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jueves, 15 de septiembre de 2016

Capítulos 106, 107, 108 y 109

Capítulo 106

Fuera del Castillo del Rey de Pryon

Cientos de aralios descienden en picado con sus mochilas voladoras. Lanzan flechas y pequeñas bombas. Derraman gases abrasivos, lacrimógenos o asfixiantes; incluso algunos que paralizan el sistema nervioso durante unas horas. No son solo los soldados, también los propios ciudadanos de Arala. Tras atacar en pequeños grupos pillando desprevenidos a los guardias que controlan los niveles del pueblo llano y de la nobleza de Pryon, huyen hacia el cielo siendo totalmente inaccesibles. Si el Rey contaba con usar a sus súbditos como carne de cañón, ya no podría. La estrategia de la Reina consistía en dejar inservibles sus reservas de “escudos humanos”. Así, cuando los que no hayan resultado heridos huyeran despavoridos. Ella misma bajaría hacia el Castillo comandando al verdadero ejército aralio. Se sentía mal por los pryoranos, aunque sabía que la mayoría no morirían. Todas las armas que estaban siendo usadas estaban destinadas a causar heridas, no a provocar un genocidio. Lo único que busca es infundir más miedo en aquellos esclavos sumisos que su monarca y que salieran despavoridos de La Capital. Solo quiere acabar con el Rey déspota y su hijo, digno heredero de su padre en cuanto a crueldad se refiere.
El caos comienza a ser palpable. La gente chilla y corre y tropieza y llora. Un ruido atronador y una enorme nube de polvo se alza desde el suelo de Pryon. Algunos incendios aislados aparecen en ambos niveles como resultado de las bombas. De repente, una enorme explosión ensordece el resto de sonidos. Un explosivo aralio ha caído en un almacén donde el Rey guarda muchas de sus armas. Así, una reacción en cadena comienza segando las vidas de todo aquel ser viviente que alcanza, ya sea pryorano o aralio.
Una avalancha humana causada por el pánico generalizado se agolpa contra las murallas exteriores de La Capital. Gritan y, por primera vez en décadas de sumisión, exigen ponerse a salvo y luchan por sus vidas. Lástima que hayan tenido que morir sus amigos, vecinos y familiares para despertar ese instinto en los supervivientes. Lanzan piedras a los que custodian las murallas para que abran las puertas. Esa masa de piernas, brazos y alaridos se agolpa haciendo que sea difícil respirar. Parecen ganado.
La Reina aralia observa todo en una especie de nave aérea y araña los cristales.
-¡Abrid las puertas! ¡Maldita sea abrid las puertas o esa gente va a morir aplastada!- grita impotente. Los pryoranos ni se daban cuenta de que tras las grandes explosiones que habían causado enormes cráteres en el suelo asesinando a centenas de desgraciados, los aralios habían dejado de atacar y se dedicaban a recoger los cadáveres de sus compañeros (o lo que quedaba de ellos).
Entonces, la Reina envía a varios soldados a las murallas para que abran las puertas. Éstos, obedientes, se ponen sus mochilas y reducen a los guardias. Ya estaban asustados y paralizados. Con un par de golpes se quedan inconscientes. Los aralios abren las puertas y, en un espectáculo aterrador, los habitantes de La Capital huyen pisándose unos a otros, arrollando al ejército pryorano. Tras unos minutos de estampida. Entre el polvo, el humo y las cenizas, se ven cadáveres aplastados y asfixiados junto a las puertas. Tan cerca de la libertad pero... Un sollozo casca la voz de la Reina y golpea el suelo de su refugio. Ve la victoria más cerca, pues de un golpe ha eliminado las peores armas y ha ahuyentado a las “reservas humanas” del Rey, pero a qué precio.

