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lunes, 24 de octubre de 2016

Y el lobo aulló


Y el lobo aulló.
Aulló cuando la luna se cayó del cielo,
como una marioneta de cuencas vacías e hilos de papel.
Aulló cuando el viento cortaba la garganta y la sangre quemaba, ardía;
roja como el vino, espesa como la miel.
Aulló cuando el bosque calló,
cuando los grillos dejaron la melodía triste a medio hacer,
a medio empezar y a medio acabar.
El lobo aulló.
Aulló como un ánima desterrada de la vida y de la muerte,
perdida en un horizonte frío que no palpita.
Aulló como un cristal roto que llora y llora, y recuerda lo que fue.
Aulló como el invierno a punto de perder la nieve y el hielo,
a punto de morir de sueño en el sopor primaveral.
El lobo aulló,
se desgarró los pulmones y el alma misma
y clavó la noche que le pendía de los ojos en el abismo.
El lobo aulló solo y muerto de miedo.
"Corred, que viene el día".
El lobo aulló al sol que, egoísta, empezaba a alargar sus dedos de oro sobre las cumbres.
"Corred, que viene la luz".
El lobo echó a correr entre los pinos
quebrando ramas y huesos de madera y savia.
"Corred, que viene el cazador"
Y el plomo le aulló al lobo al amanecer.

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miércoles, 19 de octubre de 2016

Es la hora


Es hora de destensar la cuerda, ¿verdad?
Hora de dejar que las heridas se cierren, cicatricen, se esfumen.
Hora de decir adiós, de cerrar los ojos, de liberar la última lágrima.
Me tiemblan las manos.
Mi pecho se desgarra y late desacompasado.
Los párpados amarran un sollozo que desea huir.
Es hora de cerrar el libro.
Pero lo atesoraré.
Lo haré porque fue esa canción la que me dio fuerzas,
fue ese sueño el que me mantuvo al pie del cañón.
Fue ese ángel el que cantó canciones de cuna cada maldita noche de insomnio.
Fueron esas palabras las que me besaron los labios cada amanecer.
Es hora de acabar el poema.
Pero también de comenzar un nuevo capítulo.
A veces los caminos se cruzan y te sientes perdido, observado, criticado y apaleado hasta morir.
A veces parece que nada mereció la pena.
Todo el esfuerzo, el dolor, las lágrimas derramadas y el café de madrugada.
Pero sí que lo hizo.
Sí que valió la pena.
Gracias a cada caída soy quien soy.
Soy lo suficientemente fuerte como para dejar marchar mi infancia,
para derrumbar mi precioso castillo de fantasía y construir una nueva fortaleza de ladrillo y oro.
Es la hora, ¿verdad?
Se acabó, ¿verdad?
Sí. Es el final.
Pero lo que pocos saben, lo que pocos aprecian de los finales, es que gracias a ellos tenemos un nuevo principio.
Y, ¿quién sabe?
Quizás éste sea mi principio.

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jueves, 13 de octubre de 2016

Vamos. Apostemos.


¿Qué pasaría si grito a la tormenta?
¿Si mi voz restalla y el cielo se rompe en mil pedazos inconexos?
¿Qué sucedería si mis ojos se alzan a las estrellas y no paran hasta observar lo que de finito tiene el infinito?
Y qué si digo no.
Si me armo de valor, como un soldado de plomo frente a la hoguera o un pájaro de papel afilando el cuchillo.
Y qué si aprendo a cantar en silencio, porque sólo en silencio expreso lo que siento.
Y qué si pongo punto y final para después escribir una nueva página en un pueril acto de rebeldía.
¿Me vais a decir que no puedo?
¿Vais a frenar lo que nunca debió empezar a moverse?
¿Vais a ser capaces de controlar un fuego que arde, y arde, y arde hasta quemar al ave fénix?
Acaso vosotros, orgullosos y ciegos peones, ¿vais a jugar al ajedrez contra la reina fría, reina sanguinaria?
Vamos. Venid a por mí.
Vamos. Sabéis dónde encontrar mi corazón agrietado y mil veces remendado.
Vamos. Con todo lo que tengáis.
Os reto a romper mi armadura.
Apostemos.
La pregunta es: ¿cuánto estáis dispuestos a perder?

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domingo, 9 de octubre de 2016

Que no me deje olvidarme

¿No deseáis a veces ser algo más?
Ser noche y amanecer.
Encontrar Nunca Jamás girando en la segunda estrella a la derecha.
¿No sentís que os espera algo grande?
Algo que os inunda y a veces os asfixia y os aterra.
Algo bello y atroz y único: vuestra verdadera naturaleza.
¿No hay momentos en los que os sentís trasladados al París de la Belle Époque?
O recorriendo las calles de Viena, o en Nueva York en los felices años veinte.
Bebiendo licor con Hemingway, discutiendo sobre arte con Dalí, hablando sobre “el perro andaluz” con Buñuel.
¿No hay veces que os sentís fuera de lugar y de momento?
Hijos de una generación perdida donde los sueños se coloreaban en sepia y el jazz lloraba cuando el sol salía.
Niños perdidos, atrapados en un tiempo que no llega; o que ya pasó, tan rápido como un suspiro.
Ebrios de música clásica y de un piano que se lamenta.
Embriagados por la noche estrellada tal y como la veía Van Gogh.
¿No hay días en los que pensáis que sois más?
Que ese amasijo de carne y huesos no es más que un disfraz aburrido tras el que se esconde... qué se yo, un poeta borracho de amor, un flautista camino de Hamelín, el asesino de una novela de Agatha Christie, un impresionista francés heredero de Monet o el misterio que se esconde tras una sonata que resuena en aquel claro en noches de luna llena.
¿Creéis que ésto es todo? ¿Que el sol se levanta tal y como se acuesta? ¿Creéis en las leyendas?
¿En el hombre del saco o el monstruo de debajo de la cama?
Yo quiero creer, quiero seguir el camino de baldosas amarillas y exigirle al mago de Oz que pinte las rosas blancas de rojo, y que el cielo sea violeta, y que las nubes brillen, brillen, brillen como el sol.
Y que cuando despierte, porque despertaré, y pise los adoquines del mundo real, no me deje olvidarle.
Que no me deje olvidarme.

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sábado, 1 de octubre de 2016

Simplemente te espero

¿Y qué hacer con el cristal roto?
¿Con los ecos de risas y sueños en blanco y negro?
¿Cómo lucho contra los recuerdos que bailan tras las cortinas?
¿Cómo quemo lo que ya ardió?
Y es que duelen. Duelen las cenizas y, Dios, echo de menos cada lágrima, susurro.
Cada noche en vela y las velas consumidas en noches eternas de luna nueva.
¿Cómo me calzo las zapatillas de bailarina si he perdido el ritmo?
¿Si el tocadiscos se congeló entre dos canciones?
¿Si el silencio bombardea mi pecho?
Me dijiste que esperara; que el amanecer se lleva el dolor al igual que el sueño.
Pero, ¿qué hacer con la penumbra y el frío de la noche?
¿Cómo oculto mis ojos de las estrellas?
¿Cómo me enfrento a tu olor en la almohada?
Vamos. Perdámonos de nuevo en el bosque.
Corramos como niños. Con los pulmones chillando y las manos agarradas.
Como locos recuperando la cordura o como sabios olvidando lo que aprendieron.
Ven. Vuelve. Nademos de nuevo entre poemarios desconocidos.
Hundámonos en el olor a lavanda.
Simplemente ven.
Simplemente te espero en la postdata de esta última carta.
Ya sabes, antes de que el amanecer venga y me robe tu recuerdo.

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