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lunes, 30 de mayo de 2016

Capítulos 6, 7 y 8

Capítulo 6

Los primeros rayos del sol se cuelan entre las rasgadas cortinas que cubren la ventana de mi casucha. Pete sigue dormido plácidamente. Es muy temprano, calculo que las cinco y media o las seis de la mañana. Perfecto. Me dirijo al río que recorre los arrabales de Arala, cuya agua helada es cristalina, y me hundo en él. Bajo la corriente, empiezo a recordar los sucesos del día anterior y pienso sobre lo que debo de hacer hoy. Pienso también en Ishtral. Es un hombre un tanto peculiar pero una vez que derrumbas los muros tras los que se esconde, no está tan mal. Salgo del agua con energías renovadas. Me enfundo en mis pantalones de cuero negro. Me abrocho la blusa naranja y cepillo mi media melena oscura. El último e imprescindible accesorio es la perla negra que me dio anoche Ishtral. Una vez lista, es hora de ir a por el desayuno.
Caminando por la calle principal observo que algunos puestos de dulces, pan, fruta y verdura fresca y pescado están comenzando con su actividad diaria. Un abanico de posibilidades para desayunar. ¿Qué preferirán los chicos hoy?
-Oiga señor.
-Buenos días señorita, es usted madrugadora por lo que veo.
-Mucho. Sinceramente me encanta pasear con el fresco de la mañana.
-Opino como usted, muchacha, ¿desea algo? Permítame que le recomiende esos bocados de hojaldre y mermelada. Recién hechos. Son una auténtica delicia.
Es un hombre de unos treinta años, con una sonrisa de oreja a oreja y unos ojos de color verde muy claro, brillantes. Muy guapo y simpático. Casi me da pena timarle. Casi.
-¿Cuánto cuestan?
-Dos de ellos, seis crolls.
-Mmmm... me parece un poco caro para algo tan pequeño, que cuando quieres saborearlo, ya te los has tragado hace rato -empiezo a decir fingiendo consternación-. Por otra parte, se ven grumosos, pareciera que te vas a cascar un diente con el primer bocado. Hay zonas sin nada de mermelada y otras excesivamente rellenas. Muy empalagosos, y eso que todo lo que le digo es a simple vista... no quiero ni pensar cuando los pruebe y llore por mis seis crolls absolutamente desperdiciados.
El hombre se queda sin habla momentáneamente. Empieza a sentirse insultado cuando critico sus pasteles.
-Oiga señorita, usted no ha probado ninguno...
-Ni falta que hace, gracias. ¿Cuánto cuestan aquellos de allí? Al menos esos parecen más... comestibles.
-Ah no, usted no va a insultar mi obra maestra, mis bocaditos de hojaldre y mermelada, sin siquiera haberlos probado. Coja uno. Vamos.
-Señor, con todos mis respetos, no me apetece que mis hermanos y yo estemos indispuestos, y más hoy, que es el Día Nacional.
-¡Pero bueno! ¿se está oyendo? ¡ésto es todo un insulto! Le pido por favor que pruebe uno. Es más, llévese cuatro más, para que sus hermanos lo prueben y mañana vengan a darme las gracias por hacer tan delicioso manjar.
-Bueno, si insiste... Pero va a obligarme a pagar algo que no quiero comprar.
-Lléveselo. No me debe nada. Es mi honor como pastelero lo que está en juego.
-De acuerdo, haremos un esfuerzo. Esto... gracias.
-¡Menuda juventud! ¡Que parecen grumosos y empalagosos dice! Anda, cójalos y mañana me dice.
-Vale, vale, siento lo que he dicho si le ha supuesto una ofensa. Gracias.
Y diciendo ésto me despido. Perfecto, ya tengo bollos gratis, ¡y tienen una pinta impresionante!
Repito la jugada en un par de tenderetes más y, en solo una hora, tengo un desayuno riquísimo para todos los huérfanos y para mí. El día está empezando bastante bien aunque siento una punzada de nerviosismo al pasar frente al lugar donde ayer Ishtral me lanzó la daga. Aunque para todos hoy sea un día de celebración, para mí no lo es tanto.