Capítulo 107

Mientras una guerra se libra fuera del Castillo, dentro del mismo, el Rey

-¿¡QUE SUCEDE!? Ésto no debía pasar así. Maldita escoria humana, huyen como perros apaleados. Sin ellos mi plan... Los mataré. Si no mueren los mataré a todos. Parece que debí de haberlos asustado más. Asquerosos bastardos están traicionando a su Rey. ¡ARQUERO!
-Majestad.- responde éste apareciendo de la nada.
-Prepara al ejército. Diles que la prioridad es mantenerme con vida y que el Castillo no caiga. Luego ve y acaba con esos cerdos aralios.
-¿Y el príncipe Drake?
-Que venga. Si se niega, lloraré su muerte. ¡Ahora muévete!

En ese momento, Flair y Drake

Los golpes de espada han roto las ataduras de Flair.
-Bien, bastardo, es hora de que demuestres con hechos lo que dices con palabras. Te reto.
Entonces, Drake le lanza al joven una pequeña espada de madera mohosa.
-¡Eso no es justo! ¡¿Tú vas a luchar con acero y él con ese juguete?!
-La vida no es justa, estúpida princesa. Ahora cierra ese agujero que tienes por boca.
-No te preocupes, Rothian.
La voz tensa de Flair hace callar a la princesa, que durante unos segundos olvida su rencor hacia el joven y un sentimiento de angustia se queda colgado en su pecho.
Comienzan a luchar. La princesa odia admitirlo pero Drake es realmente bueno y el talento de Flair es su ballesta. Puede que pierda ante ese malvado. Eso le asquea. Flair recibe varios golpes y cortes mientras que el príncipe se mueve sin problemas y esquiva con agilidad las torpes estocadas de su adversario. El joven está en problemas y es consciente de ello. Puede que de pequeños, fuera Flair el más habilidoso, pero eso quedó en el pasado. Drake, con un giro de muñeca, rompe la endeble espada de Flair, que salta hacia atrás para evitar un ataque que podría ser mortal. Mientras el príncipe ríe triunfador, su oponente se ve relegado a corretear por la sala malgastando sus energías en conservar sus extremidades unidas a su cuerpo. Rothian los sigue con la mirada, apretando los puños y desollándose las muñecas debido a la fricción entre las ataduras y su piel. Intenta liberarse. Quiere ser libre para quitarse la máscara y acabar con ese príncipe pedante e insoportable. Le gustaría salvar a Flair. Si alguien ha de matarlo, ésa debe ser ella, no Drake. Ese juego en el que Flair simplemente escapa por los pelos del afilado filo metálico no puede durar para siempre.
La espada del príncipe pasa demasiado cerca y, aunque Flair la esquiva, tropieza y cae golpeándose en la cabeza. La sangre comienza a manar de esa herida y Flair se marea levemente a la par que las náuseas estrangulan su esófago. Drake se acerca con una sonrisa deforme cuando, de repente, una enorme explosión se hace dueña del mundo. El suelo tiembla levemente. Seguidamente, una serie de ruidos similares al primero hacen que la pelea entre los jóvenes se detenga momentáneamente.
-¿Qué sucede?- se pregunta Drake desviando un momento su atención de Flair.
Éste, aprovechando la falta de concentración de su rival, lo embiste con todas sus fuerzas haciendo que caiga de espaldas. Flair le arrebata la espada y la lanza lejos. Así, comienza a asestar poderosos puñetazos contra la mandíbula del príncipe. Cuando lo ve mareado, le envuelve el cuello con las manos y aprieta. Con más y más fuerza. Quiere asfixiarlo o partirle el cuello. Le da igual, solo quiere que Drake muera por todo lo que le han hecho a él y a su hermana desde niños. Por todo lo que le ha hecho a Rothian (pese a que lo de la princesa también es su culpa).
La herida de su cabeza hace que a Flair se le nuble la vista pero, a pesar de eso, todavía puede ver los ojos inyectados en sangre de Drake, la piel rojiza, con las venas de las sienes a punto de reventarle, las manos arañándole los brazos y la cara intentando por todos los medios librarse de esa presa que lo estrangula. El príncipe articula una palabra, una última palabra; el nombre de su verdugo: Flair Maldow.

