Corre.
Y ya no hay mas calles que recorrer.
Huye. Y el laberinto se estrecha hasta morir.
Grita. Y ni los dioses acudirán en tu ayuda.
Ya la noche serpentea por entre las esquinas, como una víbora preparada para atacar.
La luna hiela el aire con su aliento blanco.
Los adoquines repiquetean bajo las suelas de tus zapatos en un intento de llenar el mundo de ruido.
Tic, tac, tic, tac y el reloj no calla, no olvida.
Un soplo de aire araña tu falda y te recorre un relámpago de terror.
Los árboles parecen fantasmas y, sus ramas, manos esqueléticas.
Las sombras de la noche en la ciudad te lamen la espalda esperando un desliz.
Un olor rancio envenena tu cuerpo y te sientes perdida.
Tic, tac, tic, tac y el maldito reloj ríe cruel e impasible.
Y oyes pasos a tu espalda, acompasados a los tuyos.
¿Tú corres? Él también
¿Tu te escondes? Él te ve.
El corazón estalla en el pecho y las lágrimas pugnan por salir.
No hay nadie cerca. Nadie salvo la mano muda que se acerca más y más.
Tic, tac, tic, tac y el reloj juega a ser verdugo.
Sientes que te empujan hacia el suelo. No puedes hablar. Ni llorar. Ni chillar. La voz te fue robada y solo ves frente a ti dos ojos más fríos que el metal. Más muertos que la propia muerte
Tic, tac, tic, tac Y el reloj es testigo de la tragedia en la noche...
Huye. Y el laberinto se estrecha hasta morir.
Grita. Y ni los dioses acudirán en tu ayuda.
Ya la noche serpentea por entre las esquinas, como una víbora preparada para atacar.
La luna hiela el aire con su aliento blanco.
Los adoquines repiquetean bajo las suelas de tus zapatos en un intento de llenar el mundo de ruido.
Tic, tac, tic, tac y el reloj no calla, no olvida.
Un soplo de aire araña tu falda y te recorre un relámpago de terror.
Los árboles parecen fantasmas y, sus ramas, manos esqueléticas.
Las sombras de la noche en la ciudad te lamen la espalda esperando un desliz.
Un olor rancio envenena tu cuerpo y te sientes perdida.
Tic, tac, tic, tac y el maldito reloj ríe cruel e impasible.
Y oyes pasos a tu espalda, acompasados a los tuyos.
¿Tú corres? Él también
¿Tu te escondes? Él te ve.
El corazón estalla en el pecho y las lágrimas pugnan por salir.
No hay nadie cerca. Nadie salvo la mano muda que se acerca más y más.
Tic, tac, tic, tac y el reloj juega a ser verdugo.
Sientes que te empujan hacia el suelo. No puedes hablar. Ni llorar. Ni chillar. La voz te fue robada y solo ves frente a ti dos ojos más fríos que el metal. Más muertos que la propia muerte
Tic, tac, tic, tac Y el reloj es testigo de la tragedia en la noche...
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