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viernes, 26 de junio de 2015

Publicidad, un arma de doble filo

Hablemos de actividades del día a día: ver la televisión. ¿Qué hay más normal que éso? Bien, centrémonos: llegamos a casa, encendemos la “caja tonta” y aparece un hombre en calzoncillos vendiendo colonia. Tras quince segundos observando algo remotamente relacionado con el producto que pretende vender, otro brillante espacio publicitario: una mujer revolcándose por la arena en bikini, sufriendo por la ingente cantidad de arena que está tragando, para anunciar un champú. Todo muy lógico, ¿quién no sentiría un impulso irrefrenable de comprar colonia y champú como para un regimiento tras ver esos anuncios? Por favor, con lo atractivos que eran los modelos... Porque, admitámoslo damas y caballeros, es éso lo que nos entra por los ojos, y no el producto.

La publicidad es una herramienta más de nuestra sociedad, maneja muchísimo dinero y tiene un gran poder de sugestión. ¿Quién no se ha dejado llevar por un anuncio atractivo o impactante? Ya respondo yo: todos nosotros hemos caído en las redes de este juego de seducción, todos hemos comprado algo inútil porque, ¡qué bonito era el spot publicitario!
La finalidad última de este gigante es colarse en nuestras casas y llevarnos a su terreno, hacernos sentir que necesitamos, a toda costa, ese minúsculo tarro de crema antiarrugas milagrosa, o esa sartén que nunca se pega y con la que las tortillas salen iguales a las de tu abuela, o ese bañador que te hace parecer miss universo con solo mirarlo aunque tengas que pedir un aval para pagarlo.
A fin de cuentas, la publicidad es un negocio, con sus ventajas e inconvenientes y, si me lo permitís, me gustaría comentar este tema un poco.

Estimados publicistas, tal y como dice una famosa frase dicha por un superhéroe, y que a todos nos suena, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, y hay que aplicarse el cuento. Apoyo totalmente las campañas de concienciación sobre la violencia de género o los riesgos de conducir bajo los efectos del alcohol. Hay algunos spots capaces de arañarnos el alma, de helarnos la sangre y dejarnos sin aliento. Son ese tipo de anuncios los que de verdad surten efecto y nos hacen pensar. Por ejemplo: en julio de 2005, se celebró un concierto llamado “live 8”, para recaudar fondos para luchar contra la pobreza. Se grabó un anuncio, completamente en silencio y en blanco y negro, en el que cada tres segundos un famoso o famosa chasqueaba los dedos. Al final, solo se leía: “cada tres segundos alguien muere de hambre”. Y seguían los chasquidos. Ése tipo de publicidad taladra los ojos de los espectadores y remueve sus corazoncitos.
Entre las muchas ventajas de este mundo, se puede influir en los valores culturales y personales de la audiencia. Es una línea recta para llegar a la población.
Se puede vender lo que se quiera puesto que todos aquellos con un televisor, van a ver antes o después un anuncio que les interese. Además, si van acompañados de la canción del momento, ya es una combinación explosiva; un caballo ganador.
Pienso que es un medio excelente para llegar a todo tipo de público; es más, mundialmente, España es una de las mayores potencias en publicismo, ocupando el noveno puesto en el ranking “The Big Won” de los diez países más creativos.

Bien, como dijo Mae West “cuando soy buena soy muy buena, pero cuando soy mala soy mucho mejor”. Ya he sido buena, vamos a criticar un poquito el bello oficio del publicismo y las mentes creadoras que se esconden entre bambalinas. Por ejemplo:
Queridos publicistas de la Superbowl, hay algo que mi mente (torpe de mí), no comprende: ¿por qué para anunciar una hamburguesa hay que poner a una chica desnuda de cintura para arriba? Siento desilusionaros hombres del mundo, pero no va a ser esa chica la que os sirva la comida. Lo sé, acabo de destrozaros la vida, lo siento.
Tampoco entiendo por qué para anunciar un yogur griego, Hugo Silva ha de decir, con voz seductora: “no es un yogurín, es un yogurazo”. Lo mismo para nosotras chicas, mientras nos zampamos el yogur él no va a estar a nuestro lado. El primer paso para la recuperación es la aceptación.
El anuncio de KH7, el producto de limpieza: sale un hombre limpiando, la chica lo mira y de repente se emociona tanto que empieza a besar apasionadamente a su chico... vamos a ver mujer, si esa criaturita se arranca a limpiar, déjalo que acabe y luego ya se verá.
Por qué para anunciar un desodorante marca “Axe” ha de salir un modelo en calzoncillos, rodeado de mujeres embrujadas por el hechizo de ese aroma; ni que estuviese hecho a base de feromonas...
Que alguien me explique por qué el 90% los anuncios de productos de limpieza están protagonizados por amas de casa sumamente preocupadas porque la mampara de la ducha esté -preocupantemente- impoluta.
La gran desventaja de la publicidad es que, a veces, roza el sexismo, afianzando los roles de género que tanto cuesta combatir. Lo que una agencia publicitaria intenta erradicar (que la mujer sea vista como un objeto, por ejemplo), otra lo estropea poniendo a una chica como la típica niña sumisa que sonríe ante todo.
Sinceramente, es decepcionante que existan anuncios del tipo: “¡el mejor regalo para el día de la madre es este precioso juego de cuchillos de cocina!”. Llamadme visionaria pero creo que a mi madre, por lo menos, le haría más ilusión un crucerito por el Mediterráneo que un cuchillo para cortar berenjenas...


En definitiva, la publicidad es un arma de doble filo que puede significar un gran paso hacia la tolerancia, la igualdad y la toma de conciencia sobre los problemas que azotan el mundo, o simplemente una esclava de la tradición sexista. La pregunta es: ¿qué opción escogeremos? Pues es triste admitirlo, pero siempre elegiremos la que proporcione, fácilmente, más dinero.


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