Capítulo 7

-Llegas tarde.
Ishtral está tieso como un palo en la escalinata de entrada a palacio, con los brazos cruzados y una expresión de pocos amigos que no me gusta nada.
-Llego tres minutos tarde. Y no pongas esa cara de querer matar a alguien, necesitas un buen...
-¿Quién es ése? -me corta señalando con el mentón a Jake, que está justo a mi lado.
-Él es...
-Soy Jake- me interrumpe mi amigo.
-¿Y qué hace aquí, Lyx?
-Jake se ofreció a...
-Vengo a ayudarla, ¿algún problema, sargento?- Jake vuelve a dejarme con la palabra en la boca.
-¡Callaos los dos!, el que vuelva a interrumpirme va a acordarse de mí. ¿Entendido? -huelga decir que odio que no me dejen hablar- Ishtr... Sargento Blood, Jake es mi amigo y quería ayudarme. No le he dicho que no. Tú ve a la zona norte como teníamos previsto, Jake irá por la parte sur y yo seguiré muy de cerca el desfile por los tejados de la Calle de la Reina. ¿Alguna objeción?
-Ninguna- me contesta Jake. Miro a Ishtral que, a modo de asentimiento, hace una reverencia burlesca y susurra “a sus órdenes, alteza” con su característica media sonrisa.
El sargento Blood (como le llamo cuando está Jake delante) se encamina con pasos firmes hacia su zona designada y pronto se pierde entre el gentío.
Jake y yo caminamos juntos hacia la parte sur de Arala. Quería que Jake vigilara esa zona puesto que así podría cuidar de los huérfanos. De Pete.
-Ese sargento es un impresentable.
-Tú tampoco has sido muy sociable que digamos...
-¿Vas a ponerte de su parte, Lyx?
-¿Ahora hay dos partes, Jake?
-No sé que te pasa con él. Todo lo que hace o dice está bien y confías plenamente en él habiéndolo conocido ayer- estaba molesto.
-No he dicho en ningún momento que confíe a ciegas en él.
-No, pero sé que lo haces.
Me muerdo la lengua, no tengo ganas ni tiempo de calmar el infantil arrebato de celos de Jake.
-Yo ya me separo aquí. Luego nos vemos.
-Me gusta como zanjas las discusiones. Simplemente te vas.
-Aquí el único que está discutiendo eres tú.
Y tras decir eso, me encaramo a un muro medio derruido y agarro una cornisa. Me balanceo hacia adelante y hacia atrás y, con una pequeña voltereta, ya estoy en uno de los tejados. Veo a Jake alejarse con los hombros caídos y el ceño fruncido. “Qué pesado es a veces” pienso.
Desde aquí arriba puedo verlo todo a la perfección. La calle principal es una explosión de vida y color. No hay esquina de Arala en la que no suene la música: una orquesta desacompasada de guitarras, flautas enormes, cajas huecas que marcan el ritmo, palmas, voces (algunas más afinadas que otras), bailes...
Todos los establecimientos están abiertos y todos y cada uno de los aralios lleva puesta su mejor sonrisa. Los niños corren por las calles, las parejas se besan, los ancianos ríen con jarras de cerveza y cuentas anécdotas del pasado. Muchos jóvenes hacen piruetas en el aire con las mochilas que usamos para volar. Cometas de todos los colores nadan entre las nubes. Los árboles están adornados con luces brillantes y las grandes hojas blancas filtran la brisa haciéndola sonar como un oboe. Muchos van disfrazados y otros tantos, corretean con zancos. No entiendo nada de lo que dicen pues es una algarabía de gritos, risas, canciones. Sonrío, es impensable que en un día como hoy pase algo malo. Tengo un buen presentimiento.

