No es justo catalogar a
las personas como si de muñecos se tratasen. Desde un punto de vista
biológico todos somos un conjunto de células. Carne y huesos. Piel
y músculos. Personas. Ojalá llegue el día en el que el blanco y el
negro sean dos colores más de la paleta de un pintor.
Ya sé que el egoísmo,
ese infantil “yo y solo yo” y una absurda e infundada creencia de
superioridad está atrincherada en cada uno de nosotros. Quien más y
quien menos ha pensado alguna vez: “apuesto lo que sea a que yo lo
haría mejor”. Puede que incluso sea cierto; pero habrá veces que
no y no es justo despreciar a los demás por ello. La perfección y
las utopías mejor dejémoslas para las películas de ciencia
ficción. De momento vivimos en este precioso e imperfecto mundo.
Una mente cerrada y ciega
es capar de matar diez cabecitas pensantes dispuestas a ver más
allá. Sin embargo, a pesar de que a palabras necias oídos sordos, a
nadie le gusta que le juzguen por su aspecto, por su forma de vestir
o de moverse, por sus gustos. Tenemos un corazón que late y un
tímido amor propio que se encoge de dolor al oír eso. Nos dan ganas
de decir: “abre el libro, no te quedes estancado en la portada”.
Porque, para bien o para mal, una sola palabra duele mucho más que
un puñetazo.
Seguiré con mi perorata y
otras ideas sin sentido alguno. Mi pregunta es por qué: ¿por qué
el amor no es simplemente amor?, ¿por qué un beso solo es un beso
si son los labios de un hombre los que se unen a los de una mujer?,
¿es que no vemos que es inútil mirar por encima del hombro?, ¿acaso
aún no sabemos que nadie escoge de quién se enamora puesto que
cupido es demasiado caprichoso y el amor un loco invidente?
Mi humilde opinión es que
el hecho de rechazar a alguien por su orientación sexual es una suma
estupidez. ¿Qué importa? Es como si de repente, todos decidiéramos
dar de lado a una profesión en concreto, a los abogados por ejemplo.
“¿A qué viene este rechazo?” dirían. “Se siente, no haber
escogido esta profesión, no haber nacido con esta vocación”
responderíamos incluso convencidos de que tenemos razón. ¿Es
injusto? Pues sí, lo es, pero, ¿rectificaremos?
Y ya, lo que más me
gusta, el machismo.
Llamadme torpe, pero no
entiendo por qué la princesa debe esperar sentada a que su príncipe
llegue. Mira que si el pobre hombre se pierde... ¡Qué paciencia va
a tener que tener nuestra querida princesita! Con lo fácil que
hubiera sido intentar salvarse a sí misma... aunque en ese caso...
el cuento ya no nos gustaría, ¿no?
Cómo es que una mujer
hecha y derecha debe ir “medianamente decente”, ¿qué entendemos
por “decente”? ¿Una falda por los tobillos y cuello alto? Como
haga calor...
Resumiendo, es indignante.
Una vez alguien me dijo que sufre más el que ve que el que enseña.
Según esa regla de tres, ¡anda mujer, vístete como te apetezca y
corre! Que luego, todos los que te vean y sufran serán los mismos
que te tacharan de “buscona”, de “calienta braguetas”. Parece
ser que no captan que la vida de una mujer no gira en torno a...
bueno, a cierto órgano masculino.
No comprendo cómo, en
pleno siglo XXI, la palabra feminismo se dice entre dientes, con la
boca pequeña.
No entiendo por qué un
joven al que no le gusta patear un balón es afeminado y una mujer a
la que sí le gusta es una “marimacho”
Puede que sea mi culpa el
que todo esto escape a mi entendimiento (¡oh ilusa de mí!). Puede
que me tachen de borde, poco femenina, apenas atractiva, listilla...
Pero, ¿sabéis qué? Que no es mi problema.
Muy buenas noches damas y
caballeros.
Muy bien escrito belen
ResponderEliminarSinceramente, te veo mas en un futuro si sigues con este precioso hobby que es la escritura y después de leer tus dos relatos cortos ,pues te diría que siento que te iría muy bien la novela narrativa, pienso que deberías de intentar una novela corta a ver que tal ,esperando tu próximo relato desde ahora tendrás un nuevo lector
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