Capítulo 108

Durante el ataque, Jake, Ishtral y Neldrey.

Ishtral se encuentra inmóvil tras la última paliza recibida. Jake yace prácticamente inerte tras los latigazos recibidos y Neldrey... Ella está desnuda y temblando. Con sus hermosos ojos verdes nublados y turbios. Los labios agrietados y el pelo enmarañado y sudado. El último guardia se está subiendo los pantalones justo cuando un chaval, un joven soldado de no más de diecisiete años entra de golpe.
-¿Pero qué? ¿Qué quieres?- pregunta el guardia que torturó a Jake.
-El Arquero dice que nos preparemos. Que vayamos todos a los jardines que rodean el Castillo para recibir órdenes. Los aralios han atacado por sorpresa y los súbditos de Su Alteza han huido. Solo quedamos nosotros para defenderlo a él y a este lugar.
-Enseguida vamos. ¿Te ha dicho el arquero qué hacemos con éstos?
-Eliminarlos.
Al decir eso, el joven sale corriendo hacia los jardines, como se le ha ordenado.
El soldado que ha golpeado a Ishtral toma la palabra.
-Id vosotros. Yo me cargo a éstos y voy.
-¿Seguro?
-Vamos hombre. Los dos aralios medio muertos y la puta embobada, ¿qué me van a hacer?
El resto de soldados ríen y se alejan no sin antes pellizcarle los pechos o las nalgas a la chica, cuya voluntad parece haber sido eliminada por completo.
Neldrey se acurruca en un rincón temblando y masajeándose los numerosos moratones causados por aquellos salvajes mientras observa, sin hacer nada, cómo el soldado saca una pistola y la carga. Ella se balancea y gime muy bajito, resultando inaudible. Entonces ve cómo apunta su arma a la sien de Jake, que está inconsciente e indefenso.
Gime un poquito más alto y recuerda una conversación que tuvo con la madame:
-Siempre supe que eras un rayo de luz, pequeña. La pregunta es, ¿podrás resistir en este pozo oscuro?
-Sí.
Entonces, con toda la ira, y la furia, y el rencor acumulado tras varias violaciones seguidas frente a los ojos de aquel a quien ama, se lanza como un animal salvaje a la espalda del soldado, desviando el tiro que estaba destinado a acabar con la vida de Jake.
-¡¿Qué?! ¡Suéltame zorra!
Pero Neldrey no habla. Solo le araña las manos y le muerde la cara. Se agarra a él y consigue tumbarlo al suelo. No obstante y pese a la gran fuerza que le da la adrenalina, pronto se ve reducida por el guardia y grita y gruñe.
-Eres como una gata, ¿eh? ¿Quieres que vuelva a bajarme los pantalones y te enseñe modales, rubia?- dice lascivo.
Neldrey grita y suena un disparo. El cuerpo sin vida del soldado cae sobre ella, que se aparta asqueada. Luego, se gira dispuesta a luchar contra quien fuera pero al verle sabe que no tendrá que luchar. Quien la ha salvado es Nash, el líder de la aldea de los bastardos.
-Dios mío, ¿qué os han hecho?- susurra.
Neldrey, desnuda y aterrada, se deja caer y llora. Llora como lo haría una niña asustada de la oscuridad o un cachorrito al que han maltratado. Llora como no lo había hecho desde que su madre murió.

