La
mirada perdida en un pasado olvidado.
Una sonrisa petrificada en los labios ancianos.
Las arrugas que surcan su piel, como las vetas de un árbol milenario, cuentan cientos de historias.
Recuerdos que no acepta como suyos.
Personas que de noche adora y de día rechaza.
Su mente, errática y descontrolada, juega a esconder una vida plena en una nebulosa de confusión.
Las manos grandes y firmes, hoy reducidas a hojas secas.
Sus piernas, eternas columnas de mármol, hoy arenas movedizas.
Un destello sagaz vibra momentáneamente en sus pupilas.
Una avalancha de emociones se agolpa en sus párpados.
Y llora. Y nombra a su hijo, y a su nieta.
Y toma de las manos a su mujer, mientras la besa.
El ocaso vuelve a llegar, preludio del oscuro olvido.
Y en su cabeza sólo se oye un eco lejano, que no reconoce, que no le interesa.
Y alguien le habla. ¿Quién? ¿Conoce a esa mujer de ojos llorosos?
Quizá sí, quizá no.
Quizá mañana, durante un minuto, vuelva a besarla como si nunca más fuera a olvidarla.
Una sonrisa petrificada en los labios ancianos.
Las arrugas que surcan su piel, como las vetas de un árbol milenario, cuentan cientos de historias.
Recuerdos que no acepta como suyos.
Personas que de noche adora y de día rechaza.
Su mente, errática y descontrolada, juega a esconder una vida plena en una nebulosa de confusión.
Las manos grandes y firmes, hoy reducidas a hojas secas.
Sus piernas, eternas columnas de mármol, hoy arenas movedizas.
Un destello sagaz vibra momentáneamente en sus pupilas.
Una avalancha de emociones se agolpa en sus párpados.
Y llora. Y nombra a su hijo, y a su nieta.
Y toma de las manos a su mujer, mientras la besa.
El ocaso vuelve a llegar, preludio del oscuro olvido.
Y en su cabeza sólo se oye un eco lejano, que no reconoce, que no le interesa.
Y alguien le habla. ¿Quién? ¿Conoce a esa mujer de ojos llorosos?
Quizá sí, quizá no.
Quizá mañana, durante un minuto, vuelva a besarla como si nunca más fuera a olvidarla.
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