No
llores mi niña, que ni el invierno es tan frío ni la noche tan
larga.
Regálale
esas perlas de agua a la luna para que cree nuevas estrellas.
Sécate
las mejillas y rescata tus antiguas ilusiones.
Piensa
que la lluvia no cae para ahogarte, sino para robar tus miedos.
No
llores. Respira. Seca esas lágrimas. Guárdalas para cuando las
necesites de verdad.
Abre
tus labios rojos y grita y chilla y enfurécete con la vida misma.
Cierra
los puños y limpia el polvo de tus rodillas.
Borra
de tu cara los ríos que ahora la surcan.
Deja
de temblar, que el fuego arde para calentarte.
No
llores. Respira. Seca esas lágrimas. Guárdalas para cuando las
necesites de verdad.
Ahora
sonríes, ¿no es mejor?
Ahora
alzas la cabeza y el sol te ciega, ¿no es reconfortante?
Ahora
el aire estalla en tu pecho como fuegos artificiales, ¿no es
maravillosamente simple?
Ahora
las niñas de tus ojos se bañan en color, ¿no es bello?
Ya
no lloras. Únicamente respiras. Te secaste las lágrimas. Las
encerraste bajo llave porque sabes que puede que mañana las
necesites.
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