Capítulo 109

Rothian y Flair

Flair, con un riachuelo de sangre en la cabeza que le hacía sentir mareado y con ganas de vomitar, se aparta del cadáver del príncipe y desata a Rothian, tambaleándose.
Ella está bien. Solo tiene cortes superficiales en las piernas. Mucho peor es la herida del chico. Es más seria de lo que aparenta. Antes de que Rothian pueda preguntarle al chico cómo se encuentra y de decirle que aunque la haya salvado eso no hará que lo perdone, Flair se deja caer sobre ella haciendo que ambos toquen el suelo.
-Flair... ¿Qué sucede? No me digas que vas a morirte... Pues no te lo permito. Soy yo quien va a acabar contigo, no una estúpida herida en la cabeza, ¿me oyes?
Él, apoyado sobre el regazo de ella alza su mano temblorosa y le quita la máscara. Al verle la cara, unos escalofríos comienzan a recorrer su cuerpo y, aunque Rothian quiere frenar ese efecto, no puede, porque en su interior sigue dolida por la traición del joven. Por ello quiere volver a ponerse la máscara, pero él la aleja un poco más.
-Mi princesa cabezota y cruel...
-Déjate de tonterías Flair, no me mires a la cara y dame la máscara.
-Eras tú quien quería matarme.
-Sí, pero ahora no. Maldita sea imbécil, no hagas tonterías.
-Ojalá algún día puedas perdonarme, lo hice porque...
-Sí, lo sé- dice ella intentando arrebatarle la máscara sin éxito. No quería hacer movimientos bruscos ya que la cabeza de Flair estaba apoyada en sus muslos y ya estaba malherido.
-Te quiero, Rothian.
Silencio. Por un momento la princesa se olvidó de la máscara y centró su cara deforme en los ojos llorosos y nublados del chico.
-No debiste traicionarme.
-Lo sé, y lo siento. Debí haber hecho caso a Neldrey cuando me pidió que abandonara y que os ayudara en serio pero...
-Pero eres así de estúpido.
-Tú lo has dicho.
-Cuando todo acabe ya hablamos de todo ésto, ¿vale?
Él sonríe y acaricia la áspera piel de Rothian y siente un leve relámpago de dolor en sus sienes, pero ninguno se aparta.
-Te quiero. En eso no mentí.
-Lo sé.
-Eres preciosa.
Unas lágrimas furtivas huyen de los ojos de la princesa y ella lo odia porque sabe que ya no está enfadada con él, que lo ha perdonado y que lo ama más que antes si eso es posible.
-Ahora, princesa llorona, acércate.
Ella obedece y unen sus labios. El beso más dulce de todos. El más hermoso y verdadero, digno de un cuento de hadas. Efímero y, a la vez, eterno. Y es tan único, tan especial, porque cuando se apartan, Rothian sabe que Flair no volverá a abrir los ojos. Sabe que se ha ido para siempre. Ella acaricia la boca y las mejillas del joven, y lo acuna entre sus brazos.
De repente, la puerta se abre y unos ojillos ávidos e inteligentes se posan en ellos.
-Kitz... -dice la chica- ¿Qué...?
-Supongo que la caballería ha llegado tarde, ¿no?- dice señalando con la barbilla el cuerpo inerte de Flair. La princesa no contesta.
-Rothian, debías de amarle mucho, ¿no?
-Sí.
-Y él a ti, ¿no?
-Sí.
-Tócate la cara.
-Déjame en paz. Estaba a punto de morir pero se podría haber salvado si no nos hubiéramos besado. Yo lo he matado.
-Rothian...
-Todo ha sido mi culpa, si no hubiera dejado que me besara seguiría vivo.
-Rothian.
-Por todos los dioses, Kitz, ¡¿qué?!
-Que te estoy mirando sin máscara y no me pasa nada. Tócate la cara.
Ella, sin saber qué sucede, se roza la mejilla izquierda y comienza a llorar. Su piel agrietada y muerta ha vuelto a su estado original. Vuelve a ser la hermosa princesa de pecas azules y, desconsolada, abraza a Flair. No sabe cómo, pero él la ha curado.
-Es hora de luchar, Princesa.
-Pero Flair...
-Deja su cuerpo aquí. Créeme, cuando todo acabe volveremos. Ahora debemos movernos.
Ella asiente pero justo antes de salir de esa sala se gira, recoge la máscara y se la pone. Kitz la mira curioso a lo que Rothian responde.
-Flair fue el único que me dijo que era hermosa cuando parecía un monstruo descarnado. No quiero que nadie que no sea él vea mi cara. Nunca más.

Sin más dilación, ambos corren por los estrechos pasillos de piedra de las mazmorras del Castillo.

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