Capítulo 8

Medianoche. Suena un coro de trompetas anunciando el discurso de la Reina. “atenta, Lyx” me dice Ishtral a través del pendiente-transmisor. Ya sé que debo estar especialmente alerta ahora pero nada había sucedido desde que empezaron los festejos a eso de las cuatro de la tarde. Me siento bastante segura, la verdad.
Estoy en el tejado de una enorme posada situada justo en frente del escenario construido para que la Reina se dirigiera a todos nosotros. Miro hacia la derecha y veo a Jake, mirando hacia todas direcciones y, cerca de él se encuentran todos los niños. Pete es el que está más inquieto, me pregunto qué le habrá dicho Jake para explicar mi ausencia. Miro a la izquierda y veo apoyado en una esquina a Ishtral, como siempre, impasible. Lleva una capa negra para ocultar su uniforme y su arma. El color de la capa, tan oscuro, resalta sus ojos hipnotizantes.
-Te aseguro que yo no voy a matar a Su Majestad así que deja de mirarme y espabila Lyx- la voz de Ishtral atraviesa el pendiente y perfora mi oído.
Me ha visto. Un leve rubor empieza a teñir mis mejillas.
-Déjame en paz, oh gran sargento Blood -contesto en voz baja.
Como respuesta únicamente oigo un sonido que creo que es una risa ahogada.
Un ruido ensordecedor de aplausos llena el espacio. La Reina acaba de subir al escenario. Con su elegante caminar y su velo de plata cubriéndole la cara está imponente. Levanta la mano y todo es silencio. El mundo se para por un momento y eleva su suave voz. Vuelvo a sentir la misma sensación de sumisión y entrega. Todos los aralios se doblan en una reverencia. Parecería magia pero puedo asegurar que la sola presencia de esa mujer hace que nazca el deseo de servirla y quererla.
A su lado y un poco más atrás, se encuentra la princesa Rothian. Alta y delgada como su madre. Al igual que ella, también lleva el rostro cubierto por un velo pero el suyo es de gasa azul. Tiene las manos entrelazadas por delante y le tiemblan un poco: está nerviosa. Puede que sepa algo sobre el posible atentado contra la vida de su madre y esté asustada. Sería lo más normal.
Su Majestad eleva la voz dando inicio a un emotivo discurso en el que agradece la lealtad de todos los aralios; su amor y devoción hacia ella y hacia Arala. Explica sus planes sobre el país y habla de algunos temas menos relevantes para amenizar la perorata. Sabe el peligro que corre y aún así es capaz de bromear con sus súbditos. La admiro.
Me siento relajada y estoy concentrada en su voz hasta que percibo una luz por el rabillo del ojo. Al principio solo es ligeramente molesta e intermitente por lo que pienso que proviene de alguna de las pequeñas lámparas que adornan los arboles. No para, y ahora está más cerca. Las luces de los árboles no se mueven. Giro sobre mí misma y me arrastro al tejado contiguo. Ya no presto atención a la Reina, solo a esa luz intermitente. La vuelvo a ver aún más cerca y me muevo sigilosamente hacia ella. Me coloco a gatas sobre una pequeña azotea y descubro con miedo que la luz proviene de los destellos de las antorchas sobre la punta de una flecha que va dirigida a Su Majestad. No distingo al arquero puesto que va enfundado en un traje negro y está escondido en el hueco ensombrecido que forman dos tejados. Estoy demasiado cerca de él como para decirle algo a Ishtral. Me tiemblan las piernas y los labios se me secan. Siento la lengua como una bola amorfa dentro de la boca. Las manos heladas y la adrenalina corriendo por mis venas. Estoy paralizada.
-“Por último, quiero hacer saber a éste, mi pueblo, que he elaborado un plan para reducir el número de huérfanos en las calles. Quiero que esos niños reciban la educación pertinente y no tengan que robar cada mañana para tener algo que llevarse a la boca”
¿Qué hace la Reina hablando ahora de los niños?” pienso, superada por la situación. El arquero sigue inmóvil pero tensa la cuerda. Los chicos, sintiéndose elogiados por los comentarios de Su Majestad se acercan mucho al escenario, Pete encabeza el grupo. Demasiado cerca. “Maldita sea Jake, debías protegerlos” pienso con rabia. Mi amigo está embelesado mirando a la princesa Rothian y escuchando el discurso. No se da cuenta de nada. Si me muevo puedo hacer que no solo corra peligro la vida de la Reina, sino también la de Pete y la de los demás. Las lágrimas pugnan por salir quemándome las mejillas. Araño la pared hasta que me sangran las puntas de los dedos. Tengo miedo. Mucho miedo. No sé qué hacer.
Aplausos. Ha acabado el discurso. Veo el resplandor de la punta de la flecha y distingo una sonrisa del arquero que hiela mi sangre. Tensa el arco. Se mueve. Agachado para que nadie advierta su presencia.
Muévete, muévete, muévete. Eres una inútil Lyx, haz algo de una vez” es el pensamiento que rebota en mi mente y que la va a hacer estallar.
Apunta. No. No. No. Pete...
-¡CUIDADO! -grito a pleno pulmón abalanzándome sobre el arquero que no se lo esperaba. Ishtral mira hacia arriba y corre. Jake hace lo mismo. La Guardia Real forma un cordón protector alrededor de Rothian (quien grita hasta desgarrarse la voz) siguiendo las órdenes de Su Majestad. La gente huye despavorida. Una avalancha humana destroza las calles en el día más feliz del año.

En el tejado, forcejeo con aquella figura sin rostro y sin nombre. Es muy fuerte a pesar de que yo contaba con el elemento sorpresa. Me agarra del pelo y golpea mi sien derecha contra las tejas. Un hilo de sangre llega hasta mis labios mientras que un pinchazo de dolor relampaguea en mi cabeza. Intento resistirme pero ese hombre me da un rodillazo en el abdomen. Mareada me caigo del tejado con la suerte de rebotar sobre uno de los toldos de las tiendas. Para mi cabeza embotada todo es ajeno. Veo con los ojos nublados que el misterioso asesino tensa la cuerda dirigiendo su arco hacia la Reina que pide por favor que protejan a su hija. La flecha araña el aire. La muerte dibujada en sus ojos. Impacta.

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