Sin
noches demasiado tristes ni inviernos demasiado solitarios.
No
existe una vida sin flores marchitas.
Sin
espacios en blanco, sin apagones.
No
puedes obligar al mundo a sonreír.
Ni
a secarse las lágrimas.
Ni
a ponerle tiritas a los corazones desgarrados.
No
hay garantías de que todo va a salir bien.
Es
simplemente un juego de azar.
Un
golpe de suerte. Una sola decisión acertada.
No
hay garantía de que todo va a salir bien.
Aún
así merece la pena arriesgarse.
Salir
a la calle mirando el mundo con los ojos de un niño.
Saborear
una taza de café caliente como si del último sorbo se tratase.
Abrazar
los días que pasan demasiado lento y, a la vez, demasiado rápido.
Correr
sin rumbo hasta sentir el pulso como un solo de batería.
Reír
hasta que duela.
No
hay garantía de que todo va a salir bien y, aún así, seguimos
intentándolo.
Tropezando,
cayendo y levantándonos.
¿Y
por qué?
Pues
precisamente porque no es segura la victoria, tampoco lo es la
derrota.
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