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lunes, 19 de diciembre de 2016

Dulce nostalgia

¿Para qué correr contra el viento pudiendo galopar a su ritmo?
¿Para qué cerrar los ojos ante la puesta de sol pudiendo llorar lágrimas de ardiente luz?
Para qué gritar y luchar contra el tiempo.

Para qué llorar junto al árbol asesinado por el relámpago.
Por qué nos empeñamos en guardar fotos en blanco y negro cuando la vida vibra en color...
Nostalgia. Simple y lacerante nostalgia.

Es como un bálsamo engañoso y autodestructivo.
Qué elevado, qué grácil se siente nuestro corazón melancólico, borracho, bohemio e inepto.
Qué estúpido enamorarse de la rosa cuando el invierno golpea la puerta.
Qué estúpido dejarse llevar por la poesía de papel deshecho.
Qué estúpido, pero qué estúpido, jugar con muñecas de aire y sueños de infancia.
Pero, entre nosotros, en secreto, he de confesar.
Me declaro culpable de mirar las estrellas entre ensoñaciones imposibles.
Me declaro víctima sumisa del olor a jazmín en un patio abandonado, entre luces antiguas y susurros de amor.
Me confieso adicta a las noches de verano entre libros que prometían pasión y delirio pasajero.
Así, entre nosotros.
Dulce nostalgia, tentadora melancolía, bálsamo engañoso y autodestructivo.
Me declaro locamente enamorada de tu beso envenenado.

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