las cortinas de mi habitación,
que con su incesante vaivén nunca me dejan posar mis pupilas en el sol que se acuesta.
Tengo ganas de dormir junto a un precipicio
y jugar a los dados con Dios si es que éste existe o le importo.
Tengo ganas de acabar un poema;
de escribir el verso más hermoso jamás leído, jamás escrito.
Tengo ganas de morir de amor y de renacer entre sábanas desconocidas.
Tengo ganas de bailar al anochecer entre la espuma del mar.
Tengo ganas de beber champagne en copas altas, altas como la torre Eiffel.
Tengo ganas de vivir.
Pero primero, esta noche,
Yo, o mejor dicho,
este verso marchito,
tiene ganas de llorar.

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